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Francisco Ortiz Pinchetti

10/04/2015 - 12:01 am

El PAN hipócrita

Durante muchos años, décadas, los panistas tuvieron la posibilidad de señalar y denunciar las corruptelas de los políticos priistas. En algunos casos, en algunos lugares, se llegaron a convertir en una suerte de conciencia pública sobre el comportamiento de los funcionarios y legisladores, aun  cuando rara vez sus observaciones consiguieran algún efecto correctivo, sobre todo […]

Durante muchos años, décadas, los panistas tuvieron la posibilidad de señalar y denunciar las corruptelas de los políticos priistas. En algunos casos, en algunos lugares, se llegaron a convertir en una suerte de conciencia pública sobre el comportamiento de los funcionarios y legisladores, aun  cuando rara vez sus observaciones consiguieran algún efecto correctivo, sobre todo por los controles que amordazaban a los medios de comunicación. La razón de ese privilegio era simple: tenían autoridad moral.

Ocurre que los actuales dirigentes de Acción Nacional actúan como si mantuvieran esa calidad perdida y basan su estrategia electoral en la denuncia de la corrupción ajena, como si nada hubiera ocurrido. Parecen olvidar que ya gobernaron este país durante doce años y que desde que con patente de honestidad y seguido por millones de creyentes Vicente Fox se metió a patadas a Los Pinos, han pasado demasiadas cosas. En pocas palabras: han perdido su autoridad moral. Y por eso suenan patéticos los spots en que tratan de desacreditar a su principal competidor a partir de actos de corrupción divulgados en los meses recientes y que por supuesto son absolutamente condenables.

Ya es lugar común afirmar que los panistas olvidaron sus principios y se corrompieron a partir de que accedieron al poder. En ese sentido, demostraron que son iguales a sus rivales históricos. Y aún peores. Los priistas llegan al  cinismo inaudito de presumir en público su corrupción; ellos caen en la peor hipocresía: Gritan “¡al ladrón, al ladrón!” mientras de sus bolsas brotan fajos de billetes mal habidos. Y no le falta razón al dirigente nacional del PRI, César Camacho cuando –independientemente de sus culpas propias— afirma que los panistas antes eran “mochos” y ahora hacen “moches”.  Es la verdad, ni modo. Por eso y por mil causas más causa grima escuchar al presidente nacional panista Gustavo Madero Muñoz hablar de la lucha de su partido contra la corrupción.

El comportamiento de los gobernantes panistas en los diferentes niveles de gobierno no ha sido precisamente ejemplar. Con excepciones, claro. Ni en el ámbito federal ni en las administraciones estatales y municipales han estado ausentes los abusos, los negocios ilícitos, el tráfico de influencias, el enriquecimiento más que explicable, pero ilegal. El caso de la delegación Benito Juárez, en el Distrito Federal, es paradigmático. Lo peor de todo es que a todos cobija una impunidad que no es muy diferente a la que estila el PRI. Las dirigencias solapan descaradamente a los ladrones, a los extorsionadores, a los traficantes de influencias, a cambio de su incondicionalidad.  ¿Cuál es la diferencia?

Por lo demás hace mucho que los panistas abandonaron sus prácticas democráticas, a menudo ejemplares.  Fui testigo, metiche al fin, de muchas asambleas en las prevalecieron el respeto a los principios y a las normas internas, el debate de altura, las disputas válidas y honradas, el conteo de los votos de manera transparente. Hoy día prevalece, como en el otro lado, la imposición, el dedazo, la venta de puestos y candidaturas, las canonjías que ya ni siquiera ocultan. ¿Cómo entonces, con qué autoridad moral, señalar con índice de fuego –como suele decirse— a los rateros y sinvergüenzas del tricolor?

Un ejemplo fresquecito de lo anterior nos lo regala SinEmbargo al recordar el caso del gobernador panista de Puebla, que tuvo una singular ocurrencia el 4 de marzo de 2012, hace poco más de tres años, cuando jugaron las Chivas de Guadalajara contra el Puebla de La Franja, en la Angelópolis. Pone el texto: “El Gobernador Rafael Moreno Valle, conocido también como ‘Rafa’, invitó a comer a Ximena Navarrete Rosete, la modelo de Guadalajara que ganó el Nuestra Belleza México 2009 y después el Miss Universo 2010. Y luego la llevó al estadio para que disfrutara de su compañía y del partido. La llevó… en una ambulancia aérea. Hoy el Partido Acción Nacional (PAN) exigió la ‘destitución e inhabilitación de David Korenfeld de Conagua’ por el uso de un helicóptero oficial en asuntos personales. No dijo nada, a pesar del escándalo, cuando su Gobernador dispuso de la ambulancia aérea para transportar a la modelo”.

Le dicen “doble moral”, pero en realidad es una simple falta de vergüenza. Lo mismo ocurre con los “moches”, ya toda una especialidad de los legisladores panistas consistentes en pedir a los ayuntamientos un “entre” a cambio de la asignación de recursos públicos que cada diputado federal: 25 millones de pesos, cuyo destino tiene la facultad de decidir por sí y ante sí.

No se confunda  esta desautorización que creo fundamentada a las “denuncias” oportunistas del PAN con una defensa del PRI ante las atrocidades inauditas que hemos conocido en los meses recientes, por Dios. Claro que hay que denunciar y condenar por todos los medios posibles los casos de dispendio, corrupción  y presunta colusión de intereses, que por supuesto no son nuevos, como ocurre con el Presidente Peña Nieto y su esposa en los casos de la Casas Blancas (que son varias), la mansión del secretario Videgaray en Malinalco, el uso de un helicóptero oficial como taxi familiar por parte del ya renunciado director general de Conagua o el reloj de “dos millones de pesos” presumido por el dirigente priista; pero los panistas no tienen cara con qué hacerlo, a riesgo de morderse la lengua hasta sangrársela. Me parece que su estrategia electoral basada en la “anticorrupción” se les puede fácilmente revertir.  Difícilmente, por lo pronto, habrá alguien que atribuya al PAN el mérito por la destitución de  David Korenfeld Federman, que en cambio puede capitalizar el gobierno priista. Tirar la primera piedra, hoy día corresponde –como ocurrió en el caso del vecino Ignacio Vizcaíno Tapia, que tomó y divulgó la foto del helicóptero de Conagua— a ciudadanos comunes y honrados que tienen, ellos sí,  la autoridad moral para hacerlo, porque no se han robado nada. Vágame.

 

Twitter: @fopinchetti 

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).
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