La población indígena mexicana es la más denigrada del país. Lo ha sido desde la época de la conquista, momento en el cual nuestra sociedad de clases estableció que los blancos serían las “personas” y los indígenas, el “ganado humano”.
Desde entonces, no ha habido, en ningún momento de la historia, justicia para nuestros pueblos originarios: ni en la época de independencia, ni en la Revolución Mexicana, donde fueron usados como carne de cañón.
Son casi doce millones de indígenas en México y todos viven en pobreza extrema. Su legado cultural es usado como orgullo turístico en afiches y tarjetas postales de las que no reciben ningún beneficio. Propios y extraños se toman fotos con ellos como si fueran animales de zoológico. No hay ningún estado del país donde se haya reivindicado a este sector de la sociedad mexicana.
Desde los tzotziles del sur hasta los rarámuris del norte: todos padecen olvido, vejación y hambre.
En Sonora, por ejemplo, están ahora presos dos indígenas Yaquis, Mario Luna y Fernando Gutiérrez, por haber encabezado protestas en contra de un acueducto que les roba agua del río Yaqui, que acusan de su propiedad, según un decreto presidencial de 1940. Mario Luna fue prácticamente secuestrado por policías vestidos de civiles, incomunicado y privado de la libertad y es hora que todavía el gobierno de Padrés no le brinda un proceso justo. Amnistía Internacional está incluso participando en una campaña nacional e internacional para su liberación.
En Puebla también los indígenas de San Miguel de Canoa están protestando contra el gobierno de Moreno Valle, a quien acusan de amenazas y represión, sólo por no admitir reformas a la Ley Orgánica de las Juntas Auxiliares, en donde los indígenas tienen importantes facultades de autogobierno.
De acuerdo con el reporte emitido por First Peoples Worldwide (FPW), la violación a los derechos de las comunidades indígenas por parte de gobierno y empresas no sólo causa severos daños a las vidas humanas sino, también, al desarrollo y progreso de las sociedades, incluido el impacto negativo que tiene en el medio ambiente. No por otra razón, en la pasada Conferencia Mundial sobre los Derechos Indígenas, los líderes de las comunidades indígenas acusaron al presidente Peña Nieto de erigirse en campeón de los derechos indígenas en dicho foro internacional, mientras en su propia casa no deja de violarlos sistemáticamente.
Los indígenas mexicanos sufren lo mismo que sufren los inmigrantes considerados de cuarta en las grandes potencias. La diferencia es que nuestros pobladores originarios lo padecen en una tierra que es (y ha sido) de su propiedad.
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