Arnoldo Cuellar
05/11/2015 - 12:01 am
Gerardo Sánchez: la corrupción como modus operandi
La división de poderes nunca ha existido en México, salvo quizá en algunos momentos y con personajes excepcionales, casi siempre individuos, nunca colegiadamente. El presidencialismo convirtió a los diputados en eunucos de una corte absolutista, aceitada por el influyentismo y las prebendas. La democracia, que constituía una oportunidad para darle vigencia a un sistema de […]
La división de poderes nunca ha existido en México, salvo quizá en algunos momentos y con personajes excepcionales, casi siempre individuos, nunca colegiadamente.
El presidencialismo convirtió a los diputados en eunucos de una corte absolutista, aceitada por el influyentismo y las prebendas.
La democracia, que constituía una oportunidad para darle vigencia a un sistema de representación existente solo en la letra constitucional pero no en la práctica, tampoco logró poner a flote el equilibrio republicano, en este caso a causa de la corrupción.
El viejo sistema político priista arrojaba comaladas de millonarios desde los puestos ejecutivos, donde había poder delegado y manejo presupuestal, asignaciones de contratos y adquisiciones de bienes y servicios.
Sin embargo, el nuevo sistema ha sublimado el cáncer de la inmoralidad en los negocios públicos y ahora no hace falta ejercer presupuesto para tener oportunidad de negocio.
Los integrantes de las Cámaras de Diputados y Senadores, otrora gestores de migajas presupuestales, se han convertido en ejecutores alternos de presupuestos públicos, contraviniendo el orden constitucional que había previsto en las Cámaras solo la elaboración de los marcos normativos, la aprobación de presupuestos y la rendición de cuentas.
Lo hacen a través de partidas que han legalizado la discrecionalidad, a través de los fondos de pavimentación, apoyo a la cultura y apoyo al deporte que ya se han vuelto legendarios por haber dado lugar a la picaresca aportación de los moches.
Pero el colmo es que estos legisladores, pésimos además por su desapego de la realidad, su desprecio a los representados y su falta de preparación, no solo buscan sustituir al Ejecutivo, sino que también han logrado convertirse en suplantadores de la sociedad civil.
En efecto, la constitución al vapor de todo tipo de sociedades y fundaciones de fachada filantrópica, han servido a quienes hacen las reglas del juego presupuestal o por lo menos las validan con su voto, para aprovechar la información privilegiada y “bajar” recursos federales a organismos cuyos verdaderos fines distan mucho de sus objetos sociales y del espíritu que anima a este tipo de apoyos presupuestales.
En menos de un sexenio, por lo menos dos fundaciones impulsadas por el exlíder cenecista Gerardo Sánchez García, ex Diputado federal y actual Senador, han obtenido subsidios por más de 100 millones de pesos, si nos atenemos a los reportes de Indesol.
El impacto de ese recurso está lejos de haberse acreditado, ni ante las mismas instancias que deberían supervisarlo. Una comprobación exhaustiva realizada en un expediente entregado a regañadientes por Conaculta a través de la vía de acceso a la información, mostró ya en un reportaje de Zona Franca (Dilapida Senador subsidios de Conaculta) que seis de esos cien millones fueron dinero tirado a la basura o distraído sin sanción ni apercibimiento alguno.
Las actividades financiadas por ese recurso no llegan ni a la sexta parte y más parecen la fabricación de una justificación ante supervisores negligentes y omisos, casi solo por no dejar.
El tema adquiere la mayor relevancia en estos días cuando se discute el nuevo presupuesto de egresos del gobierno federal y en el que siguen prevaleciendo las partidas destinadas al clientelismo político y la compra de voluntades legislativas.
Cuando el gobierno más se queja de que los recursos no alcanzan; cuando la pobreza se mantiene y crece pese a los millonadas dedicadas a la política social; cuando los impuestos agravian a los pocos que los pagan; cuando la clase política vive su peor momento de descrédito y pagan justos por pecadores, resulta una absoluta temeridad empeñarse en los mismos abusos.
¿Seguirá Gerardo Sánchez enriqueciéndose a costillas del dinero de todos los mexicanos? Probablemente sí, pero difícilmente irá más allá de eso, aunque sus sueños políticos sigan siendo cebados por la pequeña claque de aplaudidores que recogen las migajas de su mesa.
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