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Francisco Ortiz Pinchetti

02/09/2014 - 12:00 am

Chuc Chuc gobernador

Un reportero novato me preguntó hace poco en Guadalajara si algún personaje que hubiera conocido y entrevistado a lo largo de mi carrera me había conmovido de manera especial. Le contesté conforme al librito con una retahíla sobre la naturaleza del trabajo periodístico. Al reportero le está vedado, le dije muy serio, no sólo opinar, […]

Un reportero novato me preguntó hace poco en Guadalajara si algún personaje que hubiera conocido y entrevistado a lo largo de mi carrera me había conmovido de manera especial. Le contesté conforme al librito con una retahíla sobre la naturaleza del trabajo periodístico. Al reportero le está vedado, le dije muy serio, no sólo opinar, sino también interpretar, asumir, emocionarse, sentir, involucrarse. “El reportero no debe pensar”, dijo alguna vez mi maestro Vicente Leñero en el extremo del rigor. “Lo suyo es investigar para informar y punto”.

La verdad es que la pregunta del joven periodista era pertinente. Y reconozco que me hizo repasar muchas vivencias de mi vida reporteril. Por supuesto que ha habido gente que me ha conmovido. Para bien o para mal. Uno de ellos fue sin duda un viejo maya de apellido Chuc Chuc que un día asumió su responsabilidad de ser gobernador de Yucatán. Por lo demás, me parece que resulta oportuno rescatar su historia, que aquí les comparto, en estos días en que se inician de nuevo los procesos electorales en el país y con ellos la rebatinga por las candidaturas  de todos los niveles –y por supuesto de las prerrogativas económicas que implican —así como el impúdico tráfico de las franquicias partidistas. Mi texto se publicó originalmente en el semanario Proceso el 8 de marzo de 1982 y fue después incluido en mi libro De pueblo en pueblo, crónicas del pequeño México (Ed. Océano, 2000). Pienso que tiene plena vigencia.

BUCTZOTZ, YUC.- Cuando los socialistas regresaron a Yucatán, el año pasado, Emilio Chuc Chuc tuvo que aceptar la pesada carga de ser gobernador de su estado: habían transcurrido casi 60 años desde que Felipe Carrillo Puerto implantó en la península el primer gobierno socialista y el viejo Emilio era ya el único de sus correligionarios capaz de retomar esa bandera.

Se resistió al principio. Pobre y enfermo, pensaba que la vida no le deparaba otra tarea que la de agotarse irremediablemente en la milpa y bajo el sol; pero pudo más la responsabilidad de ser el heredero de una historia de lucha y heroísmo. Así que Emilio Chuc Chuc salió de su choza una mañana de septiembre para emprender la campaña que lo llevaría sin duda –como a Carrillo Puerto en 1922– al palacio de gobierno de Mérida.

«Tengo que ser gobernador de Yucatán», le dijo ese día memorable a su mujer, mientras buscaba en un huacal los papeles que lo acreditaban como socialista de pura cepa.

Emilio Chuc Chuc nació hace 80 años, entre las matas del henequén, en un pueblito vecino de Buctzotz, Temax, en el norte de Yucatán. Hijo de un pobre campesino maya, empezó desde muy chico a trabajar como peón en las grandes haciendas del rumbo. En 1917, cuando tenía 15 años de edad, ganaba 35 centavos al día por una jornada de 12 horas en el corte de pencas de henequén.

Fue en ese tiempo cuando conoció a Felipe Carrillo Puerto. El dirigente del entonces Partido Socialista Obrero (PSO) llegó un día domingo a Izamal, distante unos 20 kilómetros de Temax, para reunirse con los campesinos henequeneros de la zona. El joven Emilio estuvo ahí. De lejecitos aunque fuera, pero alcanzó a escuchar el encendido discurso del líder socialista.

Nunca olvidaría aquella tarde:

«Yo me pegué al socialismo en 1917. Desde entonces nunca he dejado de ser socialista.»

También estuvo Emilio Chuc Chuc en el congreso Obrero Socialista reunido en Motul –el pueblo donde nació Carrillo Puerto– en marzo de 1918. Fue entonces cuando el PSO se transformó en Partido Socialista del Sureste (PSS).

Vendrían después años difíciles. En 1921, la campaña electoral por la gubernatura del estado llevó a socialistas y liberales a enfrentamientos violentos en muchas partes de Yucatán. Como candidato del PSS, Carrillo Puerto ganó finalmente las elecciones y el primero de febrero de 1922 –hace justo 60 años– inició su mandato socialista.

Los campesinos yucatecos, como Chuc Chuc, vieron así materializados en actos de gobierno los postulados socialistas: en muchos de ellos, como en Chuc Chuc, las convicciones se enraizaron definitivamente.

El sueño se interrumpió súbitamente a fines de 1923.

El coronel Juan Ricardez Broca, que encabezó la revolución delahuertista en Yucatán, se levantó contra el gobierno de Carrillo Puerto, que tuvo que salir de Mérida para escapar. El gobernador socialista, tres de sus hermanos y ocho de sus colaboradores fueron capturados cuando pretendían embarcarse rumbo a Cuba. El 3 de enero de 1924 todos ellos fueron fusilados.

Los socialistas, sin embargo, volverían al poder en 1930, cuando el profesor Bartolomé García Correa –sucesor de Carrillo Puerto en la presidencia del PSS– llegó a la gubernatura.

Y Emilio Chuc Chuc era ya un activo líder socialista en esta región del estado. Postulado por el PSS, ganó en 1934 la presidencia municipal de Temax, su pueblo.

«Como decía mi maestro Carrillo Puerto…», decía el joven presidente municipal invariablemente cuando los campesinos llegaban a plantearle sus problemas.

Con el paso de los años y el surgimiento y hegemonía del Partido Nacional Revolucionario, el PSS fue diluyéndose hasta quedar convertido en un membrete: la Confederación de Ligas Gremiales de Obreros y Campesinos de Yucatán «Partido Socialista del Sureste», hoy afiliada a la CTM del PRI. La posesión de una credencial de esa organización es todavía, entre los campesinos de estas tierras, título inequívoco de militancia socialista.

Emilio Chuc Chuc es el presidente de la Liga en Buctzotz. Tiene su credencial. Con ella en el morral viajó en septiembre de 1981 a Izamal, cuando le dijeron que los socialistas habían vuelto a Yucatán.

Hacía muchos años que el viejo Emilio estaba convencido de que el socialismo yucateco había muerto. Y muchos años también de que, desesperanzado, se olvidó de la política y volvió a la milpa.

Ya estaba sesentón cuando sentó cabeza: casó con una mujer 20 años menor que él y se vino a vivir con ella en Buctzotz. Tuvieron seis hijos, de los cuales sólo los dos menores permanecen en la casa paterna.

Estaba por cumplir los 80 años de edad el viejo Chuc Chuc cuando lo mandaron invitar al mitin del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) en Izamal.

«Ora train una estrella roja, pero son otra vez los socialistas», le dijo su compadre Fidel Cañetas. «Quieren que vaya usted».

Era otra vez domingo en Izamal. Emilio Chuc Chuc, revuelto entre tres docenas de campesinos, escuchó con atención a los oradores. «Pues sí –se dijo– hablan correctamente el socialismo».

Al final habló él, en maya. Su vozarrón, todavía, cimbró al pueblo entero, como en aquellos días gloriosos de los años treinta. En su discurso rescató los postulados de Carrillo Puerto y dijo que la tarea estaba inconclusa; que los socialistas debían volver a la lucha, porque la situación de los campesinos no había mejorado en tantos años. Le llegó hondo a sus coterráneos, como no le habían llegado en una hora de verborrea los militantes del PST.

El dirigente pesetista estatal, José Zacarías, y el comisario político del partido en ese entonces, César Humberto González Magallón, no daban crédito a su hallazgo.

«Usted puede ser presidente municipal o diputado, don Emilio», le dijo González Magallón a Chuc Chuc cuando el mitin concluyó. «Usted sabe de socialismo como ninguno otro en el estado», lo aduló.

–Yo ya acabé. Lo mío ya pasó –contestó el viejo con una sonrisa antes de treparse al camión para regresar a Buctzotz.

Emilio Chuc Chuc era el hombre que el PST necesitaba. Se aproximaban las elecciones para gobernador del estado y el viejo reunía los atributos de un candidato ideal: campesino, maya y socialista: «el candidato del pueblo».

Y hasta Buctzotz fueron a buscarlo.

«Don Emilio –le dijo González Magallón apenas el viejo asomó por la puerta de su choza–: usted tiene que ser gobernador de Yucatán.»

Chuc Chuc meneó la cabeza. «¿Gobernador yo? ¿A mi edad?

Los pesetistas argumentaron:

«Usted es un militante socialista, igual que nosotros. Nosotros peleamos por los ideales de Carrillo Puerto, igual que usted. Nosotros queremos implantar otra vez el socialismo: somos lo mismo que el Partido Socialista del Sureste, ora con otro nombre.»

–Miren –repuso el viejo, muy serio–: yo estoy muy enfermo y soy muy pobre. No tengo dinero para hacer la gobernación. Busquen a otro.

–En todo Yucatán no hay otro socialista como usted –insistió Zacarías Alejos. Del dinero no se preocupe: nosotros le vamos a costear todos los gastos. Y le vamos a dar también para que compre medicinas y se cure. Pero usted no puede traicionar la memoria de Felipe Carrillo Puerto.

Varios días lo pensó Emilio Chuc Chuc, resistiendo los ofrecimientos de los pesetistas, angustiados ante la posibilidad de que tamaña oportunidad se les fuera de las manos. Le prometieron comprarle un seguro de vida, llevarlo a México para ser atendido, apoyar económicamente su mandato.

«Tengo que ser gobernador de Yucatán», le diría por fin a su mujer, aquella mañana.

Pobre fue su campaña de pueblo en pueblo. El viejo superó las penurias con su energía y, después de oírlo, muchos campesinos quedaban convencidos de que el gobierno de Chuc Chuc sería la reanudación del de Carrillo Puerto.

«Mi maestro –decía en sus mítines a voz pelona, porque nunca necesitaba micrófono– puso en Yucatán las leyes que protegían a los campesinos, llevó la escuela y los doctores a muchos pueblos y atacó siempre a los hacendados ricos y explotadores. Su tarea tendrá que continuar ahora, cuando yo sea el nuevo gobernador.»

La edición de unos carteles con la fotografía del candidato fue para Emilio Chuc Chuc la prueba irrefutable de que, en efecto, sería el gobernador de Yucatán: los del PST cumplían su palabra. Además, un día Zacarías le dio 500 pesos para sus medicinas. Otro día le dijo que le iba a comprar una corbata: «usted va a ser gobernador y tiene que tener una buena presentación», le dijo.

«¡Al carajo!», contestó Chuc Chuc, iracundo. «¿Un campesino con corbata?… ¡Yo soy indio de Carrillo Puerto!».

Al rato lo pensó bien el candidato. Recordó que cuando fue presidente municipal de Temax usaba la misma ropa de siempre, la misma con que trabajaba en el campo. Hasta cuando lo visitó, cierto día, un enviado del gobernador. «Bueno –pensó Chuc Chuc–: no es lo mismo ser presidente municipal que gobernador, porque el gobernador tiene que estar en Mérida».

Fue así cuando, en un viaje a la capital yucateca durante su campaña, fue al viejo mercado. Se compró una guayabera y dos pantalones blancos de lino. También un sombrero de palma fino. Gastó casi 2,000 pesos en tal vestuario, que guardó cuidadosamente en su choza, dentro de un costal, en espera del día en que asumiera la gubernatura.

Un día llegó hasta Buctzotz el general Graciliano Alpuche Pinzón, candidato del PRI al gobierno del estado. Emilio Chuc Chuc se acercó disimuladamente al mitin, para escuchar a su contrincante. «Habló del socialismo», le platicaría luego a su mujer. «Se ve que ha oído, pero no sabe. Ese hombre, el pobre, ni siquiera conoce Yucatán. Se dice socialista, pero nunca lo ha sido: yo los conocí a todos».

Las elecciones se efectuaron el 22 de noviembre. Según los resultados oficiales –que el viejo socialista nunca conocería– Alpuche Pinzón obtuvo 175,038 votos, cantidad equivalente al 80% de los sufragios, Carlos Castillo Peraza, del PAN, logró 36,619 votos, el 16%. Juan Bermejo Suaste, del PCM, 2,113. Emilio Chuc Chuc, del PST 2,071 votos…

«¡Me engañaron!», grita don Emilio ahora, cuando acaba de contarle al reportero esta historia, sentado en una hamaca en su misma choza de siempre. «Ellos, Magallón y Zacarías, me traicionaron. Transaron con el PRI. Por eso está Alpuche de gobernador de Mérida. Y se quedaron con el dinero que les dio el gobierno para la campaña».

El día de las elecciones, en efecto, el todavía gobernador Francisco Luna Kan dijo a los periodistas que el gobierno estatal había entregado medio millón de pesos a cada partido contendiente, como «subsidio» para sus campañas.

«A mí me dieron en total 700 pesos y una camisa», dice Chuc Chuc. «Hasta la fecha, no me han dado tampoco el seguro de vida que me prometieron. Zacarías recibió el dinero, pero no lo repartió.»

Platica el viejo que cuando el candidato del PST a la Presidencia de la República, Cándido Díaz Cerecedo, estuvo en Mérida, él fue a verlo para decirle lo que había pasado:

«Me dijo don Cándido que lo disculpara, pero que no tenía tiempo para atenderme.»

Y manotea Emilio Chuc Chuc. Y señala el cartel con su fotografía y muestra sus papeles y sus credenciales y sus retratos para apoyar su condición socialista y muestra también la guayabera y los pantalones y el sombrero de palma fina, nuevecitos, y llora como niño cuando habla, recuerda, revive a Felipe Carrillo Puerto.

«Ora resulta que Alpuche está en el sillón y que yo soy el hijo… ¿Y ora qué les digo, cómo les explico a los campesinos? Porque ellos me dicen: estuvimos de tu parte y llegó otro, ¿cómo estuvo? Y me siguen llamando gobernador. Pero, digo yo, ¿y ora qué gobierno?»

Válgame.

Twitter. @fopinchetti

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).
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