Antes de renunciar, el presidente debe rendir cuentas

03/12/2014 - 12:01 am

Un autor (de cuyo nombre no puedo acordarme) narra en uno de sus libros como, durante la caída de Tenochtitlan y en el momento más crítico de la batalla, Cuauhtémoc sacó un objeto sagrado, preparó una oración mágica, subió al cerro de Chapultepec y lanzó el anatema, cuyo poder abriría los cielos y destruiría a los enemigos. Al cabo de unos minutos nada sucedió.

Shakespeare escribió uno de sus monólogos más impresionantes en Ricardo II. Aquí el monarca, convencido del origen divino de su poder, espera refugiado en su castillo la llegada de las tropas enemigas guiadas por Bolingbroke, confiando que al momento del  ataque un ejército de ángeles bajaría para enfrentar a sus adversarios. Obviamente, Bolingbroke cruzó las murallas del castillo sin toparse en algún momento con algún divino ser alado.

Así me imagino al presidente, esperando que la oración mágica «Todos somos Ayotzinapa» termine con el conflicto social que agobia al país. Pero pasan los días y la indignación no cede, no funcionó el hechizo ni lo harán las nueve modificaciones legales que anunció.

Como le sucedió a Cuauhtémoc y a Ricardo II, la magia no es la ciencia de la política. Maquiavelo aconseja que los conflictos políticos se resuelvan enfrentándose a ellos y haciendo lo que se debe hacer para que el pueblo ame o tema a su gobernante, pero que nunca lo odie. Muchas personas ya empiezan a sentir odio hacia Peña Nieto.

Ya he insistido, y lo seguiré haciendo, que los verdaderos responsables de las desapariciones están del presidente municipal para arriba y no basta con pudrir en la cárcel a los jenízaros de Cocula ni con desaparecer a todas las policías municipales.

La Normal de Ayotzinapa pertenece a la estructura de la Secretaría de Educación Pública; cuando el 26 de septiembre tres de sus alumnos fueron asesinados, 17 más heridos de bala y 60 detenidos, inmediatamente se debió activar la alarma en las oficinas de Chuayffet y él personalmente debió tomar acciones para asegurar la atención médica y jurídica de las víctimas.

Este es uno de los grandes secretos que oculta el presidente. De seguro antes de la medianoche de aquel día, le llamó al secretario educativo para que le informara sobre los hechos en Iguala y Chuayffet tuvo que decirle algo, sean o no ciertos los rumores de que el funcionario participó previamente en la decisión de escarmentar a los jóvenes de la Normal a la primera oportunidad que justificara la represión, orden que debió pasar también por el gobernador de Guerrero.

Independientemente de la respuesta de Chuayffet, que pudo ir desde un resumen de los hechos o algo como: «Señor, permítame trabajar que ya vamos a terminar con los problemas que causa la escuela», con el único objetivo de informar al presidente sin implicarlo, hasta la absoluta ignorancia de la situación real, debió ser despedido antes del 5 de octubre (sea responsable o tan sólo inútil). Eso sería gobernar con arte y no con magia, según las ideas más básicas de Maquiavelo.

Ahora, ¿Qué pasó con Chuayffet?

Van dos meses y no hay respuesta de él o el gobernador, ni del general en turno, los dirigentes estatal y nacional del PRD o de cualquiera en la dirección de mando en sentido ascendente hasta llegar a Osorio Chong.

¿Qué pasó con ellos? ¿Qué hicieron? ¿Qué responsabilidad tuvieron en la orden de desaparecer a los muchachos?

Yo no estoy de acuerdo con la renuncia de Enrique Peña Nieto, creo que en este país cada quien debe cumplir su trabajo y, en su caso particular, responder con resultados y eficacia.

Otra forma de terminar con el conflicto sería que admitiera «esto que hice es lo que puedo y quiero hacer» y dejar que sus decisiones se vayan instrumentando; así hasta podría lograr que el pueblo mexicano deje de exigir su renuncia. Pero mientras crea que la política se hace con magia, más cerca estará de perder no sólo su puesto sino también la mayoría tricolor en el Congreso en las elecciones de 2015.

El 2018 y el adiós a los Pinos están a la vuelta de la esquina, si es que no sucede algo peor antes.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
en Sinembargo al Aire

Opinión

más leídas

más leídas