Sólo queremos un país decente

17/03/2015 - 12:00 am

Cuando vemos tanto conflicto en la vida pública y las decisiones del presidente son tan cuestionadas, quisiéramos decirle a los que deciden en este país que sólo queremos vivir en paz, trabajar y estudiar decentemente dentro de la medianía nacional, y ganar lo suficiente para ver crecer a nuestros nietos con un mínimo de certeza en el futuro, ¿es mucho pedir?

Algunas de sus actitudes inexplicables nos estremecen y nombro las más notables, haciendo como la manzana de Newton, de arriba para abajo: ¿Qué necesidad tenía el secretario de Relaciones Exteriores de decirle falsario al representante de la ONU en materia de tortura? ¿Por qué negar lo que es tan cotidiano?

¿Cómo decir que no hay tortura en las investigaciones policiacas, si todos los mexicanos sabemos que es la técnica de investigación preferida de los detectives mexicanos? Es como decir que no existe la mordida entre los agentes de Tránsito, ni que en México se mezclan política y negocios.

Esto envía el siniestro mensaje de que, para los que deciden las cosas importantes en México y que pueden cambiar las prácticas de Seguridad Pública, el sistema de investigación actual debe continuar intocado y crea un profundo desasosiego: ¿Qué nos sucederá a nosotros o a nuestros hijos si tenemos la mala suerte de aparecer sospechosos de un delito y nos cae encima un comando de torturadores que quieren encontrar rápido a un culpable?

Estas situaciones se dan diariamente en el país (le consta a cualquier mexicano) y, aunque no queremos que sigan sucediendo, el secretario de Relaciones Exteriores dice que no es cierto que pasan, por lo tanto no hay esperanza de que algún día mejoren.

Uno confía en el buen juicio colectivo del Senado, no se puede esperar otra cosa, más aún cuando no está integrado en su mayoría por el partido del presidente de la República. Confiamos en que no permitirá barbaridades y que su independencia natural del ejecutivo abrirá las puertas a la construcción de instituciones fuertes y consolidará un poder judicial capaz de obrar por el bien del país.

Pero no, cuando se le presenta la oportunidad de actuar como un verdadero Senado, la asamblea de ancianos que controla las pasiones del rey llega a acuerdos indefendibles y vergonzosos, como imponer a un ministro de la Corte que siempre ha sido policía (pese a que existen miles de mexicanos con mejor perfil) simplemente porque se alían contra la inteligencia. Porque ellos pueden hacerlo.

Esperábamos que los economistas pudieran hacer su trabajo y prever la crisis que se aproximaba, con un plan B o hasta C por si caía el precio del petróleo, pero no; sucedió lo que iba a suceder y ahora andan como gallinas descabezadas mientras el valor de nuestro salario se esfuma por lo menos en un 20 por ciento a la par del aumento del dólar, tan necesario para comprar lo que no producimos en México, que es mucho.

Después del escándalo de la Casa Blanca, la familia presidencial presumió sus modelitos de alta costura (y mayor precio) en una cena con la reina de Inglaterra que las revistas del corazón celebraron como si no hubiera 60 millones de mexicanos que no tienen para zapatos. Me recuerda al favorito de Trujillo, que estrenaba automóviles de carreras mientras los dominicanos morían de hambre y a quien la prensa adoraba como “Latin Lover”.

Los habitantes del estado de Chihuahua sólo quieren saber si el gobernador compró 65 millones de pesos en acciones de un banco con dinero bien habido, pero no; en lugar de explicaciones mandan a golpeadores organizados por funcionarios municipales, brutalidad que el Gobierno federal justifica con: “ellos se metieron entre las patas de los caballos, ahora que no lloren si resultan pisoteados”, dando el mensaje de que pedir cuentas al Gobierno es arriesgarse a ser golpeado o desprestigiado.

Finalmente la cadena MVS, actuando como si estuviéramos en tiempos de Díaz Ordaz, la emprende contra Carmen Aristegui por el pecado de hacer su trabajo al informar sobre los bienes y patrimonios de nuestros gobernantes, enviando otro siniestro mensaje: El presidente, su familia y el Ejército son intocables, y quien se atreva a exponerlos a la opinión pública será sancionado con el ostracismo.

Los mexicanos vivimos preocupados porque no vemos que las instituciones funcionen; todo se reduce a ser influyente o un “sin nombre cualquiera”. No hay reglas, no hay cordura o certeza, no podemos vivir en paz ni trabajar y estudiar decentemente dentro de la medianía nacional para ver crecer a nuestros nietos con un mínimo de certeza en el futuro. Ya ni siquiera podemos estar informados.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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