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Francisco Ortiz Pinchetti

06/03/2015 - 12:01 am

El orgullo de ser priista

Ahora sí me dejaron con el oído cuadrado. Hace un par de días –justo en la fecha en que se celebró el 86 Aniversario del PRI-, entre la avalancha de mensajes insulsos de todos los partidos políticos escuché la frase que remataba uno de ellos: “por el orgullo de ser priistas”. El spot de marras […]

Ahora sí me dejaron con el oído cuadrado. Hace un par de días –justo en la fecha en que se celebró el 86 Aniversario del PRI-, entre la avalancha de mensajes insulsos de todos los partidos políticos escuché la frase que remataba uno de ellos: “por el orgullo de ser priistas”. El spot de marras pretendía convencer sobre los legados históricos del partidazo, aunque acababa por presumir sólo aquellos logros que se le han reconocido siempre: la  creación del Seguro Social, del Infonavit, de la UNAM, del Poli… Con tales méritos pretenden los priistas de ahora que creamos el cuento de una historia memorable de casi nueve décadas, de la que no sólo ellos, sino todos los mexicanos, debiéramos estar orgullosos. ¿Acaso ellos mismos, los priistas, pueden sinceramente sentirse orgullosos de Enrique Peña Nieto?

Me parece difícil que podamos estar orgullosos de hechos deleznables que enlisté aquí el año pasado como para que no se nos olvidara nunca la naturaleza priista,  como  la represión desatada en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado contra ferrocarriles, estudiantes, médicos; la matanza de incipientes guerrilleros en Ciudad Madera, Chihuahua, en 1965; la represión feroz de campesinos que derivó luego en la guerra sucia de los años setenta, fundamentalmente en Guerrero; la represión de 1968, los cacicazgos sanguinarios, atroces, en todos los rumbos del país; los fraudes electorales estatales sucesivos de Baja California, Sinaloa, Durango, Nuevo León, Chihuahua, San Luis Potosí, Sinaloa, Tabasco, Puebla en los ochenta y noventa; la proliferación y protección durante décadas del corporativismo, el charrismo sindical, los acarreos, la compra y coacción de votos; el saqueo ostentoso  y los despilfarros presidenciales sexenio tras sexenio, los negocios millonarios privados a costa de los cargos públicos,  la “caída del sistema” en 1988, el endeudamiento externo ilimitado,  las devaluaciones, la inflación galopante , las grandes mansiones, los yates y los aviones de los integrantes de la clase política, el crecimiento incontenible de la miseria extrema y de la brecha entre ricos y pobres; el deterioro de la educación pública, el establecimiento de una cultura de la simulación y de la ilegalidad; el control y la sumisión voluntaria o impuesta de los medios de comunicación, la persecución y asesinato de críticos y opositores. A ellos habría que agregar nuevos hechos graves, afrentosos, como los trágicos casos recientes de Ayotzinapa y Tlatlaya y el escándalo de las mansiones del presidente Peña Nieto, su esposa y su secretario de Hacienda y la que parece obvia colusión de intereses con empresarios proveedores, privilegiados,  del gobierno actual.

Hice también una lista de personajes –vaya nómina– que debieran de ser inolvidables y paradigmáticos del PRI, muchos ya desaparecidos, varios en placentero retiro al cobijo de la impunidad y otros plenamente vigentes. Apunté entre otros, por supuesto, a Gustavo Díaz Ordaz, Fidel Velázquez, Joaquín Hernández La Quina, José Díaz de León, y a los expresidentes Luis Echeverría Álvarez, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari; a Práxedes Giner Durán, Braulio Fernández Aguirre, Tomás Garrido Canabal, Raúl Caballero Aburto, Alfonso Martínez Domínguez, Raymundo Abarca Calderón, Alfonso Corona del Rosal, Jorge Rojo Lugo, Gonzalo N. Santos, Carlos Sansores Pérez, Víctor Cervera Pacheco, Carlos Jonguitud Barrios,  Arturo Durazo Moreno, Rubén Figueroa Figueroa y Rubén Figueroa Alcocer; Oscar Flores Tapia, Antonio Toledo Corro, Carlos Hank González, Manuel Bartlett Díaz  (hoy adalid de la democracia); Arturo Montiel Rojas, Mario Villanueva Madrid. Y también Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón, grandes operadores del partido fundado por Plutarco Elías Calles en 1929, que hoy ocupan de nuevo sitios clave del andamiaje político nacional. En todos estos casos, que cité de memoria, el cobijo de la impunidad ha sido el factor común que ha permitido a los políticos del Partido Revolucionario Institucional evadir la ley, gozar los frutos de su corrupción y, en muchos casos, volver una y otra vez a las esferas del poder.

No me parece tampoco que sea como para enorgullecerse la lista confeccionada a dedazo vil de candidatos a diputados federales plurinominales  que rindieron protesta durante el magno evento priista del miércoles pasado en el que participaron más de dos mil militantes, incluidos por supuesto todos los dirigentes, líderes y beneficiarios del partido tricolor. Y no me refiero a la enternecedora Carmelita Salinas, que finalmente es una actriz prestigiada y respetable  (además de simpática), que sólo sirvió de pararrayos frente a los medios para que no se fijaran en otro tipo de personajes, menos presentables desde luego. Pienso en nombres como los de Guillermina de la Torre (madre del nefasto exdirigente capitalino del PRI, Cuauhtémoc Gutiérrez), Manuel Vallejo (líder del sindicato del IMSS) o Fernando Espino (dirigente de los trabajadores del Metro), a quienes se garantiza una curul por tres años sin necesidad de ganar una elección, cuyas credenciales sólo ratifican la realidad de un PRI incapacitado por naturaleza para cambiar.

Para nadie puede ser motivo de orgullo el panorama descrito en unas cuantas palabras por el líder de los jóvenes priistas,  Cristopher James Barousse,  durante la propia celebración. “Se debe reconocer –dijo—  la situación actual del país, en el que más de 50 por ciento de la población vive en pobreza; en la intolerancia, la discriminación, el bajo crecimiento económico, el desempleo, la deserción escolar, la impunidad y sobre todo la corrupción, que siguen siendo tareas pendientes”. Nadie pareció acordarse en esos momentos de las palabras de Peña Nieto un año atrás, en la celebración del 85 Aniversario del PRI, en ese mismo auditorio: “En este gran partido milita, con orgullo, el presidente de la República”.

Debo reconocer –aunque sea a toro pasado— que la ofuscación que me causó la inaudita desvergüenza de querernos presumir a un PRI inexistente me impidió tener la serenidad necesaria para examinar el asunto sin alterarme. Y que debí empezar por el principio; es decir, por clarificar el significado cabal de la palabra “orgullo”, utilizada por los priistas en su mensaje. En el diccionario de la Real Academia Española (RAE) descubrí que todo era en realidad un mal entendido. Ahí me topé con la definición oficial del término (sic): “Orgullo. (Del cat. orgull). 1. m. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas”. Válgame.

POR LA LIBRE-TA

¡Chapulines a volar!  Hasta ayer, 15 de los 16 jefes delegacionales de la capital del país abandonaron ya los cargos para los que fueron electos, sin el menor cargo de conciencia, cuando faltan aún siete meses para que sus mandatos concluyan. De ellos, 14 son perredistas que se fueron sin rendir cuentas a nadie en busca de nuevas posiciones. El último en dar el salto hasta ahora fue el llamado “chapulín azul”, Jorge Romero Herrera, que dejó un auténtico tiradero por la  proliferación construcciones ilegales, la notoria opacidad de su administración y el desbordamiento del comercio ambulante en Benito Juárez, la única delegación gobernada por el PAN. Brincó en busca de una diputación plurinominal en la ALDF, que le asegure alcanzar una curul sin tener que ganarla en las urnas… y la impunidad del fuero constitucional. El panista se fue entre acusaciones de haber recibido un “descuentazo” de 1.6 millones de pesos  por parte de una inmobiliaria protegida por él, Grupo Rouz, en la compra de un penthouse de lujo en la colonia Del Valle, el desvío de 64 millones de pesos de recursos federales, violaciones a la Ley de Transparencia y Protección de Datos Personales y un par de denuncias penales por usurpación de profesión, entre otras linduras. El único que se mantiene todavía en su jefatura es el priista Adrián Rubalcava, delegado de Cuajimalpa.  Justo cuando estaba a punto de emprender el vuelo se vio  obligado a posponerlo por  el lamentable accidente de la explosión de gas en el hospital Materno Infantil de esa demarcación.  Sin embargo, su salida podría ocurrir este mismo viernes, a punto de terminar el plazo legal para poder contender en los comicios del próximo 7 de junio. El espectáculo de los delegados chapulines resulta absolutamente vergonzoso. Y nadie lo para.

Twitter: @fopinchetti

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).
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