Jorge Alberto Gudiño Hernández
24/10/2015 - 12:01 am
Normalidad
—¿De dieta o normal? La pregunta me llega cada vez con mayor frecuencia. Pido un refresco en cualquier restaurante y salta de inmediato. Es algo que no pasaba hace diez años. Puede parecer trivial y lo es. Sin embargo, también es una muestra clara de cierto cambio de percepción. Yo no soy de los […]
—¿De dieta o normal?
La pregunta me llega cada vez con mayor frecuencia. Pido un refresco en cualquier restaurante y salta de inmediato. Es algo que no pasaba hace diez años. Puede parecer trivial y lo es. Sin embargo, también es una muestra clara de cierto cambio de percepción. Yo no soy de los que se ofenden ante la pregunta. Cargo con varios kilos de más y lo sé de cierto. No me encanta que me lo recuerden y menos un mesero desconocido. El problema no es ése. Porque él no me hace la pregunta interesado por mi salud, por mis hábitos alimenticios o por mi consumo calórico. La hace porque la normalidad se está redefiniendo. Al menos en esos términos.
Cuando, hace un par de décadas, comenzamos a consumir refrescos de dieta, era quien la pedía el encargado de hacer la aclaración. Si uno ordenaba una coca, por ejemplo, sabía que eso le llevarían a la mesa. Las cosas han cambiado. Ahora es necesario hacer énfasis en que es una “coca normal”, pese a que el adjetivo vuelve a la petición redundante. Pasa algo similar con la leche de esos postres líquidos que a algunos les da por llamar cafés: es necesario aclarar que la leche debe ser normal, no de soya, no deslactosada, no light; mucho menos la combinación de todo. No tengo idea a qué sabrá un café descafeinado con leche de soya light. Supongo que lo único real es el agua con la que lo preparan. Hasta donde sé, aún no inventan el agua deshidratada.
Insisto, es un tema trivial. Pero da pie para que uno reflexione en torno a los procesos que se van dando poco a poco. Es un asunto de lenguaje, por supuesto. Y, dado que lo es, también es un asunto de percepción del mundo. Desconozco cuáles serán las consecuencias de que se deba hacer énfasis en la normalidad para que ésta lo sea. Sé, sin embargo, que la tendencia es clara. Pronto tendré que pedir una “coca pesada” o una “coca no light” o una “coca con alto contenido calórico”. Me resigno con cierta tranquilidad. Al menos no me veré forzado a ordenar un “café con cafeína mezclado con leche de vaca normal, de mugidos consistentes y sin trazas de trasgénicos vegetales a la que le podría echar un sobrecito de azúcar de caña libre de edulcorantes artificiales”. Por supuesto que, cuando eso suceda, nuestra antigua normalidad costará más cara.
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