Catalina Ruiz-Navarro
20/11/2015 - 12:00 am
Un paseo por lo exótico
En la nueva serie gringa Quantico, (koo-aahn-tee-kou) un grupo de guapos y brillantes agentes en entrenamiento para el FBI trata de descubrir quién de ellos está detrás de unos ataques terroristas en Nueva York. Por aquello de la diversidad, la serie está protagonizada por una actriz india (Priyanka Chopra), y las gemelas del grupo son […]
En la nueva serie gringa Quantico, (koo-aahn-tee-kou) un grupo de guapos y brillantes agentes en entrenamiento para el FBI trata de descubrir quién de ellos está detrás de unos ataques terroristas en Nueva York. Por aquello de la diversidad, la serie está protagonizada por una actriz india (Priyanka Chopra), y las gemelas del grupo son de hecho ¡musulmanas! Por supuesto, cada personaje tiene un secreto. El secreto de muchos consiste en hablar por teléfono usando alguna lengua árabe.
Hace poco Homeland, otra serie gringa que gira en torno al terrorismo, esta sí premiada y exitosa y con presupuesto para grabar en otro país, llevo algunos artistas de graffiti a Berlín para decorar el set de un supuesto campamento de refugiados en el borde entre Siria y Líbano. Los de Homeland solo querían ver “letras árabes” en las paredes, y por eso los artistas aprovecharon para escribir mensajes tipo “Homeland es racista”, “Homeland es un chiste que no nos hizo reír” o incluso “#LasVidasNegrasImportan (touché). Como en efecto Homeland es racista, grabaran los textos sin darse cuenta, y los pasaron en uno de los episodios que salió al aire en octubre.
En 1978 el académico Edward Said publicó Orientalismo, un libro que se convertiría en un clásico de las ciencias sociales. Orientalismo crítica las representaciones culturales que se hacen en Europa y Norte América sobre “el Oriente”, es decir Asia, el norte de África y el Medio Oriente, que los presentan como unas tierras exóticas y lujosas e donde cualquier cosa puede pasar. La principal crítica de Said se basa en que la dicotomía Oriente-Occidente es falsa, amañada, simplista y violenta, pues presenta a “Oriente” como irracional, débil, bárbaro y femenino y a “Occidente” como racional, fuerte y masculino.
En resumen, todos los clichés pueden verse en Aladino, una de las más populares películas de Disney, que en la versión en inglés de la canción con la que comienza la película dice literalmente “Oh I come from a land, from a far away place, where the caravan camels roam, where they cut off your ear if they don’t like your face, it’s barbaric but hey, it’s home” (“Oh, vengo de una tierra en una lugar lejano, donde los camellos caminan sueltos, donde te cortan la oreja si no les gusta tu cara, claro, es barbarie, pero hey, es nuestro hogar”). Más adelante, debido críticas, cambiaron lo de cortar la oreja por “where it’s flat and immense, and the heat is intense” (“donde es plano e inmenso y el calor es intenso”).
El orientalismo fue inventado en la era victoriana por los franceses y los ingleses y funcionó como una justificación implícita a las ambiciones coloniales de los imperios. Sus implicaciones son tan profundas que la historia del mundo se cuenta desde Europa, y todo lo demás, incluidos pueblos nativos americanos, aparece como Otro, como un extra. El libro de Said tuvo tanto impacto en la comunidad académica que dio a origen, junto con el trabajo de Foucault y Derrida, a los estudios poscoloniales en los que Latinoamérica juega un papel importantísimo.
Nosotros, los latinoamericanos, somos gente muy chistosa, porque cuando nos hablan de “Occidente” nos sentimos aludidos. Creemos que, al igual que “Occidente”, “somos gente civilizada”, y por eso, cuando hay masacres en París y en Beirut simpatizamos en seguida con los franceses. Esa empatía universal a Francia tiene que ver con la potencia de un imperio francés que, aunque ya no domina políticamente sigue siendo un referente cultural para la mayoría de sus territorios. Para los Latinoamericanos, París es un lugar aspiracional a donde vamos a estudiar, turistear, comer, gastar plata, tomarnos fotos. Para imaginarnos Beirut, en cambio, tenemos películas como la de Aladino. Esto es “chistoso” porque para los que se inventaron eso de “Occidente” (es decir franceses, ingleses, gringos) Latinoamérica es una mancha parda y peligrosa, irracional y bárbara como toda Asia. Por eso, cuando Carrie Bradshaw viene a pasar su fallida luna de miel a México no sale del hotel y su amiga Charlotte se enferma de diarrea por tomar sin querer agua de la ducha. Cómo seremos de “Oriente” para “Occidente” que en un capítulo de Covert Affairs (otra serie gringa donde los de la CIA vencen al terrorismo) graban un capítulo en Cartagena, Colombia, y luego, cuando la protagonista vuela a Siria se nota que siguen grabando en Cartagena, en algún restaurante “vestido” con “telas orientales” que no alcanzan a cubrir un cartel de venta de minutos a celular. O bueno, no quiero ni hablarles de “Narcos” en donde da lo mismo si se habla en paisa o portuñol (la geografía también vive en los acentos) y en donde la DEA llega a Colombia a salvarnos de nosotros mismos.
Ahora, no hay nada de malo en solidarzarse con las masacres parisinas, o con las libanesas, vamos, somos humanos, cualquier masacre es inaceptable y la solidaridad nunca está de más. Pero debemos saber que aunque nos sintamos más identificados con los franceses tenemos mucho más en común con Medio Oriente, y que lo que vemos hoy probablemente significa que cuando las masacres ocurren aquí (y ocurren todos los días) tendremos menos solidaridad mundial. Los latinoamericanos vemos y entendemos y aprendimos el mundo bajo ese filtro de “Occidente”, y nos lo aplicamos a nosotros mismos, por eso, tenemos más empatía con los parisinos que con las mujeres de Ciudad Juárez, sus nombres no nombran nuestras calles, en cambio para parecernos a los franceses tenemos el Paseo de la Reforma.
@Catalinapordios
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