Exactamente cuando el presidente de la República registra su nivel más bajo de popularidad, cuando no ha logrado terminar con el dragón pasado y no se sabe qué clase de monstruos nacerán de los once huevos de dinosaurio que empollan las grandes trasnacionales.
Mientras el Gobierno federal no termina de instalarse en el territorio nacional ni aplicar su jurisdicción en todo el país, aparece Margarita con su amplia sonrisa y el breve espacio “donde él no está” y, aunque dice que aspira a ser candidata a diputada para 2015, es de dominio público que se apunta a la presidencia de México.
No sería novedad que la esposa de un ex presidente desee ocupar la silla vacía, el camino ya lo marcaron Hillary Rodham Clinton y Christina Kirchner, quienes además señalaron los no qué-hacerse de la tarea.
Así como Hillary sacó el Rodham del veliz bajo su cama, ahora Margarita Zavala se presenta en sociedad sin usar De Calderón y, siguiendo el ejemplo de la ex primera dama de Estados Unidos que se apoyó del escándalo Lewinsky para convencer a los votantes de que era auténticamente independiente, un desalmado líder de mercadeo aconsejaría algo similar: regar un rumor oculto (técnica que manejan muy bien los panistas) para que la ex primera dama de México reciba la solidaridad de miles de mujeres blanquiazules que mandan a sus esposos desde la sala de estar.
Resulta irónico que el PRI impidiera al Acción Nacional caer en la ruina al privatizar el petróleo para quedarse los Priistas con el negocio (y las pérdidas inmediatas). El tricolor nunca advirtió que el éxito de la economía panista residía en la no realización de sus sueños porque ahora, a ellos, esos sueños cumplidos se están convirtiendo en pesadillas.
Qué ingenuos fueron los políticos al no advertir que Pemex financiaba cuatro de cada 10 kilómetros de infraestructura construida y pagaba el salario de cuatro de cada diez maestros, cuatro de cada diez médicos y cuatro de cada diez diputados, senadores y demás funcionarios (incluyendo su cuota de corrupción)… cuatro de cada diez etcéteras.
Aunque todos aseguramos que a Margarita le será difícil escapar a la influencia del ex presidente, y sin duda será su principal debilidad, también representa una fortaleza: si la economía sigue empeorando, pronto la ciudadanía estará dispuesta a perdonar los errores del PANsado.
Para los votantes en 2018 sólo habrá una realidad: el endeudamiento del país.
Tal vez entonces digan “era mejor vivir con miedo pero la panza medio llena, que seguir con miedo y la panza vacía”, porque la disfuncionalidad de las 11 reformas, la posible crisis económica y la falta de satisfactores de origen público ya estarán presentes.
Considerando que empezamos a escuchar que los efectos espectaculares de las once reformas se verán hasta después del 2020, la cándida aparición de Margarita justo después de terminada la riña azul no tiene nada de cándida; más viene trae un fuerte olor a candidata.
Por otro lado, la izquierda se apresta a presenciar la madre de todas las batallas y, aunque parezca un desmadre, lo cierto es que entre los progresistas mexicanos funciona la teoría del caos, porque es su entorno natural y han aprendido a vivir con él y de él.
Después de 2015, habrán medido sus fuerzas reales y surgirán las personalidades que puedan galvanizar ese aparente desorden. Para entonces es muy posible (y deseable) que Morena se fortalezca como un partido viable electoralmente y así el país tenga las tres opciones electorales que ha tenido en los últimos años.
Las próximas elecciones presidenciales ya se empiezan a desarrollar y, haciendo un mal copy-paste de García Márquez, contarán la historia de la cándida Margarita y el moreno desalmado.