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Tomás Calvillo Unna

11/03/2015 - 12:01 am

El agua es la seguridad nacional

“En memoria de Adolfo Aguilar Zinser” …y es de la tierra, de sus habitantes, de sus antepasados, de los de ahora y de los que vendrán; por eso el agua es la sangre del planeta, la luz líquida del maíz, la sed de los cielos donde encinos, robles y ceibas apuntan, el espejo acuoso del […]

“En memoria de Adolfo Aguilar Zinser”

…y es de la tierra, de sus habitantes, de sus antepasados, de los de ahora y de los que vendrán; por eso el agua es la sangre del planeta, la luz líquida del maíz, la sed de los cielos donde encinos, robles y ceibas apuntan, el espejo acuoso del que provienen los nombres propios; el agua es la bendición más antigua, y pertenece a la misma vida que nos permite estar aquí.

Pocas palabras pueden ser metáfora de la lengua y una de ellas es el agua, no hay tradición poética sin su presencia. En la nuestra fluye de manera continua:

porque va borrando el agua

lo que va dictando el fuego

Sor Juana Inés de la Cruz

si eres nube, la tarde te dará su arrebol;

si eres fuente, en su seno verás temblando al sol.

Amado Nervo

¡que desnudez de agua tan intensa,

que agua tan agua

está en su orbe tornasol soñando

cantando ya una sed de hielo justo!

José Gorostiza

Contra el agua, días de fuego

Contra el fuego, días de agua

Octavio Paz

El agua es el bien de los bienes; el mapa de las civilizaciones ha sido trazado a partir de sus diversos veneros, manantiales, ríos, lagos; en sus contornos han surgido las ciudades del mundo: pozos, fuentes, puentes, acueductos…

La historia de la humanidad no se explica sólo por el dominio del fuego sino sobre todo por la presencia del agua y su cultivo y cuidado.

Hemos perdido esa expresión: cultivar el agua, en el mejor de los casos se habla de administrar el agua, lo que implica lejanía y olvido; su enajenación en manos del poder económico y político y la pérdida colectiva de un vínculo crucial para entender el equilibrio de la propia vida.

Sin cultura del agua será difícil comprender la importancia que tiene la participación ciudadana para su cuidado, uso y destino.

Recuerdo que hace casi dos décadas cuando comenzamos a impulsar lo que es hoy El Colegio de San Luis, la antropóloga Lydia Torre insistió en crear el programa de estudios bautizado como Agua y Sociedad. Su visión se concretó a lo largo de los años y demostró la importancia que tiene para las Ciencias Sociales, estudiar temas fundamentales y no dejarlos únicamente en manos de los negocios, la administración o de los desafíos de la ingeniería. Su experiencia como la de otros académicos en el país, son un rico bagaje para orientar la discusión que hoy atañe a todos en torno a un tema que pretenden convertirlo en un negocio más, como los que han puesto en práctica sectores del poder político y privado del país.

El finado Adolfo Aguilar Zinser en su fugaz paso por el gobierno de Fox, lo vio como una cuestión central de la seguridad nacional de nuestro país. No tenemos hoy en día en el gobierno, ni en su clase gobernante quién o quiénes asuman dicha visión.

Para los políticos es relevante en la medida que deje alguna ganancia en primer lugar y después ya se verá cómo se desarrolla.

Es la lógica de una conducta depredadora que abusa de la confianza que los ciudadanos depositaron en ellos. Es una realidad que cada día expone con mayor claridad la complicidad estructural entre partidos y grupos económicos; pretendidamente justificada y blindada por el sistema político-electoral, mismo que ya no representa la lucha democrática iniciada décadas atrás por millones de mexicanos.

El agua y los intentos de privatizarla, así como la ineficiencia gubernamental y corrupción de su uso, son asuntos centrales más importantes hoy en día que el de las propias elecciones.

Pero su importancia se acota a momentos electorales o en escándalos mediáticos. No está en la agenda de los partidos ni del país; el reciente caso de Monterrey se debe a los ciudadanos que exhiben a políticos y empresarios ávidos de otro negocio de algo que es vital; sin consulta alguna a la ciudadanía, como sucedió con el petróleo (hoy de capa caída) buscan imponer un desastre ecológico más al territorio de nuestro país.

El agua puede ser un punto de encuentro entre los diversos grupos, los que aún creen en cierto voto útil, los del voto nulo y los del boicot, así como lo puede ser un nuevo constituyente que ya se perfila en el imaginario de una ciudadanía que va dejando de estar harta, para estar activa.

El tiempo electoral dejó de ser el tiempo de los ciudadanos, este último está en la conciencia, organización y realización de una agenda nacional que no se someta a los intereses y ritmos de los partidos políticos.

El proceso electoral que se avecina queda atrapado por esa disfunción de su propia naturaleza saboteada desde adentro, donde pretende representar lo que ya no representa. No es cuestión de gustos, fobias o filias, es la historia que comienza a respirar y que también se escucha como el paso del río, del agua, que es una y nunca la misma.

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