Benito Taibo
29/03/2015 - 12:00 am
Poderoso caballero…
A los ricos y poderosos de éste país y del mundo, les da exactamente igual lo que digamos en voz alta o baja, frente a un micrófono o en la tarima del mitin, frente a un auditorio repleto o a un solitario confidente que está del otro lado de la taza de café. Les da […]
A los ricos y poderosos de éste país y del mundo, les da exactamente igual lo que digamos en voz alta o baja, frente a un micrófono o en la tarima del mitin, frente a un auditorio repleto o a un solitario confidente que está del otro lado de la taza de café.
Les da igual lo que pensamos, lo que escribimos, y por supuesto lo que soñamos. En resumen, les valemos madre. Ellos están muy ocupados haciendo dinero y adquiriendo el poder y las herramientas de transformación de la realidad que conlleva la acumulación de riqueza.
Para un rico nada es imposible.
Porque con dinero se pueden comprar coches, mansiones, helicópteros, conciencias, plumas, autoridades, mujeres, niños, perros, tigres, presidentes, periodistas, gobernadores, alcaldes, policías, lacayos, sicarios y una fauna inmensa de aduladores que servirán para mover afirmativamente la cabeza mientras el dueño de los bienes gira un cheque para pagar su última adquisición.
Hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Porque han de saber que la realidad puede ser transformada sí se tiene el suficiente oro para hacerlo. Y con ello crear alrededor una apariencia de realidad donde no hay malos olores, ni gente pobre, ni amontonamientos o atascos de tráfico, ratas o casuchas de cartón. Y sí en cambio, champaña, vestidos caros y viajes en aviones propios o prestados por otros tan ricos como ellos mismos.
Los ricos viven en este mundo sin estar realmente en él. Aunque en el camino para la adquisición de esa riqueza, muchas veces se tengan que comprometer favores, prebendas, o incluso vender el alma al diablo; esto es, asociarse con aquellos que consiguen el poder por otras vías más violentas y más peligrosas, que el simple jugar con los números en la bolsa de valores.
Es hermoso, aunque sea fiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
La brecha económica entre ricos y pobres se ha convertido en un obstáculo insalvable, profundo y largo, que evitará que podamos alcanzar esa panacea llamada justicia social
Como dije antes, los ricos ni nos oyen ni nos harán caso nunca. Y no tendría por qué ser de otra manera, o por lo menos no tendría que ser de otra manera en estos tiempos de capitalismo salvaje que día a día se exacerba más. Excepto sí lo que decimos, pensamos, escribimos o incluso soñamos, afecta, aunque sea mínimamente a sus intereses económicos.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Se trata pues, tan sólo de dinero. Y de encontrar los métodos, sutiles o salvajes para conseguirlo.
Hace unos días escuché las alucinantes declaraciones de un alcalde que confesaba públicamente y sin ninguna clase de empacho, que él “había robado, pero poquito”. E incluso supe de algunos se rieron (supongo que eran los que habían robado mucho y que el tipo en cuestión les parecía un soberano pendejo).
Lejos de la estupefacción el asombro, o incluso cierta velada admiración que algunos mexicanos puedan profesar por un personaje así, ya acostumbrados a otras ignominiosas y terribles frases que se han dicho a lo largo de nuestra historia, como “la moral es un árbol que da moras”, “el que se mueve no sale en la foto” y “un político pobre es un pobre político”, lo que más sorprende es que nadie, persona o institución, haya movido un dedo para defenestrarlo como se merece. Y en cambio sigue en su puesto robando otro poquito, hasta que no quede nada.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
El dinero obra transformaciones increíbles. Hace admirables a los ladrones, nobles a los plebeyos, viste a las monas de seda, abre puertas cerradas a cal y canto, pone pelo en la cabeza calva, ofrece margaritas a los cerdos, allana el camino y compra lo que esté en venta que es casi todo.
Ya sé que lo que escribo no será leído por esos ricos, la protesta que usted hace tampoco será escuchada, la fotografía de la miseria que se retrata todos los días en el país no será vista. El dinero, ese poderoso caballero del que se burlaba soberbiamente Francisco de Quevedo, a quién le he robado algunos trozos de su maravilloso soneto, construye alrededor de algunos una foso inexpugnable que impide que nos vean o nos oigan; una brecha que se ensancha y se ensancha.
Pues al natural destierra
y hace propio al forastero,
poderoso caballero
es don Dinero…
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