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Ernesto Hernández Norzagaray

02/10/2015 - 12:18 am

Samba, pa' ti

La mítica pieza musical de Carlos Santana me vino a la mente como elipsis cuando por primera vez visitó Brasil y participó en el IV Congreso Internacional de comunicación política organizado por la ALICE en la Universidad Federal de Minas Gerais. El viaje me llevó a confirmar que las calles y plazas siempre serán el […]

Esta Atmósfera Pesa En Una Sociedad Que Se Resiste a Perder Los Beneficios De Los Gobiernos De Lula Foto Cuartoscuro
Esta Atmósfera Pesa En Una Sociedad Que Se Resiste a Perder Los Beneficios De Los Gobiernos De Lula Foto Cuartoscuro

La mítica pieza musical de Carlos Santana me vino a la mente como elipsis cuando por primera vez visitó Brasil y participó en el IV Congreso Internacional de comunicación política organizado por la ALICE en la Universidad Federal de Minas Gerais.

El viaje me llevó a confirmar que las calles y plazas siempre serán el mejor lugar para tomar el pulso a una sociedad. Caminar por las calles del centro y la periferia de Belo Horizonte, Sao Paulo o Río de Janeiro, me permitió observar algunos de los efectos de su crisis económica, política y moral.

Aunque la gente sigue llenando el estadio Maracaná y abarrotando los bares del barrio de Lapa en Río de Janeiro, el día y la noche, son intrínseca y socialmente diferentes; a la luz se observa el dinamismo de una ciudad que se precia por su vitalidad desbordante mientras la noche muchas de sus banquetas se vuelven dormitorios efímeros de los homeless cariocas.

Y, por eso, sus plazas con sus restaurantes y bares son el lugar perfecto para observar y conversar con el otro. Mejor todavía, empezar a leer rostros, como lo recomendaba Henry Miller a quienes superaban los cuarenta años y todavía seguían leyendo libros. Así, que en estos diez días de viaje por ese triángulo del noreste brasileño fue una buena oportunidad para formarme una impresión de como llevan la crisis los siguen los siempre amables y alegres brasileños.

Para cualquiera que siga el acontecer brasileño, rápidamente se dará cuenta de que las cosas no andan muy bien. Basta abrir cualquier diario para ver los indicadores negativos: Altas tasas de inflación, desempleo y tipos de interés;  incremento de la deuda pública y un PIB recesivo; tipo de cambio dólar-real que ha rebasado el 1 x 4.

Esta atmósfera pesa en una sociedad que se resiste a perder los beneficios de los gobiernos de Lula. Aquellos que sacaron de la pobreza y llevaron al consumo a más de 30 millones de personas pobres que ahora se han vuelto muy susceptibles a las noticias ligadas a la corrupción que alcanza a políticos, contratistas, banqueros y pone entredicho su futuro.

De ahí que muchos hablen ya de un cambio en la cultura política. De evolución del “populismo al liberalismo” de manera que se vuelven menos dependientes y más exigentes con sus gobiernos.

Cualquier semejanza con México, no es mera casualidad, es un asunto sistémico en varios países latinoamericanos. Incluso, cultural, porque va desde abajo hasta arriba. El escritor brasileño João Ubaldo ironizaba cuando afirmaba: “Que era difícil que la corrupción tocase la indignación de los brasileños ya que el sueño de muchos de ellos era tener un corrupto en la familia que aliviase sus apuros económicos”.

Pero se equivoca, el tema de la corrupción ha movilizado a cientos de miles de brasileños en las principales ciudades del país, y es que no es poca cosa lo que está en juego, a Petrobras le han robado miles de millones de dólares que podrían haber terminado en inversión pública: Salud, educación, empleos, vivienda e infraestructura.

Vamos, sostener el éxito petista que ante su ausencia ha terminado por afectar el apoyo popular a Dilma Rousseff en su segundo mandato y en menos de un año está por debajo del 10 por ciento, y no son pocos los que exigen en la calle su renuncia, además de quienes llaman a revisar la eficacia de la coalición presidencial formada por el PT y el PMDB.

Podríamos afirmar que la corrupción es un mal intrínseco a las sociedades democráticas. Lo vemos no solo en América Latina, sino también en mayor o menor grado en las democracias consolidadas y depende mucho del sentido de oportunidad.

Quizá, la diferencia entre los distintos países, radica en el papel de los medios de comunicación con sus propios intereses y de un sistema de justicia que haga valer lo que está en papel.

Los medios de comunicación privados responden a intereses económicos. Y el escándalo vende. Sea por la influencia en la opinión pública como la compra de tiempos, espacios o concesiones.

O, ¿acaso no lo acabamos de ver en las otorgadas al grupo MVS luego del despido de Carmen Aristegui y su equipo de colaboradores?

Pero, no sólo eso, unos medios de comunicación, o más exactamente comunicadores con legitimidad pública pueden poner entredicho la estabilidad de un gobierno.

En Brasil lo vimos en estos días las primeras planas de O Globo, Folha de Sao Paulo o en los momentos de mayor rating de TV Globo generando una atmósfera adversa. Movilizan ciudadanos, influyen en la agenda pública y en la toma de las decisiones políticas.

El otro factor es el sistema judicial, y muy particularmente en Brasil, donde hay una autonomía de los jueces para  investigar los casos de corrupción política.

El mejor ejemplo es Sergio Moro, un juez de 42 años que tiene en jaque con sus pesquisas a todos los presuntos o reales corruptos involucrados en el fraude contra Petrobras, y que alcanza miles de millones de dólares.

Este especialista en temas de lavado de dinero está provocando reacciones similares a las que sufrió el juez Baltazar Garzón, cuando fue por los involucrados en la trama corrupta Gurtel en España.

Y esto es desafío para la democracia brasileña. O se resuelve el caso fortaleciendo las instituciones o la crisis será mucho mayor con un costo alto para todos incluidos sus vecinos hemisféricos.

México, no está lejos de aquello, la única diferencia es que en nuestro caso los medios de comunicación generalmente están  sometidos y tenemos un poder judicial de risa que se regodea con sus nombramientos, salarios y privilegios.

Por eso, mejor que nunca, Samba, pa' ti.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.
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