Desde que el presidente Peña Nieto se casó con Angélica Rivera la política mexicana se convirtió en un reality show.
Ya lo era desde muchas décadas antes, es cierto, pero fue con la consumación de la boda-Televisa que adquirió su residencia permanente.
Siendo el PRI la fuerza política de mayor tradición mexicana (el origen mismo de todas las desgracias que padece México, reproducidas ahora, en mayor o menor medida, en otros partidos, incluidos los de reciente creación, como Morena), no hay forma de que la realidad política nacional y su militancia evolucione.
En lugar de que en nuestro país los filósofos o pensadores se conviertan en gobernantes ( como lo quería Aristóteles, Cicerón e incluso Tomás de Aquino) son los comediantes, las actrices de culebrones, los futbolistas, las maratonistas, los cirqueros, los que tienen en sus manos el destino de nuestra polis, todo esto sin que la sociedad pueda hacer nada.
El más reciente escándalo lo protagonizó la comediante y conductora de reality shows Carmen Salinas, quien apareció en la lista de diputaciones federales prulinominales del PRI. A la también protagonista de Esta noche cena Pancho le llovieron duras críticas en las redes sociales, memes y burlas, muestra del hartazgo de una sociedad a la que sólo le falta ver que la gobierne un cerdo (pero un cerdo de verdad, como el de La Granja, de Orwell) para convencerse, desde su impotencia, de que nuestro sistema político es ya una porqueriza.
Ante la falta total de credibilidad del gobierno de Peña Nieto, el PRI ha optado por ofrecerle a la sociedad una presentadora de reality shows porque, en su lógica, esto lo legitimará entre los millones de televidentes.
Ojalá los memes fueran prueba plena para poner tras las rejas toda esta ignominia.
@rogelioguedea