El nuevo ídolo del mirreynato, según se lee por aquí y por allá, ya no es Luis Miguel sino Enrique Peña Nieto.
El mirreynato, que básicamente se refiere a las clases altas o privilegiadas mexicanas (para quienes el resto de la población son “gatos”), ha venido a reafirmar nuestra telenovelesca situación clasista en nuestro país.
Esta tendencia ha causado furor en nuestra clase política y ya son reconocidos como mirreyes varios de sus representantes más visibles, como Manuel Velasco Coello, Alejandro del Mazo, Geraldo Islas Maldonado, Jorge Kahwagi y Enrique Aubry, por mencionar sólo algunos.
La actitud de estos políticos privilegia, por supuesto, la diferencia de clases, la discriminación y el racismo, pero, sobre todo, marcan una distancia (insalvable ya) entre ricos y pobres, fomentando con ello la intolerancia y el repudio hacia las clases menos favorecidas.
En Colima, el candidato priista a la gubernatura José Ignacio Peralta Sánchez representa al mirrey por excelencia, aunque ahora encubierto (por estar en campaña) de “gente del pueblo”. Perteneciente a la burguesía local, su candidatura (impuesta por el presidente Peña Nieto) representa claramente el rumbo que está tomando la clase política nacional, que privilegia los excesos de unos cuantos y pone en detrimento la vida de las mayorías.
Siguiendo la línea del mirreynismo, la de Peralta Sánchez es una campaña que, pese a quererse embadurnar de las clases populares, no niega su estatus elitista ni, mucho menos, el estilo de gobierno que le esperaría a Colima de llegar a la gubernatura. Una de sus imágenes de campaña lo representaba con bermudas, saco y corbata, y una tabla de surf, imagen por antonomasia del mirrey entre las élites colimenses.
Si la mayoría de los mexicanos están contentos con los excesos de Peña Nieto, entonces ningún colimense debería dudar votar por Peralta Sánchez en las elecciones del próximo 7 de junio.
@rogelioguedea