Arnoldo Cuellar
14/05/2015 - 12:03 am
La misteriosa muerte en la mansión Fox
La familia Fox Sahagún no la ha tenido nada fácil en los últimos días. En el transcurso de dos semanas se produjo el secuestro de la exesposa de Manuel Bribiesca Sahagún, el primogénito de Martha Sahagún de Fox; y la muerte presuntamente accidental de un invitado a una fiesta de Vicente Fox de la Concha, […]
La familia Fox Sahagún no la ha tenido nada fácil en los últimos días.
En el transcurso de dos semanas se produjo el secuestro de la exesposa de Manuel Bribiesca Sahagún, el primogénito de Martha Sahagún de Fox; y la muerte presuntamente accidental de un invitado a una fiesta de Vicente Fox de la Concha, hijo de Vicente Fox Quesada, en el complejo familiar de San Cristóbal.
La primera es una situación lamentable, donde una mujer alejada de la familia de la exprimera dama y su esposo, que solo conserva el vínculo de los hijos procreados en el matrimonio, es víctima de un ataque criminal que probablemente tiene por objetivo desestabilizar a los Fox Sahagún, además de obtener un lucro ilícito.
El segundo evento es aún más preocupante, pues el complejo de residencias del expresidente y sus hijos aún son resguardadas por elementos del Estado Mayor Presidencial, cuerpo de élite con protocolos muy precisos para cualquier situación de emergencia.
Resulta altamente improbable que ocurra una muerte accidental por una circunstancia tan banal como ingresar a una alberca en aparente estado de ebriedad, habiendo una vigilancia como la que ordinariamente acompaña a Fox de la Concha en sus actividades cotidianas.
Más grave aún resultan otros hechos, como que el afectado, Ricardo Rábago, un empresario dueño de centros de esparcimiento que además practicaba deportes regularmente, haya sido conducido al Hospital General Regional donde se le declaró muerto a causa de “asfixia por sumersión”.
Es decir, el hombre de 47 años ya estaba muerto cuando fue trasladado del lugar donde ocurrieron los hechos a un nosocomio donde se dio parte al Ministerio Público, que declaró el deceso como accidental solo por los testimonios de personas a las que no se identifica en la información disponible.
Resulta poco creíble que quienes trasladaron el cuerpo no se hayan percatado de que la persona había perdido la vida, tratándose como se presume de elementos de seguridad capacitados. Si aún presentaba signos vitales llama la atención que se le haya trasladado al Hospital General, no obstante que los asistentes a la “fiesta” eran en su mayoría personas pudientes.
El velo de misterio, de evidente ocultamiento de detalles y de complacencia de las autoridades ministeriales no hace más que incrementar las sospechas de que se tendió sobre los hechos un velo de protección para evitar el escándalo, algo que no debería ocurrir de tratarse de un simple accidente.
El problema para la familia Fox es que los elementos del Estado Mayor necesariamente deben reportar lo acontecido a sus superiores, que ahora responden a una Presidencia de la República en manos de un priista.
Probablemente, de acuerdo a los usos y costumbres del presidencialismo mexicano, ese que Fox ofrecía superar y en el que se instaló cómodamente, primero como protagonista y después como súbdito, la verdad del tema, cualquiera que sea, será enterrada. Lo que si ocurrirá, de haber circunstancias inmanejables en términos de la opinión pública, es que el primer presidente panista de la historia aumentará su dependencia y subordinación de la presidencia de Enrique Peña Nieto y de las que siguen.
Aunque habría que matizar: a estas alturas ya es muy poco lo que se pierde.
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