Francisco Ortiz Pinchetti
27/02/2015 - 12:01 am
Tómbola de la ignominia
La insólita tómbola de Andrés Manuel López Obrador para repartir candidaturas de Morena a través de la surte, a lo que el tabasqueño llamó textualmente “una nueva forma de hacer política”, viene a materializar una realidad aterradora: en México, ser diputado es llegar al paraíso y gozar las mieles de un edén que debiera ser […]
La insólita tómbola de Andrés Manuel López Obrador para repartir candidaturas de Morena a través de la surte, a lo que el tabasqueño llamó textualmente “una nueva forma de hacer política”, viene a materializar una realidad aterradora: en México, ser diputado es llegar al paraíso y gozar las mieles de un edén que debiera ser impensable en un país sumido en la miseria y la desigualdad. Por eso la rebatiña por las candidaturas en todos los partidos, las negociaciones, los engaños, los golpes bajos y hasta las traiciones. Un escándalo, que al día siguiente se olvida.
En México, en efecto, la política está convertida en una rifa de fortunas y privilegios. De ahí el espectáculo deplorable de los “chapulines” que abandonan los cargos para los que fueron electos y que debieran implicar un compromiso ineludible, para saltar a tiempo en busca de una nueva canonjía (“Empleo de poco trabajo y bastante provecho” según definición de la Real Academia Española) que les asegure, otra vez, tres años de privilegios.
Es como sacarse la lotería. El premio gordo. O el Melate. Échenle lápiz: cada uno de los 500 diputados federales recibe una dieta (sueldo mensual) de 74 mil pesos netos (libres de impuestos). Además, otros 45 mil 786 pesos por “Asistencia Legislativa” y 28 mil 772 pesos por “Atención Ciudadana”. A fin de año tiene un aguinaldo equivalente a 40 días de dietas, es decir, 96 mil pesos netos. Así, en diciembre pasado, cada legislador federal recibió de un jalón 290 mil pesos por concepto de aguinaldo, dieta mensual y compensaciones.
Adicionalmente, los diputados reciben otros dos mil 780 al mes en vales de despensa y un cupón de alimentos de 170 pesos por cada día de sesión, “válido únicamente –se aclara- en los restaurantes de la Cámara”. Cuentan con un seguro de Gastos Médicos Mayores que cuesta 110 mil pesos anuales; un seguro de vida de 55 mil pesos, otro seguro “de separación”, individualizado, por 197 mil pesos. Disponen de cuatro vales al mes para otros tantos boletos de avión redondos de la ciudad de México a su entidad de procedencia, “para atender al distrito por ellos representado”. Con el pretexto de visitas oficiales o asistencia a eventos, tienen frecuentes posibilidades de viajes al extranjero, que realizan invariablemente en primera clase y con los viáticos totalmente casados. Tienen tarjeta IAVE para circular libremente por las carreteras de cuota del país, teléfono celular y apoyo para adquisición de autos nuevos, generalmente de lujo, fondo de ahorro, gastos funerarios… y servicio gratuito de peluquería y manicure.
En el caso de los diputados locales ante la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) no hay mucha diferencia y en algunos rubros superan a sus colegas federales. Tienen una dieta mensual neta de 68 mil 893 pesos, un bono mensual para “gasto social” por 74 mil 500 pesos y otros 100 mil para su módulo de atención ciudadana y los honorarios de quienes lo atienden. Desde la actual legislatura reciben cada año un mes adicional de dieta neta (es decir otros 68 mil 893 pesos), el llamado “mes 13”, sin ninguna justificación. En suma, obtienen un total de 278 mil pesos mensuales, incluidas prerrogativas, de lo que no deben rendir cuentas a nadie. Cada uno tiene además la facultad de decidir la asignación de 25 millones de pesos anuales para obras en su respectiva delegación capitalina. Por lo demás, gozan de las prestaciones habituales: seguros, servicios, apoyo para auto. La mayoría de ellos no tuvieron que pararse en una universidad para acceder a tales dichas. Bueno, muchos ni siquiera terminaron la preparatoria.
Más allá de esa avalancha económica que les cae encima, ser diputado en nuestro país es adquirir un estatus de privilegio… e impunidad. “Es vivir a plenitud”, me confesó uno hace poco, con un dejo de cinismo. De entrada, está protegido por el fuero constitucional, lo que le da un halo de prepotencia inevitable. Tiene a su servicio un séquito de secretarios, asistentes y asesores, todos pagados por el erario público. Es un tipo influyente, con charola, palancas en diferentes áreas del poder y acceso a los medios de comunicación, cliente de los mejores restaurantes de la ciudad, dueño de un camionetón del año, viajero frecuente, que viste trajes a la medida de casimir importado y usa relojes de marca. Tiene, de pilón, la prerrogativa de asignar recursos federales por 25 millones de pesos anuales, al municipio de su elección, lo que le abre toooda otra gama de posibilidades…
Lo anterior explica el porqué de esa calentura sin límites, incontenible, ingobernable, incontrolable por acceder a una diputación. Por eso los pleitos, las descalificaciones, los arrebatos, las transas, los golpes bajos, las traiciones. Todo se vale en esa lucha. A partir de los datos y las cifras aquí aportadas podemos explicarnos sin duda ese afán inconmensurable de nuestros políticos por servir a la Patria y trabajar sin descanso por el bienestar de las mexicanas y los mexicanos. También se explica en función de ese golpe de fortuna que beneficia a nuestros legisladores la práctica de los “moches” en la asignación de los recursos etiquetados a que tienen derecho por decisión de quién sabe quién y cuyo monto fluctúa entre los 10 y los 24 millones de pesos al año. Según esa manera tan sutil de hacerse de unos centavos extras, determinado diputado pacta con algún alcalde amigo la realización de obras en su municipio con el recurso asignado, a cambio de una tajada. Así de simple. Lo más inaudito es que a pesar de los escándalos de los meses pasados, en los que fueron protagonistas sobretodo legisladores panistas, los diputados federales revivieron los fondos ligados a esta práctica en el Presupuesto de Egresos 2015. Como si nada.
No deben sorprendernos tampoco fenómenos políticos tan reconfortantes como el de los juanitos y las adelitas, que han permitido a muchos vivales burlar la normatividad electoral, como lo es la equidad de género, para simular el acceso a una curul de un diputado o diputada de paja, que en realidad es mero prestanombres temporal y que en la primera oportunidad piden licencia para dejar su lugar al verdadero propietario del negocio, que se apunta tranquilamente como suplente en la fórmula electoral.
Dichas simulaciones han llegado a niveles de sofisticación que nadie hubiera imaginado. Un caso insólito, por novedoso y atrevido, es el del diputado del Partido Verde Ecologista de México (PVEM)Felipe Arturo Camarena García. Resulta que su suplente, el empresario Fernando Olivares Ramos, acaba de denunciarlo públicamente (con la difusión inclusive de una conferencia telefónica entre ambos) por no haber cumplido el pacto que ambos sellaron antes del proceso electoral de 2012. El acuerdo, sencillo, consistió en que el empresario financiaría la campaña de Camarena García y que éste disfrutaría de su curul durante dos años y medio. Luego solicitaría licencia y se iría a su casa para ceder su lugar a Olivares Ramos, su suplente, de modo que el audaz inversionista disfrutara a sus anchas un semestre de gloria. Imagínense. Sin embargo, a la hora de la hora Camarena García le salió con que a chuchita la bolsearon, que tenía que pedirle permiso a su partido, que… y se hizo guaje.
A la luz de todos estos casos, y muchos otros, estarán de acuerdo con que no tiene nada de raro la rebatiña y el duelo de acusaciones y traiciones que nos ofrecieron los perredistas en su proceso para asignar las candidaturas a diputados. Ni los dedazos descarados del PRI que ha vuelto a las andanzas que le dieron fama y poder. O las trampas de los panistas como Gustavo Madero o Jorge Romero Herrera para apoderarse de su partido y ya afianzados ponerse a repartir sin recato las nominaciones entre sus cuates, cómplices e incondicionales. En ese contexto encaja perfectamente la nueva forma de hacer política de Andrés Manuel, que mientras separa para su allegados los primeros lugares en las listas de cada circunscripción, deja “al azar” de la tómbola, mañosamente, la nominación de dos terceras partes de los candidatos de Morena a legisladores plurinominales (200 de un total de 300), cuando la realidad es que si acaso una docena de ellos tendrá una oportunidad cierta de ocupar alguna curul en el mundo mágico de San Lázaro. Válgame.
Twitter: @fopinchetti
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