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Tomás Calvillo Unna

03/09/2014 - 12:01 am

Estamos en automático

Hemos dejado de pensar, solo reaccionamos dentro del circuito de necesidades y satisfactores de sobrevivencia física, emocional, en ocasiones teñida de ideologías que alcanzan a justificar parálisis personales y colectivas. El dominio del mercado es completo y su fusión con la tecnología le permite diseñar las condiciones que determinan la vida diaria de millones. Su […]

Hemos dejado de pensar, solo reaccionamos dentro del circuito de necesidades y satisfactores de sobrevivencia física, emocional, en ocasiones teñida de ideologías que alcanzan a justificar parálisis personales y colectivas.

El dominio del mercado es completo y su fusión con la tecnología le permite diseñar las condiciones que determinan la vida diaria de millones. Su lógica es la apropiación del tiempo a través del incremento de la velocidad del capital y su presencia en todos los sitios.

La política se reduce así a ser la práctica de evitar y moderar el caos social, particularmente la violencia; facilitando el ir y venir del caudal de recursos financieros (la disputa por los flujos de capital) que permitan generar fuentes de empleo en una sociedad de consumo insaciable, cuyas contradicciones nos confrontan con el hábitat de nuestro planeta.

La representación que asume o impone la clase política está subordinada a esa totalidad que se expresa en bienes tecnológicos que inciden en mentes y conductas y definen el propio ritmo de las actividades cotidianas.

La política ha perdido su lugar; es el selfie de los gobernantes prisioneros de su propia imagen.

Los partidos políticos son un buen ejemplo de todo ello, solo se adaptan a guiones provenientes de la inercia que les precede y condiciona y de las exigencias de la dinámica del capital impulsada por la tecnología y su intrínseca velocidad exponencial. Son verdugos a la vez que víctimas del concepto imán de la acumulación que rige en todos los ámbitos; limitan su pensamiento a esa geometría del poder sin capacidad de plantear opciones.

La clase política no propone, solo dispone de los instrumentos tradicionales del poder, para sobrevivir en las corrientes de capitales que cruzan de un territorio a otro en unos cuantos segundos y conduce el exceso y desbordamientos de conductas, imágenes, violencia, que comparten las portadas de periódicos y revistas.

En el mismo escenario marchan al cadalso los soldados desnudos del régimen de Asad, abandonados por su propio gobierno y aturdidos por el sol quemante de la crueldad de quienes hacen del discurso religioso la amenaza y el ejercicio del terror.

Van cargando su dolor y el de sus propias víctimas, frente a millones que atestiguan por igual, las marometas y la lengua en la desgastada provocación de la cantante cuya desnudez expuesta es un negocio seguro de la farándula diaria. Mientras, los políticos votan aprisa, para no dejar pendientes a las generaciones por venir. Mejor desterrar el mañana que preocuparse por él; la conciencia requiere del tiempo que no se tiene.

El reino de la adrenalina se apropia del trabajo y del recreo, y con el alcohol o algún otro relajante se desinhiben y espían sus parrandas y debilidades, acentuando la costumbre del permanente chantaje entre unos y otros para la purificación de los presupuestos.
El pensamiento desaparece en esta vorágine de efectismo que todo lo quiere en efectivo y pretende también la contundencia y dominio. La diversidad deja su riqueza y se le sustituye por una caótica homogeneidad.

El alma de la política está atrapada en esa suerte de falaz democracia que cada día es más evidente, pero que no queremos afrontarla porque las otras opciones y ejemplos nos parecen aún más degradantes, aunque ya se escuchen las sacudidas de los demonios sueltos que retornan.

La velocidad de la tecnología se ha impuesto en todos los órdenes; el educativo, el político, el laboral, el de las relaciones interpersonales. El cansancio aparece con más frecuencia y se le arrincona y procesa con medicamentos. El descanso está desapareciendo se le sustituye con todo tipo de entretenimiento (lo que se entiende hoy por turismo lo expresa a plenitud).

El silencio y la soledad, la cultura de la interioridad es asediada por los objetos electrónicos, todo tipo de gadgets busca habitar la experiencia de sí mismo; el sí mismo es expuesto a los vientos huracanados de las imágenes.

El discurso de rebeldía a través de gestos provocativos son débiles balbuceos que no articulan siquiera alguna señal que advierta los riesgos del olvido de la naturaleza pausada que nos habita.

El imperio del poder ha encontrado la fórmula perfecta para ocultar su rostro y asumir su responsabilidad, la realidad virtual le otorga el tiempo necesario que le permite una hipnosis colectiva, para rehacerse una y otra vez desarmando los lenguajes políticos, convirtiéndolos en obsoletos y liberando masivamente opciones de libertad comunicativa. Mismos medios que sirven para vigilar y si es necesario aniquilar a quienes se clasifiquen como enemigos circunstanciales del gobierno en turno, sea de izquierda, derecha, o centro, cuadrado, o circular. Es igual.

Las redes de la libertad serán las redes del linchamiento. Capital, tecnología, comunicación, masificación, y energía y reformas, son un profundo reacomodo.

Nadie escapa, estamos en este proceso, donde el pensamiento se ausenta porque carece del tiempo y lugar necesarios para respirar. Sin ello el corazón es una morada carente de sentido y su palpitar ausente de ritmo. La persona se apresta a ser el personaje de una trama cuyo guion desconoce y se expresa en el instante digital que estruja su vida misma.

En todos los ámbitos no se trata de lucha de clases, o de partidos políticos, lo que se exige es restaurar el pensar en cada rincón de la experiencia; es la misma intuición del alma, la raíz de una libertad que perdura. Es la lucha del alma por su propia naturaleza., por su lugar y tiempo.

El alma del chofer de taxi que arriesga su vida cada noche en una ciudad invadida por el crimen; el alma de quien es víctima de la impunidad de los gobiernos que alimentaron con su complicidad las bandas de la extorsión y la muerte; el alma de la mesera, madre soltera, que soporta día a día grosería y asedio de clientes y patrones, el alma del empresario que busca mantener a flote la fuente de sostenimiento ante la multiplicación de impuestos y favores cobrados para facilitar las cosas; el alma del estudiante que es nómada del trabajo y no cede al alcohol ni a relajante alguno que lo distienda u olvide de ese vacío laboral que lo angustia; el alma de quien apuesta en la noche a capturar en sus palabras y versos el suceso misterioso, que es la experiencia de su vida en un cuarto de azotea; el alma de miles que aún creen que es posible ser más humanos más allá de nuestras debilidades y miserias y demás, que otros pretenden convertirlas en fatalidad inamovible, o en clientela curativa o feligresía de algún credo, es el alma lo que hoy está en juego.

Solo el pensamiento liberado de la realidad virtual y del atropellamiento de la velocidad que ha poblado nuestra cotidianidad podrá ahondar lo suficiente para construir un lenguaje común y sustancial, tan necesario para detener el aturdimiento tecnológico que habitamos y las consecuencias de la carencias de la clase política que se justifica a sí misma por su eficiencia operativa para sobrevivir sin horizonte alguno ya.

en Sinembargo al Aire

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