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Ernesto Hernández Norzagaray

12/12/2014 - 12:04 am

¿Cómo qué no entienden?, entienden desde otro ángulo

Pepe Mujica, el Presidente de la República de Uruguay, lo volvió a decir en su visita reciente a nuestro país que él vive como la mayoría de su pueblo. No como la minoría. En esas palabras evoca la ética en la política y es que reivindica la dialéctica de la máxima guevarista: La gente piensa […]

Pepe Mujica, el Presidente de la República de Uruguay, lo volvió a decir en su visita reciente a nuestro país que él vive como la mayoría de su pueblo. No como la minoría. En esas palabras evoca la ética en la política y es que reivindica la dialéctica de la máxima guevarista: La gente piensa como vive, pero no siempre vive como piensa.

Viene a cuento está referencia a propósito de quienes cada vez más insisten en que los hombres y mujeres del poder no entienden lo que está pasando en el país. Se equivocan, si entienden, pero no como la mayoría. Esa mayoría de a pie o los que se ponen en su lugar. De quienes llenan las calles día a día en busca del sustento para su familia. Los que con esfuerzo buscan salir adelante. Quienes viven abrumados por deudas personales y están agobiados por las carencias de lo elemental, lo básico, lo indispensable. Los que buscan justicia y no la encuentran; los indignados con la violencia y la incapacidad o complicidad de los gobernantes.

En definitiva, los miles de ciudadanos que diariamente encontramos en la calle, en autobuses públicos o en un vagón del Metro, atiborrado de seres humanos sumidos en sus necesidades y preocupaciones.

Por supuesto

No hablamos del Presidente Peña Nieto y su esposa, que vivirán  en una casa de 7 millones de dólares cuando se vayan de Los Pinos. Que tienen bienes y cuentas bancarias inconmensurables, servidumbre y lujos para los dioses. Que tienen al alcance cualquier fantasía, como sucede con cargo al erario, el avión presidencial motivo de envidia de presidentes y  jeques árabes. A ellos nada, les es imposible. Viven en otro mundo. Y quizá lo único  molesto es tener que gobernar a un pueblo que no es de su clase, la “chusma o envidiosos”, como lo dijo una hija. A ellos les va bien el codearse con la elite de otros países. Claro, no cualquiera. Tener la portada de Hola o Vanidades. Ser parte indispensable de las llamadas revistas del corazón. Viajar a China con el maquillista peinador que sube fotos a su página de Facebook y lanza el grito destemplado: “Me voy a China que emocioooooooooon…”. Ese mundo donde las formas de gobierno se pierden y todo se vuelve espectáculo o satisfacción. Por eso quizá Juan Villoro dice que Peña Nieto, “está atrapado en un guión de telenovela”. Y si se piensa así, como  se puede pedir ver más allá de la siguiente elección, la siguiente generación (Churchill, dixit).

Aurelio Nuño Mayer, el poderoso jefe del gabinete Presidencial, tampoco es uno de aquellos hombres y mujeres de la calle. Es parte de la élite político-burocrática, que recibe salarios y prestaciones mayúsculos. Que recibe palmadas de otros igualmente poderosos que buscan estar cerca de la esfera de influencia del Presidente. Y es que tiene el privilegio de leerle al Presidente, lo que dicen ocurre en la calle y el mundo, día a día, hora a hora, minuto a minuto. Seleccionando lo que a su juicio es más relevante y lo menos relevante. Imprimiendo su ideología que da el buen vivir y los títulos de una buena universidad. Es, por eso, que no puede pensar como los demás, como los come mierda que sobran en el país, como lo dice certeramente Alejandro Paéz. Son esa estirpe burocrática que describe brillantemente Franz Fanon en su libro Los Desheredados de la Tierra, aquellos que un día salieron del África profunda para irse a estudiar a Londres o París y regresaron como senior a gobernar sus pueblos que seguían en el mismo abandono. Por eso, cuando le pregunta el reportero de El País, responde como si el Presidente fuera de su club con Toby: “No vamos a ceder aunque la plaza pública pida sangre y espectáculo”. ¿Cómo? Es ver el país al revés, donde las víctimas, se convierten en victimarios, y los victimas (o sea la élite) en víctima de los que protestan. Que resisten a dar vuelta a la página. Aceptar pues los errores de  otros.

Tampoco son los Secretarios de Estado, que sin tener los alcances del Presidente o su Jefe de Gabinete, tienen acceso privilegiado a los pasillos del poder. A convertir los bienes públicos en bienes privados u operarles a los que deciden. ¿Alguno sería capaz de decir no a una petición de Carlos Salinas o Carlos Slim? A los privilegios de la información confidencial que permite los negocios exprés. A interactuar con sus símiles de países poderosos. A los viajes en jet privados, restaurantes Michelin o los autos de superlujo. Aspirar o soñar con ser algún día Presidente y reeditar la historia.

Igual los Diputados y Senadores, que se pelean las presidencias de las comisiones en las cámaras legislativas, como una forma de estatus en el sistema de representación e influencia en las decisiones. Coordinar para controlar. Estar cerca de aquellas donde el lobby se vuelve una forma de negocio personal. La que permite engrosar las cuentas personales y tener acceso a los privilegios de la minoría, minoría. Al codeo internacional y ser invitado a las visitas oficiales. A que sus gobernadores los necesiten y los promuevan para sucederlos. Al dinero, al lujo, al reconocimiento, así sea efímero. Ellos tampoco pueden establecer los puentes que hoy necesitamos entre el poder y la sociedad.

Acaso podrían los gobernadores, los llamados virreyes regionales, que administran los feudos sexenales, como si fuera su patrimonio. Los que ven la realidad a través de sus intereses, el lente de sus asesores y no saben el costo de un kilo de tortillas o de frijol. Viven frecuentemente en el mundo del halago y solo practican la humildad ante poderes superiores. Endeudan y gastan con la complacencia y complicidad de los legislativos de sus estados, como el de Coahuila que comprometió el futuro de varias generaciones, mientras ahora vive con los suyos una dorada impunidad en el mejor coto de Barcelona. No rinden cuentas y mucho menos les preocupa la transparencia, lo suyo es la opacidad donde circula el dinero en grande. Eso sí, son frecuentemente despóticos con las manifestaciones de los ciudadanos y no solo amenazan. Cumplen con su tarea de tener bajo control su territorio. No causar problemas al Presidente. Y en esa tarea violan la ley, mienten y ofrecen cuentas alejadas de la realidad.

Por último, los Presidentes Municipales, especialmente los de las grandes ciudades, no se quedan atrás. Viven en la burbuja del poder con sus privilegios sin límite. Lejos de la media de la gente. Viviendo siempre como la minoría.  En islas verdes rodeadas de aridez en la pobreza. Muchos de ellos con cerros de desaparecidos. Altos niveles de impunidad. Otros, como los Abarca, en estrecha comunión con los grupos del crimen organizado. Se saben protegidos, tolerados y viviendo en un mundo desde el que se ve minúsculo todo. Al alcance de su brazo ejecutor. Amenazador. Y ahí es cuando más de alguno se pregunta, una y otra vez, ¿Dónde está el tan llevado y traído Estado de Derecho?

Entonces, si las cosas son así en lo general, lo que significa que no todo está podrido, el problema del país radica en esa división entre minorías y mayorías, qué no fuera problema, como no lo es, en Uruguay o Suecia, sino porque está atravesado por la desigualdad en todo. En una simulación que busca seguir creando y reformando leyes que luego no se aplican y terminan por complicar más la impartición de justicia.

Pero, llegado a este punto, cabe de nuevo la pregunta: ¿Cómo se puede llegar a un equilibrio cuando el que ejecuta esta negado por su propia circunstancia social y ve el mundo con lentes diferentes a los de los hombres y mujeres de la calle?

Y en ese punto, Pepe Mújica se calló, para no ser descortés con el anfitrión.

Ernesto Hernández Norzagaray
Doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I. Ex Presidente del Consejo Directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales A. C., ex miembro del Consejo Directivo de la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política y del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Ciencia Política A.C. Colaborador del diario Noroeste, Riodoce, 15Diario, Datamex. Ha recibido premios de periodismo y autor de múltiples artículos y varios libros sobre temas político electorales.
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