Ernesto Hernández Norzagaray
05/06/2015 - 12:02 am
Elecciones en llamas
Si el escenario es poco estimulante, el desenlace institucional puede resultar incierto. Los nuevos ordenamientos que dan mayores atribuciones a los organismos electorales han provocado un incremento de litigios en esta materia que deben satisfacerse en tiempos perentorios. El incremento de la violencia en los estados de Tamaulipas, Estado de México, Jalisco, Michoacán y Guerrero; […]
Si el escenario es poco estimulante, el desenlace institucional puede resultar incierto. Los nuevos ordenamientos que dan mayores atribuciones a los organismos electorales han provocado un incremento de litigios en esta materia que deben satisfacerse en tiempos perentorios.
El incremento de la violencia en los estados de Tamaulipas, Estado de México, Jalisco, Michoacán y Guerrero; las protestas del magisterio organizado en la CNTE de Oaxaca, Michoacán, Guerrero y Chiapas; la creciente presencia del crimen organizado en la definición de los candidatos; los asesinatos de 20 candidatos en 70 ataques en actividades proselitistas y el activismo en torno a la tragedia de los 43 estudiantes desaparecidos de la Normal Rural de Ayotzinapa es una verdadera bomba de tiempo para el sistema electoral.
Además, el malestar ciudadano por los escándalos de corrupción en las altas esferas del gobierno federal, entre otros, podrían hacer cumplir la hipótesis sobre un alto abstencionismo que podría alcanzar el 60% y hasta el 70% de la lista nominal, lo que significaría que estás elecciones federales se definirían por el plus de voto duro, compra y coacción de votantes.
Que por cierto ha sido siendo pavimentado por el Partido Verde con el reparto de bienes y le ha merecido sanciones en el INE menores a las que establece la legislación y lamentablemente están siendo canceladas por el Tribunal Electoral.
Entonces, con este escenario complejo y nada estimulante se celebraran las elecciones de este domingo, y aun con la participación de una minoría, se formaran gobiernos tanto en el ámbito federal como en los estados de la federación. Este desenlace no es nuevo es una rutina consolidada como lo vimos en los peores años del calderonismo cuando la participación ciudadana fue solo de 44% de la lista nominal.
La pregunta ahora sería no si habrá elecciones, sino que hace diferente a esta elección ¿y porque tendríamos que pensar que será más alto el costo?
No quiero minimizar la conflictividad social y política sino reconocer que las élites políticas se mueven perfectamente en este escenario complicado y no termina por quitarles el sueño pues hay incentivos mayores y cuentan con márgenes de maniobra.
En el mejor de los casos estarán pensando en una nueva reforma electoral para reducir la tensión y la reparación del sistema que hace agua por varios lados sino es que recursos autoritarios.
Nuestro sistema político está diseñado para que funcione en escenarios complicados, tenemos una elite convencida de que la política es tensión y saben que para conservar privilegios es necesario mantener el statu quo con reformas electorales periódicas, como lo viene haciendo desde principios de los años cincuenta con el reconocimiento del voto a las mujeres, y qué se afirmó en los setenta con el diseño de la LFOPPE, aquella reforma electoral que recordemos amplió el sistema de partidos y la representación política.
Pero, hoy, luego de casi una decena de reformas constitucionales y reglamentarias en materia electoral, no podemos jactarnos de tener un sistema de partidos eficiente y eficaz sino cada día más corrompido que no le está sirviendo al país para enfrentar otros problemas en su vida pública.
Incluso, esa expectativa es lo que explica que habrá diez partidos y dos decenas de candidatos independientes en la boleta electoral federal y un número considerable de estos candidatos en los comicios concurrentes.
Afortunada o desafortunadamente, según quien lo vea, el diseño institucional está pensado para que esta elección la oferta se reduzca a seis o siete partidos producto del incremento del umbral electoral del 2 al 3% de la votación emitida.
Entonces, con un sistema de partidos comprimido y más dinero, porque la bolsa no se reduce con menos partidos sino se incrementa cada día con los nuevos registros ante el Registro Federal de Electores, los incentivos tienden a ser mayores para los que se quedan aun cuando reciban menos votos.
Por ejemplo, si de los diez partidos en competencia solo cinco de ellos logran superar el umbral electoral y cada uno de ellos obtiene el 20% de la votación emitida, los 5 mil millones de pesos que se asignan a los partidos correspondería mil millones de pesos a cada uno de ellos mediante la fórmula de 80-20 prevista en la ley.
Y ante la falta de visión de Estado, que en el inicio de este gobierno parecía tenerla con las llamadas reformas estructurales hoy empezamos a ver los costos políticos, la debilidad del Presidente se hizo patente con la “cancelación por tiempo indefinido” de una parte sustantiva de la reforma educativa. Aquella que estaría destinada a evaluar periódicamente a los maestros de educación básica con el fin de que las elecciones transcurrieran con cierto orden en algunos estados del sur de país.
Mal cálculo. Los maestros de la CNTE no se desactivaran porque tienen una agenda que va mucho más allá de lo concedido y ya lo estamos viendo en las juntas distritales del estado de Oaxaca, que están tomadas incluida la quema de papelería electoral muestra la irritación e insuficiencia de la medida cancelatoria.
El próximo domingo tendremos elecciones en los estados de Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas y quizá en Jalisco, marcadas por las llamas de la violencia que estarán demostrando la debilidad del sistema electoral para encauzar el gran descontento que existe en amplios sectores de la población y qué va más allá de esos estados donde la tensión se ha transformado en violencia.
Bajo estas circunstancias las opciones políticas tienden a reducirse a las de la llamada “violencia legítima”, que es la más costosa especialmente en materia de derechos humanos, y qué son propias de los Estados de excepción donde el sistema de seguridad se pone por encima de la leyes y llegan a cometerse crímenes rutinarios de lesa humanidad, como lo vimos en San Fernando, Apatzingán, Tlatlaya, Cuautla y ahora en Tanhuato.
Y es que luego de esas masacres muchos mexicanos son más sensibles a los mensajes intimidatorios que representan noticias de muertes de candidatos y hasta llegan a preguntarse: ¿Qué sentido tienen las elecciones cuando los instrumentos políticos del Estado mexicano han sido desplazados y se impone las soluciones de fuerza? ¿Acaso estamos entrando, o ya estamos dentro, en una pendiente que está desplazando las instituciones civiles? En política, recuérdese, no hay vacíos.
Es lo que podría derivar este domingo, la formación de gobiernos civiles donde muchos de ellos podrían funcionar en medio de este fuego y el del crimen organizado. Quizá, entonces, nos demos cuenta que estamos en un nuevo sistema político donde los actores de la seguridad pública y criminales tienen mayor autonomía decidiendo cada día más y ello significa un modelo de sociedad diferente a la que todavía sostiene el discurso oficial.
Eso parafraseando la expresión de Osorio Chong de que México no está en llamas, nos permite afirmar que las elecciones están en llamas en varios estados.
Por eso, hay que salir a votar.
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