Gran Bretaña-México: la guerra del azúcar

03/11/2015 - 12:01 am

Mientras en México se proponía bajar el impuesto a las bebidas azucaradas, en el Reino Unido se debatía la posibilidad de establecer un impuesto a estas bebidas. En esos días se revelaba que el gobierno del conservador Primer Ministro David Cameron había ocultado el reporte Sugar Reduction elaborado por Public Health England, una institución asesora del Departamento de Salud. El reporte recomendaba la instauración del impuesto a las bebidas azucaradas, así como la regulación de su publicidad, la reducción de sus porciones y la reformulación. El Ministro Cameron se había opuesto al impuesto y fue la presión de la British Medical Association, que se enteró de la existencia de este reporte, la que presionó para que se diera a conocer. Una amplia alianza de expertos, asociaciones y profesionales de la salud, así como organizaciones civiles y líderes de opinión, agrupados en UK Action on Sugar han demandado la instauración de este impuesto. Su vocero, Simon Capewel, presidente de la Sociedad para la Medicina Social, representa al sector de académicos y profesionales de la salud. Otro líder es el chef reconocido internacionalmente Jamie Oliver, que recientemente produjo un documental sobre el consumo de bebidas  en el Reino Unido y México, y sus efectos en la Salud. Jamie vino a México y nos invitó a acompañarlo a Chiapas para dar testimonio del daño a la salud de estas bebidas entre la población y sus estrategias invasivas de publicidad y comercialización. Asistimos en San Juan Chamula a una sesión con personas afectadas con diabetes, una enfermedad difícil de encontrar entre la población indígena en el pasado. El tema a tratar por los asistentes en salud era el alto consumo de bebidas azucaradas entre los pacientes, la causa principal de esa epidemia entre la población indígena, como, en gran medida, entre la población en general de México.

Mientras en el Reino Unido se discutía una medida fiscal para las bebidas azucaradas que sería bloqueada por Cameron, en México, un grupo de diputados introducía la propuesta de disminuir el impuesto a cierto grupo de bebidas que contienen menos azúcar y que incluyen las dirigidas a niñas y niños pequeños. La propuesta vino, como lo declaró un diputado del PRI, de las propias empresas que habían buscado a diversos grupos parlamentarios para presentárselas. Tras haber aprobado la propuesta y enviarla al Senado, los diputados del PRI y PAN comenzaron una disputa culpándose entre ellos de haber sido los introductores de la iniciativa y haber pactado con la industria.

El argumento de la industria de que la baja del impuesto para bebidas con menos azúcar llevaría a la reformulación para elaborar bebidas más saludables se cayó de inmediato: el impuesto de 1 pesos por litro no es suficiente para volverlo progresivo, una bebida de 600 mililitros que tiene 60 centavos de impuesto pasaría a tener uno de 30 centavos, cuando no existe la moneda fraccionaria para ello;  el límite de 5 gramos por 100 mililitros, para a partir de ahí bajar el impuesto a la mitad, representa una cantidad de azúcar que, considerando el promedio de consumo en México, rebasa las recomendaciones de consumo de azúcar para todo un día de la Organización Mundial de la Salud; entre las bebidas que serían beneficiadas estaban las dirigidas a niñas y niños pequeños, bebidas que cumplen una función estratégica ya que a esa edad se pueden generar los hábitos de por vida a hidratarse con bebidas intensamente dulces. Aunque estas bebidas tienen menos azúcar, están formuladas junto con edulcorantes no calóricos con el fin de lograr sabores intensamente dulces y generar ese hábito. Sabemos que en la sociedad de consumo el mayor logro para una empresa es formar consumidores de por vida.

La iniciativa aprobada por diputados pasó al Senado. El presidente de la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas se reunió con los Senadores del PAN, para tratar de revertir las posiciones en contra de esta medida que presentaban legisladoras como Marcela Torres Peimbert y la presidenta de la Comisión de Salud, Maki Ortiz. Entre sus argumentos estaban que el impuesto no había bajado el consumo y que esta medida fiscal había significado la pérdida de 1,700 empleos. Desde el principio, la industria refresquera argumentó que el impuesto no bajaría el consumo, el único reporte independiente señala que en 2014 se presentó una baja general de 6 por ciento y en los grupos más vulnerables de 9 por ciento. Y nuevamente repetimos que quien ha impactado a la industria azucarera son las refresqueras y procesadoras de alimentos que han sustituido gran parte del azúcar de caña que utilizaban por jarabe de maíz de alta fructuosa, parte importado u otro procesado en México con maíz importado. Hemos demandado que en el etiquetado se informe que tipo de azúcar utiliza el producto ya que el consumidor pudiera, como en otros países, preferir el azúcar de caña al jarabe de maíz de alta fructuosa. Son las mismas empresas la que presionan para que esta información no esté en el etiquetado. La medida podría beneficiar a los productores de azúcar de caña.

 A fines de 2014 serían publicados los resultados del estudio sobre la Carga Global de Enfermedades (NutriCoDE, por sus siglas en inglés), investigación a nivel global sobre el consumo de bebidas azucaradas e incidencia de muertes en 54 países. El estudio presentó a México en el primer lugar de muertes asociadas al consumo de bebidas azucaradas: 24,100 muertes anuales. El estudio señala que el 12.1 por ciento de las muertes por diabetes, enfermedades cardiovasculares y cánceres relacionados a la obesidad en México son causados por el consumo de bebidas azucaradas. Hablamos solamente de muertes, no de contribución a enfermedades como la diabetes, enfermedades cardiovasculares, amputaciones y ceguera.

Es importante señalar y repetir una vez y otra que estamos en una situación de emergencia, de catástrofe, como lo pidió declarar al gobierno mexicano el Relator Especial de Naciones Unidos por el Derecho a la Alimentación, Oliver de Schutter, por la epidemia de obesidad. El sistema de salud pública está colapsado por esta epidemia de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares, la gente se está muriendo sin atención adecuada y menos prevención. El impuesto no es suficiente, es sólo una parte de una política que debe bajar el consumo de estos productos, una política que no vemos completarse.

Al tiempo que los legisladores discutían la propuesta de la industria convertida en iniciativa por la Cámara de Diputados, el Doctor Robert Lustig presentaba un nuevo estudio que confirma el impacto del azúcar en el sistema metabólico. Lo que deja claro este estudio, como otros más anteriores, es que el azúcar añadida no hace daño únicamente porque provoca el aumento en la ingesta de calorías y, por lo tanto, de peso. Lustig realizó un estudio con niños obesos a los que les mantuvo su ingesta de calorías. A un grupo le sustituyó las calorías que consumían provenientes del azúcar por calorías provenientes de harina refinada. Es decir, a un grupo de niños obesos les quito el azúcar y les mantuvo el consumo de calorías que tenían, compensándolas con harinas refinadas. El estudio demostró que al quitar el azúcar, aunque se mantenga el mismo consumo de calorías, se reducen los indicadores de cambio metabólico. Lustig señala que el problema principal del alto consumo de azúcar añadida es la diabetes y que no se debe pasar por el sobrepeso y la obesidad para adquirirla. La Dra. Kimber Stanhope ya ha demostrado que el consumo de las bebidas azucaradas, en las cantidades promedio que se consumen en los Estados Unidos y México, aumentan los indicadores de riesgo de enfermedades cardiovasculares. Hay que repetir que el 70 por ciento del consumo de azúcar añadida en México proviene de las bebidas azucaradas de acuerdo al Instituto Nacional de Salud Pública.

Durante estas semanas en las que defendimos el impuesto a las bebidas azucaradas hemos recibido ataques como asociación y de manera personal por diversos articulistas y algún locutor. Una columnista escribió que había realizado una campaña contra una minera en SLP y ésta me había demandado por daños, que yo no había podido comprobar mis dichos frente a la minera, que no cubrí las sanciones económicas que se me habían impuesto y que, al final, había realizado un acuerdo con la minera para no seguir atacándola. La columnista mencionó que hablaría del caso en mayor detalle. No lo hizo, no lo hizo porque la historia era una total mentira creada, posiblemente, por una agencia de relaciones públicas al servicio de estas empresas. Otro columnista ha dicho que recibimos dinero de Enrique Peña Nieto. Otro que queremos destruir la industria refresquera y azucarera. Ya hemos dicho quién ha destruido la industria azucarera (las refresqueras y de alimentos procesados) y eso nos lo han reconocido, en privado, personas vinculadas a esta industria.

Los ataques se dirigen a los mensajeros, no al mensaje, como si fuéramos los creadores de la propuesta del impuesto, como si fuéramos los únicos que lo defendiéramos, como si no lo hubieran promovido la Organización Panamericana de Salud/Organización Mundial de la Salud, el Instituto Nacional de Salud Pública y la propia Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, entre otros. Como si tampoco hubieran leído la reacción de muy diversas organizaciones nacionales e internacionales, entre ellas la Federación Global contra la Obesidad, el Fondo Internacional para la Investigación del Cáncer y la Fundación Internacional del Corazón.

Un conductor de noticias en radio lanzó sus críticas contra quienes defendemos el impuesto bebiendo una Coca Cola en cabina, argumentando de manera engañosa y mostrando una profunda ignorancia sobre el contenido de azúcar en estas bebidas. Comentaba que a él nadie le quitaría la libertad de tomar estas bebidas, pregunto: ¿quién ha hablado de prohibiciones de estas bebidas?. Después, en varias ocasiones menciona que un litro de refresco, manteniendo la lata de Coca Cola en la mano, tiene 12 gramos de azúcar. Recuerdo una imagen de nuestro documental “Dulce Agonía” donde un conductor de microbús afectado por la diabetes, comenta que siempre carga un litro de Coca Cola y que, aunque le han dicho que tiene dos cucharadas de azúcar, él se la sigue tomando. El conductor del microbús tiene una idea similar a la que tiene el conductor de radio y a la que tiene la mayor parte de la población, es decir, no tienen ni idea.

En la cabina de radio, en la pantalla de su computadora tiene una imagen desarrollada por El Poder del Consumidor, en la que se muestran los refrescos más populares en presentaciones de 600 mililitros. La gráfica señala claramente que esas bebidas tiene 12 cucharadas de azúcar o más, algo así como 60 gramos de azúcar, no 12 gramos. El conductor no lee lo que la gráfica explica claramente. En un litro de esas bebidas la concentración de azúcar, en promedio, no es de 12 gramos, es de 100 gramos, es decir 20 cucharadas cafeteras. El conductor de radio no sabe, como el conductor del microbús y como la mayoría de los mexicanos, el contenido de azúcar en las bebidas azucaradas, los etiquetados frontales no sirven a los consumidores, no son entendibles. Algo que la Secretaría de Salud debe resolver urgentemente.

No menciono los nombres de los y las columnistas y conductores porque no son importantes los nombres, los ataques personales, no importan los mensajeros, interesan los mensajes, los argumentos, el nivel de conocimiento y el sustento de los mismos.

Por este medio quiero agradecer la invitación que he recibido para formar parte de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet,  que fue anunciada públicamente esta semana. The Lancet es la segunda revista científica en importancia en medicina general, y la más antigua, fundada en 1823. Es un reconocimiento al equipo de profesionales y especialistas con los que he trabajado.

Alejandro Calvillo
Sociólogo con estudios en filosofía (Universidad de Barcelona) y en medio ambiente y desarrollo sustentable (El Colegio de México). Director de El Poder del Consumidor. Formó parte del grupo fundador de Greenpeace México donde laboró en total 12 años, cinco como director ejecutivo, trabajando temas de contaminación atmosférica y cambio climático. Es miembro de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet. Forma parte del consejo editorial de World Obesity organo de la World Publich Health Nutrition Association. Reconocido por la organización internacional Ashoka como emprendedor social. Ha sido invitado a colaborar con la Organización Panamericana de la Salud dentro del grupo de expertos para la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Ha participado como ponente en conferencias organizadas por los ministerios de salud de Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Chile, así como por el Congreso de Perú. el foro Internacional EAT, la Obesity Society, entre otros.
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