Francisco Ortiz Pinchetti
22/05/2015 - 12:01 am
La maldición chichimeca
Difícilmente podrían ser peores las condiciones en que nuestra nación arriba a la recta final del proceso electoral intermedio que culminará con las elecciones del próximo domingo 7 de junio. La corrupción mana a borbotones por todas las atarjeas públicas de este país, mientras la impunidad campea como nunca a pesar de todas las evidencias […]
Difícilmente podrían ser peores las condiciones en que nuestra nación arriba a la recta final del proceso electoral intermedio que culminará con las elecciones del próximo domingo 7 de junio. La corrupción mana a borbotones por todas las atarjeas públicas de este país, mientras la impunidad campea como nunca a pesar de todas las evidencias y denuncias. Los enfrentamientos violentos no cesan en diversos estados de la República y la tragedia llega al clímax del horror con el caso de El Negrito, en Chihuahua. Las amenazas de boicot a los comicios en estados como Oaxaca, Guerrero y Tamaulipas se traducen en acciones contundentes, que llegan a la masacre. Otra treintena de personas desaparece sin más, ahora en Chilapa, Guerrero. En los medios, la campaña electoral transcurre en medio de ataques mutuos entre partidos y candidatos y propuestas inalcanzables, mentirosas, sin que logren despertar otra cosa que el repudio de los electores. El Tucán sigue muerto de risa ante el burocratismo y los poderosos intereses que lo defienden de las solicitudes de siete partidos y 140 mil ciudadanos de retirarle el registro al Partido Verde por sus abusos sin límite. La economía no levanta y las expectativas de crecimiento para el presente año siguen a la baja. Y encima de todo esto nos cae la maldición chichimeca.
Da vergüenza constatar cómo cada día más el tema de la corrupción mexicana (diagnosticada ya como elemento consustancial de la cultura nacional por el doctor Enrique Peña Nieto) es recogido, analizado y destacado por investigadores y por medios internacionales. México se ha puesto de moda en tan deleznable especialidad, que sólo en 2014 nos costó 341 mil millones de pesos, según el presidente de la Comisión de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Federación, Erwin Francisco Arriola. El cálculo tiene como base «un indicador del Fondo Monetario Internacional, que establece que un aumento del 10 % del producto interno bruto en la corrupción genera una pérdida de 2 % en el crecimiento del PIB», explicó. «Con estos cálculos se puede establecer que el nivel de corrupción fue de 15 % de la inversión pública del 2014 en el país». Y no pasa nada. No hay culpables.
La campaña de lodo y de mentiras, que cuesta miles de millones de pesos en tiempos oficiales, colma, satura, desborda los medios de comunicación. Mensajes insulsos, diatribas, calumnias, mentiras llenan los tiempos de radio y televisión que los concesionarios deben ceder al INE por obligación legal. Derroche inútil. Los intentos por detener los abusos del Partido Verde resultan un fiasco. El miércoles pasado, en sesión extraordinaria, resultó que el esperado proyecto de acuerdo para iniciar un procedimiento para quitarle el registro al PVEM por incumplir de manera grave y sistemática las obligaciones que le señala la Ley electoral vigente presentado por siete partidos políticos “no está sustentado por la vía correcta” y hay que reponerlo. Se acumulan a la cuenta del partido dizque ecologista multas por cientos de millones de pesos y aun así le sale barato, ganga: cada punto porcentual de aumento en su votación le significa el equivalente a miles de millones de pesos en prerrogativas, cargos, sueldos, canonjías, poder. Se estima que el número de diputados federales del PVEM subirá de los 34 que obtuvo en 2012, a un mínimo de 37 y un máximo de 44 en las elecciones del domingo 7 de junio. Ese incremento es oro molido para el partido-franquicia, no sólo por el valor en sí que tiene cada curul ocupada por sus militantes, sino por la ampliación exponencial de su capacidad de negociación con otras fuerzas políticas, particularmente con el PRI y su gobierno. Por eso el Tucán sigue muerto de risa.
La economía hace agua. El Banco de México informó en su reporte trimestral que sus previsiones para el crecimiento de la economía mexicana en 2015 y 2016 se ajustaron a la baja. Para 2015, el intervalo de crecimiento para el PIB se revisó de uno de 2.5 a 3.5 por ciento a uno de 2.0 a 3.0 por ciento. Para 2016, se modificó el intervalo de uno de entre 2.9 y 3.9 por ciento a uno de entre 2.5 y 3.5 por ciento. El banco central informó que algunos de los riesgos a la baja para el crecimiento económico de México señalados en el Informe pasado se han materializado. Ayer, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público ajustó también a la baja por segunda vez en el año y dejó el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para este año en un rango de entre 2.2 y 3.2 por ciento, luego de que en febrero había dado un estimado de 2.5 a 3.5 por ciento. Por su parte, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) informó que la economía mexicana creció apenas un 0.4 por ciento durante el primer trimestre de 2015 respecto al trimestre previo, lo que representa el avance trimestral más bajo de los últimos cinco periodos.
Aparte de la estupidez que implica en sí mismo, el desliz telefónico del consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova Vianello, que en una conversación privada grabada de manera ilegal le platica a un amigo (el secretario ejecutivo del INE, Edmundo Jacobo) de manera ciertamente burlona y con un léxico nada académico su encuentro con un jefe chichimeca de Guanajuato, denota una inaudita ignorancia por parte del reconocido abogado y doctor en Teoría Política –árbitro mayor de las elecciones federales– sobre la naturaleza, la situación y la dignidad de los pueblos indígenas. Seguramente ignora que los chichimecas son herederos de una etnia indómita, la única que no se rindió jamás ante los conquistadores españoles y que los pocos sobrevivientes de aquellas hordas indomables venidas del Norte subsisten en condiciones de extrema pobreza en localidades perdidas en la Sierra Gorda, entre los estados de Querétaro y Guanajuato. Por lo demás, el linchamiento en las redes sociales del hijo de Arnaldo Córdova no pasa de ser una hipócrita reacción propia del verdadero, profundo racismo que forma parte de la idiosincrasia de muchos mexicanos. Demasiados, diría yo. La verdadera maldición chichimeca no tiene nada que ver con la advertencia del Gran Jefe de impedirle al consejero presidente la realización de “tus elecciones”, como le dijo. La verdadera maldición chichimeca es que según todas las encuestas el PRI ganará otra vez las elecciones. Válgame.
Twitter: @fopinchetti
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