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Ernesto Hernández Norzagaray

10/07/2015 - 12:03 am

Red de candidaturas independientes para el 16

Quizá algunos se lo han planteado para sí, pero no para la ciudadanía, lo de una red de candidaturas independientes para participar en 2016 en las 12 elecciones de Gobernador, cientos para Presidentes Municipales y legisladores, regidores y síndicos procuradores donde participaran con su voto 26.6 millones de mexicanos. O sea en casi todos los […]

Quizá algunos se lo han planteado para sí, pero no para la ciudadanía, lo de una red de candidaturas independientes para participar en 2016 en las 12 elecciones de Gobernador, cientos para Presidentes Municipales y legisladores, regidores y síndicos procuradores donde participaran con su voto 26.6 millones de mexicanos.

O sea en casi todos los órganos de representación política. La sola idea seguramente animaría a muchos mexicanos, inconformes con el estado de cosas a participar activa o pasivamente pero también de cuajar estremecería el sistema político y provocaría un doble movimiento entre las fuerzas conservadoras y las progresistas.

Los conservadores seguramente buscarían poner más piedras en el camino como hoy sucede en Chihuahua y Veracruz y los progresistas pasar de un programa mínimo a un programa máximo; de una convocatoria individual a una colectiva; de ver su municipio o distrito electoral a un estado; de un estado a todo el país. Vamos, de la práctica nada a mucho.

Incluso, en caso de suceder podría derivar en la organización un partido verdaderamente ciudadano, algún Podemos o Syrisa a la mexicana, dispuesto verdaderamente cambiar de paradigma político.

Claro, no puede ser lanzada la idea por cualquiera, y sin antes de tener un diagnóstico de las dolencias de la nación, un programa mínimo y realista de prioridades estratégicas.

Algo destinado a generar riqueza y combatir  de las desigualdades sociales, a reducir sensiblemente la deuda de los estados, renegociar tanto las deudas externas como internas, luchar contra la corrupción y la impunidad que carcome a la nación, enfrentar de otra manera el crimen organizado y su secuela en vidas rotas y truncadas; una reforma fiscal recaudatoria pero redistributiva en función de necesidades sociales; en tanto en el terreno político hacer más eficientes los mecanismos de participación ciudadana e incorporar la revocación de mandato que separe de la función pública a los ineficientes.  Qué haya una verdadera separación de poderes y la soberanía de los estados deje de ser la coartada para corrupción.

Se podrá argumentar en contra recordando las dificultades que entrañan los requisitos excesivos que están en la mayoría de los estados de la federación.  Pero, eso se puede combatir legalmente desde la misma ciudadanía yendo a la Suprema Corte de Justicia para que resuelva sobre la legalidad de las leyes electorales estatales que distan del espíritu y la letra de la figura independiente, cuánto estuvieron pensadas como válvula de escape pero también para ampliar los espacios de participación social y política.

Y es que plantearse lo de las candidaturas independientes solamente, como un asunto de irritados que van en busca de una posición de poder para promover los cambios es una búsqueda prácticamente imposible de realizar. En cambio, hacerlo en forma colectiva con un diagnóstico y un programa de gobierno, es otra cosa, que podría reestablecer la confianza en los promotores y animar la participación de muchos incluidos los que han perdido la esperanza en el sistema de partidos.

El ciudadano lo vería más claro y no como parecería hoy como un asunto de caudillos ciudadanos o prohombres de ideas cautivadores. De aventados o en el peor de los casos de oportunistas con visibilidad pública o carisma pero sin una idea firme y contagiosa.

Vamos, la nación reclama hoy iniciativas audaces como las que vimos en las pasadas elecciones, capaces de infundir confianza y promover la participación ciudadana. Está visto qué cuando ello sucede la gente participa con emoción y alegría rompiendo esquemas que parecen inamovibles gracias a la máxima de “qué quien hace la ley hace la trampa”.

No hacerlo ahora cuando están los primeros triunfos independientes es dejar pasar una oportunidad mayúscula que podría no volver a presentarse sin se refuerzan los obstáculos. Hay motivos prácticos para combatir la legislación conservadora que se está votando en los estados cuando se pide más a los candidatos independientes que a los partidos, cómo sí todos aquellos estuvieran apalancados por poderes fácticos, y aun cuando fuera así en el manejo de recursos económicos, las regulaciones son más estrictas que impuestas a los partidos.

Por ejemplo, mientras a un partido político se le exige el 0.26% de la lista nominal para su registro legal, a los candidatos independientes se les pide el 2% o el 5% como sucede en Veracruz, de la misma lista por la circunscripción y cargo político a la que se postula, lo que sin duda humanamente es casi imposible lograrlo.

Y es que lo que estamos viendo, resulta menos costoso defender el monopolio de la representación política –y cosa curiosa en todo el arco izquierda-derecha- qué hacer su propia autocrítica para recuperar la iniciativa para que los partidos sigan siendo el instrumento perfecto para la intermediación de intereses.

Si alguien piensa que las candidaturas independientes llegaron para sustituir a los partidos probablemente esté equivocado. Son sólo el preámbulo de formas de organización colectiva. La vigencia del sistema de partidos no está en duda, lo que está en duda es su eficacia y eficiencia en la solución de problemas colectivos.

En definitiva, la revelación de las candidaturas independientes como canales de expresión política está en su mejor momento. La percepción que tiene la gente sobre ellas  es positiva. Y este es un incentivo para la agregación política de cada una de estas individualidades pero siempre y cuando caminen con un compromiso y programa de transformaciones.

Y, la semilla para una cuestión tan trascendente, son los candidatos independientes ganadores, los demócratas y sus seguidores entusiastas.

Pues, al final del día, la fortaleza de estos solo es inteligible en las luchas por consolidar está figura constitucional.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.
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