En 1927 Alfred Adler publicó su libro más popular: Conocimiento del hombre. En él, Adler hace la distinción de dos tipos de hombres: uno sumiso y otro imperioso. El primero, normalmente servil, sobrevive gracias al gobierno y a la fuerza impuesta por otros, lo que lo hace tener una actitud de sujeción compulsiva. El otro, por el contrario, tiende inevitablemente a cuestionarse sobre cómo podrá ser superior a cualquiera. A éste –afirma Adler- siempre lo buscan para comandar pelotones o dirigir multitudes, es director o es guía. Adler asevera que ambos son producto de la educación autoritaria, que crea tales perfiles, aunque no explica en qué circunstancias esa educación autoritaria crea al servil y en qué circunstancias, al imperioso. Lo cierto es que la educación en México (la escolar, la familiar, la institucional) coincide con el tipo de educación autoritaria de la que habla Adler, pues se crece con la firme idea de que la única relación posible entre dos seres humanos es aquella que se establece entre uno que da órdenes y otro que las obedece, entre uno que crea sus acontecimientos (como decía De Vigny) y otro que sufre lo que le impone el destino. Quien haya visto con detenimiento los últimos quince minutos del partido entre México y Holanda, se habrá dado cuenta de que la actitud de los jugadores mexicanos (su forma de defender, atacar o pelear el balón) empezó a ser cada vez más sumisa, como si en realidad les fuera difícil aceptar no sólo que iban ganando sino, sobre todo, que tenían la clara posibilidad de vencer a un equipo que asumían superior. En cambio, el equipo holandés, viéndose en desventaja, en lugar de evaporarse, se engrandeció más, como si en realidad le fuera difícil aceptar no sólo que iba perdiendo sino, sobre todo, que tenía la clara certeza de no poder ser vencidos por un equipo que reconocían inferior. Aquí es donde se enmarca el famoso “ya merito” mexicano, que estaría exactamente en la frontera entre el prototipo sumiso, que es donde se quedaron todos nuestros goles, y el imperioso, que es ante el que siempre terminamos arrodillados. Adler aseguraba que la educación autoritaria producía estos dos tipos hombres, como he dicho. De ser esto así, el acertijo estaría resuelto: nuestra enseñanza tendría que avanzar, de aquí en adelante, en sentido contrario.
@rogelioguedea