Ernesto Hernández Norzagaray
30/10/2015 - 12:04 am
Es la gasolina, ¡estúpido!
La frase célebre de James Carville, quien fuera asesor en comunicación política de Bill Clinton en 1992, que con su resonancia persuasiva le permitió llegar a la Casa Blanca, vino al dedillo de quienes soltaron el rumor de que en la miscelánea fiscal había un nuevo impuesto que provocaría un incremento sustantivo en los precios […]
La frase célebre de James Carville, quien fuera asesor en comunicación política de Bill Clinton en 1992, que con su resonancia persuasiva le permitió llegar a la Casa Blanca, vino al dedillo de quienes soltaron el rumor de que en la miscelánea fiscal había un nuevo impuesto que provocaría un incremento sustantivo en los precios de las gasolinas de 2016.
Este mensaje rápidamente se hizo viral provocando reacciones automáticas de rechazo y enojo, muchas de ellas altisonantes contra los diputados, en su defensa la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados y la propia SHCP hicieron sendos pronunciamientos sobre su falsedad. En 2016, señalaron, no habrá aumentos en los precios de las gasolinas sino por el contrario se reducirán en beneficio de los consumidores.
Lo comente con David López, el coordinador de los diputados federales sinaloenses, y me dijo que era un rumor que no tenía ningún fundamento, menos todavía, refrendó, que los precios de las gasolinas bajarían empezando el año.
Sin embargo, el rumor siguió y muchos cibernautas afirmaban molestos que mientras Los Pinos llamaba a estar muy alerta ante el Huracán Patricia -pues era un fenómeno extraordinario que superaba las cinco unidades de la escala de Saffir-Simpson- los diputados subrepticiamente aprobaban un nuevo impuesto que impactaría en los precio de las gasolinas. Eso era falso no habría nuevo impuesto, si no se ajustaría hacia arriba el existente.
Cuando los peores pronósticos del huracán se volvieron agua, no fueron pocos los que insistieron que había sido un ardid mediático del gobierno para distraer la atención sobre ese presunto incremento qué habría de impactar las finanzas de la mayoría de familias mexicanas.
Y es que es claro: Todo se mueve con gasolina o diésel: Personas, alimentos, servicios, insumos…y, cualquier cambio tiene efectos en el nivel de precios al consumidor.
¿Pero qué hay detrás realmente de este señalamiento de opiniones encontradas, de medias mentiras y medias verdades?
Para entender lo que sucede y salir de las coordenadas de los rumores habría que partir de una decisión que ha adoptado el gobierno de Peña Nieto y que fue secundado por la mayoría de la Cámara de Diputados, además, es de esperar que lo ratifique la mayoría de los Senadores.
Se trata de la liberalización de los precios de la gasolina a partir del 1 de enero de 2016 y no en el 2018 cómo estaba pronosticado –año de la siguiente elección presidencial- qué si las proyecciones salen mal podría tener un alto impacto en las expectativas electorales del PRI. Para reducir riesgos mejor hacerlo de ya.
Así, con la liberalización del precio de la gasolinas, las empresas que estén en el mercado podrán competir teniendo como punto de partida los costos internacionales, y si México tiene precios por encima de ellos y particularmente de los que se ofrecen en los Estados Unidos de Norteamérica, que el pasado miércoles era en California de un aproximado 30 por favor teóricamente habrá de impactar en la misma medida en el nivel de precios con lo que se confirmaría la afirmación del diputado David López.
Sin embargo, leyendo a especialistas en el tema como Luis Adrián Muñiz del diario El Financiero, él nos recuerda que los precios de las gasolinas se establecen con base a tres instrumentos dos de ellos variable y el otro fijo: El precio de ingreso a Pemex, del cual parte todo el cálculo y se mueve con base en los precios internacionales; el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) que efectivamente, cómo lo señala la SHCP, no es nuevo lo que es nuevo es que sea fijo; y “otros costos”, como impuestos para entidades federativas, mermas, fletes y el margen comercial, además, para compensar cambios brusco se establecen “bandas de flotación”.
México, que es un importador neto de gasolinas, tiene que pagar más caras sus gasolinas incluso subsidiar sus precios internos, como ocurrió en la frontera norte para ser competitivo con el vecino, se busca que esto ya no ocurra y todo se defina con el libre juego de la oferta y la demanda.
En este terreno, el margen está acotado a los movimientos de los precios a la baja del petróleo que se ha traducido en una reducción del costo de las gasolinas estadounidenses. En México, con un sistema de precios monopólico estos hasta ahora siguen por encima de los internacionales. Hoy, los mexicanos, pagamos una gasolina cara lo qué suena ilógico siendo productor de petróleo.
En el caso del IEPS, nos dice el especialista, que todos los que cargaron gasolina magna en agosto el impuesto fue de 1.42 pesos por litro y a partir de 2016 será 4.16 fijo que debo reconocer no sé de dónde sale, sin embargo, la pregunta es ¿si cuando hablamos de fijo es el mismo del variable o es otro?
Es decir, el gobierno comería vía este impuesto la mayor parte de lo que teóricamente representa la reducción de precios. Pero, el problema mayor, es que con ese impuesto ajustado en un contexto de alza de los precios de las gasolinas el gravamen se queda lo que encarecería su precio, es decir, como consumidores pagaríamos impuesto más el alza de precios.
Veamos, hablando en números redondos, el precio actual de la gasolina magna está en 13 pesos menos un ajuste aproximado del 30 por ciento, considerando los precios californianos quedaría en 8.67 el litro con el 1.42 del IEPS ya incluido más el ajuste de 2.74 daría 11.41.
Es decir, en esta hipótesis es el margen para el beneficio del consumidor, qué es con lo que se defienden los diputados y la SCHP.
Sin embargo, en un ciclo económico tan volátil, con una caída de los precios del petróleo desde 100 a 40 dólares por barril en menos de dos años y un tipo de cambio a la alza que en el mismo periodo perdió el 30 por ciento frente al dólar, ¿quién puede asegurar que aquellos precios no sigan cayendo y el tipo de cambio tienda a un mayor costo de manera que nuestros pesos puedan comprar cada vez menos gasolina?
Y eso nos lleva al problema mayor, el de la inflación, que traería que empresas y productores tengan que pagar más caros los combustibles pasando la factura a los consumidores dónde la mayoría resiste con salarios que nada tienen que ver con la volatilidad financiera.
En definitiva, si el gobierno de Peña Nieto y los diputados quiere dar ese regalo de año nuevo a los gobernados, deberán pedir a Santa Claus que se acomoden los astros y esperar que no haya cambios bruscos en las variables macroeconómicas que lleve a restablecer el IEPS para mitigar un poco el eventual descalabro.
Así, qué con Carville, es la política, ¡estúpido!
más leídas
más leídas
entrevistas
entrevistas
destacadas
destacadas
sofá
sofá