Arnoldo Cuellar
18/06/2015 - 12:03 am
Ricardo Anaya: ¿cómo limpiar la corrupción con corruptos?
Un grupo de panistas guanajuatenses, identificados con el liderazgo de Luis Alberto Villarreal desde hace años, madrugaron este lunes para testimoniarle su respaldo al naciente astro panista, el queretano Ricardo Anaya, quien buscará y seguramente logrará convertirse en dirigente de Acción Nacional dentro de pocas semanas. Villarreal ha sido un político hábil y afortunado. Lo […]
Un grupo de panistas guanajuatenses, identificados con el liderazgo de Luis Alberto Villarreal desde hace años, madrugaron este lunes para testimoniarle su respaldo al naciente astro panista, el queretano Ricardo Anaya, quien buscará y seguramente logrará convertirse en dirigente de Acción Nacional dentro de pocas semanas.
Villarreal ha sido un político hábil y afortunado. Lo primero le permitió aglutinar las disidencias del oficialismo blanquiazul en el ya mítico Pacto de la Loma, del que formaban parte junto con él Javier Usabiaga, José Ángel Córdova y Ricardo Sheffield.
Con esa estratagema lograron posicionarse como una alternativa al panismo aglutinado en torno a la mancuerna Juan Manuel Oliva – Elías Villegas, que se había convertido prácticamente en dueño del estado.
La fortuna vino no precisamente de las formas más ortodoxas. Como ha sido documentado con amplitud, Luis Alberto Villarreal emergió de la alcaldía de San Miguel Allende como el dueño de una fortuna inmobiliaria que le administraba su hermano Ricardo, el mismo que hoy ha llegado a recibir esa heredad por obra y gracia de los malos gobiernos que le antecederán.
De los lotes en fraccionamientos de lujo a las inversiones en casinos, ya como producto de la protección del grupo político en torno a Gustavo Madero, solo medió un paso. Villarreal pasó de ser un muchacho alegre y jaranero que se divertía en los antros de San Miguel Allende a un potentado que viajaba a Madrid de entrada por salida solo para sentarse en barrera de primera fila de la plaza de Las Ventas a disfrutar una tarde con el matador de moda.
Después llegaron las tentaciones de manejar el presupuesto federal desde la coordinación de la bancada panista en el Congreso de la Unión, permitiendo que las prioridades del gobierno priista permanecieran intocadas mientras a Luis Alberto Villarreal se le permitía manejar a placer una bolsa de más de mil millones de pesos para obras y apoyos a municipios. La habilidad del sanmiguelense lo llevó a idear una fórmula que ni a los priistas más corruptos se les había ocurrido: cobrar una comisión líquida a los alcaldes que recibieran el apoyo, los hoy mundialmente famosos “moches”, adoptados ya por otras fracciones políticas.
No fue todo, la fortuna de Villarreal, la que tiene que ver con la suerte y no con el dinero, lo traicionó finalmente cuando se filtraron a un medio de comunicación las lascivas imágenes de un video donde un grupo de diputados semialcoholizados fraternizaban con chicas de alterne en una fiesta privada en Puerto Vallarta. La foto que quedó para la historia fue la del propio Villarreal ejecutando con donaire una quebradita que hubiera hecho las delicias del público en una cinta de ficheras.
El desgaste traído por ese escándalo, con ribetes moralistas más que políticos, fue suficiente para que Gustavo Madero relevara a Villarreal de su cargo como coordinador de la bancada panista, para replegarlo a un discreto segundo término, pero desde donde operó para dejar a Miguel Márquez prácticamente sin posiciones en la lista de candidatos a diputados federales de su partido.
Villarreal es uno de los principales actores del derrumbe de la imagen panista ante la opinión pública, que derivó en una baja sustancial de la votación de este partido en la elección de este 7 de junio. si por algo el PAN de Gustavo Madero no logró capitalizar el descontento con el presidente Enrique Peña Nieto y el desgaste de las divididas izquierdas, fue por el tema de la corrupción.
Es tan claro ese punto que fue necesario traer a Ricardo Anaya del Congreso, donde llevo la presidencia de la mesa directiva sin estridencias y con gran eficacia, para que ocupara la secretaría general de Madero y desde allí encabezara una campaña, precisamente, contra la corrupción, al ocupar la presidencia de forma interina durante la etapa de selección de candidatos.
Sin embargo, más allá de la insistencia en spots y de los mensajes relativamente convincentes de Anaya, el propósito no se logró y el PAN recibió el castigo de tener en sus filas personajes como Villarreal, como Guillermo Padrés y como tantos otros.
Por eso, llama la atención que a pocos días de haber lanzado un nuevo video con sus posturas para acelerar la convocatoria a elecciones en el PAN y plantear que en el castigo en la urnas a este partido fue evidente “que los ciudadanos están hartos de la corrupción y hartos de los políticos de siempre”, Anaya se tome una foto con políticos de Guanajuato donde la posición prominente la ocupa Luis Alberto Villarreal, emblema viviente de corrupción y política tradicional.
Es evidente que el peor momento de un político para efectuar deslindes es, precisamente, cuando va a una campaña para buscar una posición. Sin embargo, lo que el momento requiere, de acuerdo al discurso del propio Anaya, es audacia y determinación, acompañada de coherencia y valentía. Así que un manejo de dobles discursos donde por un lado se censura la corrupción en general, pero se acepta a los corruptos en particular como aliados, deja mucho que desear.
Si esto continúa, el proyecto renovador de Ricardo Anaya se despintará más pronto que tarde y quedará solo en lo que muchos sospechamos: una cara nueva que pretende ocultar las maniobras, el pragmatismo y el amor por el poder y el dinero del grupo encabezado por Gustavo Madero.
Es decir, Anaya mostrará muy pronto que detrás de su talante juvenil y de su fresco discurso, en realidad estamos ante otro avatar de los políticos de siempre, pero con una agravante: la de la hipocresía.
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