Jorge Zepeda Patterson
30/08/2015 - 12:01 am
Gana Videgaray, pierde Osorio
Ganan los técnicos, pierden los políticos; salen los veteranos, entran los jóvenes; triunfa la economía sobre la política; en suma, se impone Videgaray a Osorio. Los cambios de esta semana en el gabinete no son para cambiar, si me permiten la redundancia. No buscan modificar la manera en que Peña Nieto ha gobernado, ni mucho […]
Ganan los técnicos, pierden los políticos; salen los veteranos, entran los jóvenes; triunfa la economía sobre la política; en suma, se impone Videgaray a Osorio.
Los cambios de esta semana en el gabinete no son para cambiar, si me permiten la redundancia. No buscan modificar la manera en que Peña Nieto ha gobernado, ni mucho menos un giro de timón. Si fuera partido de futbol diríamos que son cambios de “hombre por hombre”; el que entra cumplirá la misma función, no hay alguna modificación técnica “al parado del equipo” (disculpe que apele a la mala jerga futbolera, es domingo).
Los relevos y enroques en el gobierno simplemente significan que Luis Videgaray, el poderoso secretario de Hacienda, fortalece su control sobre el gabinete y amplía sus posibilidades para lo que vaya a suceder en el 2018. Lo más significativo de todas las modificaciones es el arribo de dos miembros de su equipo a la Sedesol y a la SEP, las secretarías políticamente más significativas de la administración pública tras Gobernación y Hacienda. Aurelio Nuño (SEP) quien fuera coordinador de asesores de Videgaray y José Antonio Meade (Sedesol), ex colaborador, manejarán el equivalente al 28 por ciento del gasto federal. Y más significativo aún: se trata de los dos ministerios claves en la negociación de las bases de apoyo social y eventual movilización del voto. El primero llevará la relación con más de un millón de maestros sindicalizados, el segundo, los enormes presupuestos destinados a los sectores populares.
Desde principios del sexenio se asumió que Peña Nieto gobernaría apoyado en dos brazos fundamentales y equidistantes: Miguel Ángel Osorio Chong, en la secretaría de Gobernación, y Luis Videgaray en Hacienda. Fungían casi como dos vicepresidentes, el primero a cargo del gabinete político, el otro del gabinete económico. Desde la campaña los dos habían operado como coordinadores con autoridad y liderazgo similares. Y, desde luego, ambos fueron considerados como los dos grandes rivales en la lucha por la sucesión presidencial en 2018. La lucha entre estos dos polos terminó formalmente esta semana.
Esto no significa que Luis Videgaray vaya a ser presidente. Por un lado, porque en una elección abierta sería incapaz de atraer el voto masivo. Su personalidad no es precisamente carismática o arrolladora. Y, por lo demás, la secretaría de Hacienda no es la posición más favorable para despertar simpatías entre los contribuyentes o los empresarios. O al menos no la Secretaría de Hacienda que hemos padecido los primeros tres años. Pero esto podría cambiar. En los últimos días Videgaray ha dicho a diestra y siniestra que ya no volverán a aumentar los impuestos, IVA incluido, y en algunos círculos empresariales comienza a correr el rumor de que se estaría negociando con ellos un alivio del régimen fiscal.
Por otro lado, con Aurelio Nuño y José Antonio Meade, el secretario de Hacienda logra colocar a dos cercanos cerca de las posiciones de salida en la lucha por las presidencia. Si por alguna razón su candidatura es invendible, al menos tendría la posibilidad de jugársela con alguno de los suyos.
Las razones de la “derrota” de Osorio Chong sólo pueden especularse. Es probable que se deba a una combinación de factores. El hecho de que Videgaray haya colado a Nuño como jefe de la oficina de Los Pinos, justo al lado de Peña Nieto en estos primeros tres años, seguramente ayudó a inclinar la balanza en su favor. Por otro lado, también afectó el hecho de que Osorio Chong venía de ser gobernador, es decir, estaba acostumbrado a ser su propio jefe; es sabido que en algunas coyunturas políticas actuó con excesiva autonomía para el gusto de Los Pinos. En cambio, Videgaray trabajaba en Protego Asesores, la empresa de Pedro Aspe responsable de la reorganización de las finanzas del Edomex cuando Peña Nieto era gobernador. Nunca más se separó del ahora presidente.
Y por último, es obvio que las esperanzas de Peña Nieto están cifradas en la economía. La parte política del Pacto por México está muerta. Ni el PAN ni el PRD volverán a concederle al presidente ninguna alianza importante en lo que resta del sexenio si quieren sobrevivir en el 2018. Y pese a que la reforma energética no arrancó como lo esperaban, las expectativas siguen vigentes. Se asume que en algún momento las licitaciones para la explotación petrolera habrán de fructificar y las inversiones arribarán en los próximos años; eso y algún cambio favorable en el contexto internacional podrían darle a Peña Nieto las ansiadas tasas de crecimiento que hasta ahora se han negado.
Muchos dirán que todo esto no son más que cuentas alegres de Videgaray; quizá. Pero a los oídos presidenciales son música comparadas con las cifras de inseguridad y violencia, o pérdida de control regional que salen de Bucareli.
@jorgezepedap
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