Una golondrina no hace, pero puede ser la primera, del verano. El 9 de mayo, el teniente coronel Julián Leyzaola salió de una tienda de artículos de oficina y subió a su camioneta, enfilando rumbo a El Paso, Texas; manejó como 4 kilómetros entre las calles de la ciudad rumbo al puente.
Faltando unos cientos de metros para llegar, se detuvo para que su esposa comprara dólares; estaba sin arma y sin escoltas. Mientras él la esperaba en el vehículo, con su hija de 2 años en el asiento trasero, un sujeto se acercó al vehículo y le disparó al ex funcionario, lesionándolo en el tórax.
Cualquiera diría que fue una cadena de descuidos lo que permitió el atentado, pues además los atacantes (un segundo esperaba al tirador en un vehículo cercano) parecían inexpertos en el cumplimiento de tales encomiendas: sólo tenían una pistola vieja, en mal estado y con cuatro balas disponibles. La duda entonces es, ¿cómo pudieron, delincuentes de poca monta, ubicar al teniente coronel en ese lugar preciso?
Este atentado rompe con todos los protocolos del asesinato por encargo; estos crímenes tienen un sistema muy riguroso que asegura el éxito de la operación y el escape de los sicarios, lo han llevado a cabo aquí más de 11 mil veces y casi nunca falla. Crece la incógnita: ¿quiénes y por qué atentaron contra Leyzaola?
Entender lo anterior es importante, no por curiosidad morbosa sino para tratar de prevenir lo que nos espera; en Juárez sabemos que la delincuencia creció a la sombra de la protección policiaca, sobre todo a partir de 1999, y que las pugnas entre policías son el prólogo de la guerra.
En 1998 ingresó a la dirección de la Policía Municipal un grupo de mandos que rompió todo trato con los anteriores jefes policiacos y se articuló una organización paracriminal, o tal vez parapolicial, denominada “La Línea”, a disposición del Cártel de los Carrillo Fuentes. En aquel entonces el grupo logró el dominio pleno de la plaza, incluyendo la zona del Valle de Juárez; controlaban 300 kilómetros de frontera.
Se mantuvo en el poder hasta 2007, cuando al darse el cambio de administración municipal, los recién llegados cerraron la puerta y detuvieron la influencia de los jefes policiacos de la administración pasada. Así empezaron los conflictos, los anuncios de la guerra llevaban la frase “para los que no lo quieren creer”, que posteriormente fueron acompañados por los cadáveres o cabezas cercenadas de agentes abatidos.
La guerra creció hasta 2011, cuando se contrató al teniente coronel como jefe de la Policía Municipal. Junto con la intervención Federal, el endurecimiento de la Fiscalía del Estado, la participación de la Mesa de Seguridad (ciudadana) y el exterminio de las tropas de los cárteles en combate, fueron bajando los indicadores más alarmantes de la violencia.
Al entrar la nueva administración se negaron a contratar a Leyzaola por tres años más y otro grupo de mandos policiacos asumió la dirección de Seguridad Municipal. Las dificultades de trato entre los actuales y los anteriores jefes son evidentes, y aunque entre ellos ya se han dado la mano, hay algunos casos que encienden focos rojos.
En agosto de 2014 se detuvo al mando operativo de Leyzaola, acusándolo de un delito menor y la Fiscalía hizo todo el esfuerzo posible para mantenerlo detenido. Finalmente no lo logró y el Abilio Ricardo Botello quedó libre, aunque al día siguiente, al ir a registrar su firma en las oficinas de Gobierno, fue atacado por un comando de la muerte. Milagrosamente quedó con vida, internado en una clínica particular.
Yo era visitador de Derechos humanos y, al ver que había dificultades para garantizar su protección, como rutina exigí al municipio y al estado que lo protegieran. Aunque así lo hicieron, me sorprendió enormemente que el presidente de la Comisión se negara a ratificar el trámite de protección de un ser humano, cosa que, entre otras, finalmente me orilló a renunciar.
Al poco tiempo, otra visitadora me acusó públicamente de haber protegido a un torturador; no podía creer que la Comisión estuviera vinculada en conflictos policiaco-delictivos. Aunque esto me tocó cerca, debo dejar constancia de que sí advertí cierta animadversión contra la gente de Leyzaola desde las esferas del poder, pero como tengo 41 años sobreviviendo a esta violenta ciudad, me limité a hacer mi trabajo, dejar a salvo al oficial y no preguntar quién ni por qué, ya que eso era materia para la Fiscalía.
Hubo otros incidentes y señalamientos muy fuertes de la gente de Leyzaola contra el director operativo de la Policía Municipal, pero no se concretó ninguna denuncia formal; entendimos que eran los conflictos naturales de una administración contra otra.
Ahora es tiempo de encender de nuevo los focos rojos:
Leyzaola, después del atentado y sabiendo el impacto de la prensa, culpó directamente al director operativo de Seguridad Pública de la autoría intelectual del atentado en su contra. El presidente municipal apoyó al mando policiaco actual y rechazó que estuviera vinculado con la delincuencia, mientras la Fiscalía hizo públicas dos líneas de investigación que destruyen la credibilidad del ex jefe policiaco.
El conflicto ha alcanzado dimensiones que pueden escapar de control y la última vez que eso sucedió pagamos once mil quinientas vidas. Volvemos a la primera pregunta: ¿por qué, si Leyzaola sabía de sus malas relaciones con los delincuentes y la policía local, andaba por la ciudad sin escolta y sin armas? La explicación de que iba a El Paso es inaceptable, porque cuando alguien está marcado, como él dice estarlo, hay rutinas de acompañamiento hasta medio puente
Aunque tal vez sea haya sido un ataque circunstancial “al topón», como dicen por acá cuando alguien se encuentra de manera afortunada con un adversario y en ese momento decide asesinarlo; este no es un juego de CSI, se trata de un evento que puede significar el recrudecimiento de la lucha interna entre las Policías, y eso sí es muy peligroso para la ciudad.
Quedan muchas dudas en el aire, más cuando se descubrió que Leyzaola estuvo asociado a una empresa de seguridad con el anterior presidente municipal, “Teto” Murguía, quien quiere ser candidato a gobernador pasando por encima del actual mandatario y el presidente municipal.
“Teto” nunca se ha detenido ante algo, e incluso en sus esfuerzos ha llegado a insinuar a gritos que si no lo propone el PRI, él va a ser el candidato de unidad de la izquierda chihuahuense (al tiro Morenos). El agua está muy revuelta y hay lodo de fondo, por eso “algo huele mal en Dinamarca”.