Adela Navarro Bello
01/10/2014 - 12:02 am
Es la policía, estúpido…
En el caso de México se podrían utilizar otras variaciones de la frase “Es la economía, estúpido”, que en los noventa significó la campaña de Bill Clinton a la Presidencia de los Estados Unidos para determinar el principal problema de su país -lo que a la larga lo llevó a ganar el gobierno-; en nuestra […]
En el caso de México se podrían utilizar otras variaciones de la frase “Es la economía, estúpido”, que en los noventa significó la campaña de Bill Clinton a la Presidencia de los Estados Unidos para determinar el principal problema de su país -lo que a la larga lo llevó a ganar el gobierno-; en nuestra Nación podríamos parafrasear: “Es la economía, estúpido”, o “Es la política, estúpido”, “Es la impunidad, estúpido”, “Es la crisis financiera, estúpido”.
Pero ninguna queda mejor que “Es la policía, estúpido”, en el caso de los últimos hechos de inseguridad en el país que han sucedido en el Estado de México, en Guerrero, en Michoacán y en otras tantas entidades, ante la ausencia de una postura real, directa y franca por parte del Presidente de la República, Enrique Peña Nieto.
Podemos asumir que el país, dada la impunidad que impera tanto en la Procuración de Justicia como en la administración de la Justicia, se encuentra en un círculo vicioso que provoca más inseguridad. Ciertamente hay muchos criminales, hartos narcotraficantes, cientos de miles de narcomenudistas, y delincuentes en general, pero ninguno de ellos podría cometer delitos y salir airoso en su afrenta, sino contara con un grado de impunidad, complicidad y aprobación por parte de quienes deben precisamente, detenerlo.
Es decir, un narcotraficante no puede huir por tanto tiempo como lo hizo Joaquín “El Chapo” Guzmán, sin la ayuda de miembros de las muchas corporaciones policíacas que están activas en el País. La Fuerza Pública Mexicana debe ser –indudablemente lo es aunque no podamos comprobarlo porque no hay un censo de criminales- mayor a la fuerza del crimen. Por eso quienes viven de delinquir en cualquiera de los ámbitos de la comisión del delito, sea común o federal, requieren del apoyo de una fuerza pública para salirse con la suya; sea este apoyo proporcionado por la incapacidad, la ineficiencia que caracteriza la persecución, el procesamiento y la administración de la justicia, o sea por complicidad, corrupción, cohecho.
Es legendaria la declaración en cortes mexicanas y norteamericanas, de miembros de la cúpula del cártel de los hermanos Arellano Félix a finales de la década de los 90, que aseguraron destinar mensualmente un millón de dólares para comprar protección en las corporaciones policíacas, de investigación, ministeriales en México, tanto en la federación como en los Estados.
Desde la propia época de Carlos Salinas de Gortari y hasta la actual administración de Enrique Peña Nieto, pasando por los tres ex presidentes Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón, todos le deben a los mexicanos una verdadera y real limpia en las filas de las policías mexicanas.
En todas las administraciones federales de los últimos 25 años se ha comprobado que la corrupción en las corporaciones policíacas es la ubre de la que se alimentan los criminales. Ninguna, y por supuesta la actual no es la excepción, ha salido incólume de los señalamientos de contubernio de la fuerza pública con los cárteles del narco o las bandas del crimen organizado.
Y ninguna administración en los últimos 25 años, ha emprendido una depuración en las filas policíacas a fondo, con seriedad y rigurosidad. Hasta Felipe Calderón Hinojosa, todos los presidentes siendo candidatos lo prometieron. Limpiar la Policía Federal, limpiar la PGR, pero ninguno lo cumplió a cabalidad. El Presidente Peña no suele hablar de inseguridad, creerá que sacando el tema de sus discursos se acaba el problema, a saber… Pero es Peña quien hoy día debería ordenar una limpia en las instituciones y corporaciones de seguridad. Pues los casos de la criminalización de las Policías y la Fuerza Pública ahí están comprobados en Tlatlaya, Iguala, Silao, cualquier ciudad de Michoacán, por mencionar las recientes investigaciones y consignaciones.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), y algunas declaraciones del ex Comisionado Nacional de Seguridad en tiempo de Peña, Manuel Mondragón, en México hay los siguientes elementos por corporación:
* 215 mil soldados efectivos del Ejército Mexicano.
* 201 mil Policías Estatales, en los 31 Estados y el Distrito Federal.
* 164 mil Policías Municipales.
* 53 mil 500 elementos de la Armada de México.
* 40 mil Policías Federales.
* 5 mil Gendarmes.
* 4 mil Policías Federales Ministeriales.
A grandes rasgos 682 mil 500 integrantes de las Fuerza Pública en México, en total entre las cifras de INEGI de 2012 y las de Mondragón de 2013; no hay cifras específicas de 2014 a pesar que el día de ayer el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, presentó su Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de la Seguridad Pública en México, donde relata delitos, víctimas, atenciones en Ministerios Públicos y por corporaciones policíacas, pero no destaca la variable de la conformación de la fuerza pública en el País.
Lo que sí describe es el nivel de confianza que los mexicanos tienen sobre sus instituciones de seguridad pública. En la corporación que más confían con un 84.4 por ciento de aceptación está la Marina de México, en segundo con 80.7 el Ejército y hacia abajo:
* 57.7 Policía Federal.
* 51.4 Procuraduría General de la República.
* 47.4 Jueces.
* 44.1 Policía Estatal.
* 42.5 Policía Ministerial
* 41.9 Ministerios Públicos y Procuradurías Estatales.
* 37.5 Policía Municipal.
* 33.5 Policía de Tránsito.
Las Policías que llaman de proximidad, las que más cercanas están a la población son las que menos nivel de confianza tienen, mientras que las instituciones acuarteladas –que últimamente solo salen a decomisar o detener narcos y ya no a patrullar- son las que más confianza despiertan en la población mayor a los 18 años en México.
Hace unas semanas en Baja California, la Visitaduría de la PGR –asuntos internos- llegó para investigar la desaparición de un camión confiscado con droga en Mexicali, por parte de Policías Federales o Federales Ministeriales. Hace unos días finalmente el Gobierno Federal puso atención –debido a presiones extranjeras- al caso de los 22 civiles que presuntamente fueron fusilados en Tlatlaya a manos de militares pero que en su momento el propio Gobierno Federal dio a conocer como el abatimiento de 22 presuntos criminales por parte del Ejército. Hace unos días también en Iguala, Guerrero, fueron señalados Policías Municipales de asesinar a normalistas y desaparecer a más de 50 de los mismos. Durante todo el año en el Estado de México, en Michoacán, en Tamaulipas, en Guerrero, en Baja California, en León, y en muchos otros estados de la República Mexicana, se han señalado a Policías Federales, Ministeriales, Municipales, de coludirse con el crimen organizado para atentar contra la ciudadanía.
Las corporaciones policíacas en México están corruptas. No hay una cifra oficial, sólo la afectación a ciudadanos para dar cuenta de ello. Todos los días Policías son señalados de extorsionadores, de secuestradores, de halcones del narco, de protectores del crimen.
Ningún Presidente, desde Carlos Salinas de Gortari hasta Enrique Peña Nieto, se ha comprometido lo suficiente para realizar una depuración de las corporaciones policíacas, las mismas que en el menor de los defectos no investigan o son omisas, y en el peor de los casos están corrompidas y son cómplices de los criminales.
El caso de Michoacán, el del Estado de México y ahora el de Guerrero, tienen un común denominador: Es la policía, estúpido.
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