Tomás Calvillo Unna
25/06/2014 - 12:00 am
Las enseñanzas del futbol. Segundo tiempo
Nota a pie del presente. Las mentadas de madre a los árbitros expresadas al unísono por miles de aficionados ¿cómo se interpretan? Las porras son de guerreros simbólicos, el juego es una forma lúdica de transferir los instintos violentos; hacer de la guerra un orden de enfrentamiento pacífico. Cuando las porras pierden su imaginación verbal, […]
Nota a pie del presente.
Las mentadas de madre a los árbitros expresadas al unísono por miles de aficionados ¿cómo se interpretan? Las porras son de guerreros simbólicos, el juego es una forma lúdica de transferir los instintos violentos; hacer de la guerra un orden de enfrentamiento pacífico. Cuando las porras pierden su imaginación verbal, y se enfrascan en golpes y violencia física se termina su capacidad y potencial creativo y reducen la dinámica misma del juego: su inspiración.
Los gritos y las palabras sin contexto pueden interpretarse de forma arbitraria. Recordemos la canción de Gloria Trevi sobre la madre, ese juego de versiones, diversiones, dolores y alegrías. Puta madre, así suelta sin su momento y entorno, puede ser leída como un rechazo extremo a la misma vida. En un escenario común de enojo o incertidumbre remite a la desesperación cuya raíz no es ajena al sentimiento de abandono.
El texto y el contexto van de la mano, cuando se desgarra este lazo, la equivocación es más plausible y entre el vacío y la confusión la perversidad acecha.
Las palabras danzan, se mueven, encarnan, a veces sin darnos cuenta descubrimos que tienen más vida que nosotros. Somos fundamentalmente seres de silencios y palabras y en parte nuestro destino o suerte depende de la conciencia de ello. El tiempo y el lugar cargan y descargan de sentido a las palabras. Ellas son de alguna manera nuestro instrumento musical natural, con ellas aprendemos a entornarnos con el mundo y también a desafinarnos. El mundo gira, nunca está quieto, es un desafío permanente, y bajo esa condición buscamos comprender y comunicarnos.
En México la elasticidad del lenguaje es una de sus características y el humor y la ironía suelen desplegarse en el con gran libertad y a veces, es cierto, no hay límites a la crueldad verbal. En el fondo pareciera perdurar una gran desconfianza hacia todo y hacia todos; es la paradoja de esta euforia del idioma, de sus extraordinarios recovecos al alcance de la mano y de cualquiera. Nos unimos en el desmadre con boleto pagado o colados y atajamos la fugacidad desafiando al abismo, tal vez sin saberlo del todo.
Gracias a los que gritan puto en el mundial y a la FIFA por su interés (un actor externo que detonó la discusión en el seno de la maltratada Patria). Ello permite que nos detengamos en la vorágine por unos momentos y escuchemos nuestra diversidad y sus argumentos. De cualquier manera el grito seguirá y otros más vendrán.
El segundo tiempo:
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Estar en la tribuna con la porra era lo más cercano a representar en el presente la historia del circo romano. Desde ese lugar se incendiaba el juego con el combustible de los gritos e insultos. La porra era una exigencia permanente de ganar a como diera lugar, la porra es la desmesura. Se perdonaban las faltas del favorito y no se tenía clemencia alguna con el adversario. La mirada de la porra distorsionaba lo que sucedía en el terreno de juego. Pero aun así, aunque el equipo predilecto perdiera, cada uno reconocía dentro de sí, sin compartirlo en la tribuna, los aciertos y buenas jugadas del contrincante. La verdad no se podía ocultar por mucho tiempo a pesar de los gritos. Eso ha sido importante para que el futbol exista y es una de las reglas no escritas que hace que las cosas sean lo que son y no otra cosa.
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Había estadios en donde todas las tribunas eran la porra; el estadio completo era la porra y así querían, más que apoyar a su equipo, infligir temor al adversario. Eran estadios difíciles; los buenos jugadores se probaban en ellos y descubrían una cualidad perdida en los libros de historia y en las narraciones de la vida de los santos, me refiero a la templanza. Se necesitaba valor para ganarles a los cañeros bravos de Zacatepec en su propio campo.
Un equipo con templanza puede jugar en cualquier estadio y siempre dejará huella, pierda, empate o gane. Ese equipo enseñará a moldear las pasiones, a usar los gritos e insultos en provecho propio; para ello requiere de una cierta dosis de humor y recordar la frase: es verdad, sólo es un partido de futbol y vale la pena jugarlo bien.
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Uno de los mejores regalos que nos trajeron los reyes magos fueron los zapatos de futbol, entonces sus tacos eran de madera. Al calzarlos comenzaba el partido; uno caminaba con ellos y sabía que el balón estaba cerca.
En los pies se encontraba el futbol; los pies y sus toques decidían todo el asunto y en esos años era el asunto más importante. Ni los exámenes finales en la escuela se le asemejaban. Pegarle bien al balón resolvía de una manera casi instintiva el problema más complicado del álgebra, aunque los demás lo ignoraran. Mandar un buen centro o hacer un gol de volea era algo más elevado que recitar de memoria las serranillas del Marqués de Santillana. La satisfacción plena de un buen remate de palomita superaba los versos de poesía del siglo de oro y las mismas coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre don Rodrigo. Así, así en verdad era la pasión de aquellos que al entrar a un campo de futbol comenzaban a vivir una forma muy particular del arte y la libertad que se fusionaban en la palabra gozo.
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Ya se han ido los balones de cuero, su olor cuando eran nuevos. Ya nunca más serán nuevos. El balón de cuero era más lento, más pesado, sobre todo cuando llovía; nadie se animaba a jugar por el aire, a cabecearlo. Cuando uno remataba con la cabeza un balón bien mojado entendía el misterio del peso del agua cristalina, descubría que el dolor también es líquido.
La primera señal de que los balones iban a cambiar, de que detrás de ellos había gente imaginando cómo transformarlos, sin que nosotros supiéramos y sin que nada pudiéramos hacer, fue la aparición del balón blanco sintético. La superficie del balón de cuero era como la piel, se le parecía; el nuevo balón que comenzaba a rodar provenía de una película de ciencia-ficción, era una síntesis entre lo europeo y lo norteamericano. Olía a celuloide. Como el cine, como el mundo de las imágenes, pronto ganó terreno. Se movía más rápido, pesaba poco y sus diseños eran más llamativos. Producirlo seguramente costaba menos y podía llegar a más manos, a más pies. Me hubiera gustado haber guardado uno de aquello balones de cuero, sólo para no olvidar el comienzo.
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Orden e inspiración eran las dos cualidades que un entrenador debía inculcar a su equipo. No era fácil y no lo sigue siendo. En la primaria, la selección de mi colegio el Zumárraga logró eso. Nuestro entrenador nos enseñó a comportarnos en el campo, sabíamos jugar nuestras posiciones e intercambiarlas. Cubríamos por zonas, a la vez que desarrollábamos nuestra creatividad. Ganábamos todos los campeonatos en que competíamos. Creo que la clave para lograr unificar el orden y la inspiración es el ritmo. Saber y sentir el ritmo de un juego; eso le corresponde al entrenador y lo debe transmitir a sus jugadores. Cuando uno está en el campo de futbol, tiene que sentir; ir más rápido o más despacio. Detener el balón o moverlo, presionar o aflojar. Si uno logra conectarse con el ritmo del juego y uno lo empieza a modular es difícil que el partido se pierda. Se trata de encontrar el latido de cada juego y escucharlo dentro de uno, cuando eso sucede el futbol asemeja una danza. Cada movimiento es armónico, cada pase teje un hermoso manto futbolístico. El campo se vuelve afable, uno sabe con claridad cómo moverse, a quién pasar, a qué hora disparar; se establece una relación con el balón que nos vuelve inseparables.
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El tiro libre se asemeja a un fusilamiento. Una barrera humana y frente a ella un tirador. Cuando estás parado viendo cómo van a pegarle al balón a unos cuantos metros de distancia y frente a ti, se deben cubrir las partes bajas del cuerpo y evitar voltearse o saltar. La única solución es la propia fortaleza y algo que está presente a cada momento del juego: los reflejos. Tener buenos reflejos facilita el juego y ayuda a evitar los golpes.
Para un portero es lo más importante, de sus buenos reflejos depende la cantidad de goles que reciba. Los reflejos ayudan a salir airosos de los accidentes y de lo que no estaba previsto, como un tiro desviado. El talismán de Ochoa son sus reflejos, seguramente es hábil para enfrentar situaciones extremas o difíciles.
Hay una conexión entre reflejos y serenidad. Por su parte, el que ejecuta un tiro libre, sabe si va a ser gol más por sus pies que por sus ojos; hay un punto en el balón que cuando recibe la presión necesaria estalla en gol. Eso uno lo siente en el pie al golpearlo y no hay portero ni barrera humana que lo detenga.
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El futbol también está lleno de mañas; jalones, desplazamientos, empujones, golpes, provocaciones, pero todo ello no supera la creatividad, destreza, entrega y gusto.
Es importante que nunca lo supere. La maña sirve para resistir pero no para crecer y avanzar. En un buen jugador la maña se oculta; cuando es evidente, la impotencia domina y algo anda mal.
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Bajar el balón, saber hacerlo, pasar horas y horas aventando lo más alto posible el esférico para bajarlo con el muslo, o el pie, o el pecho y sin permitir que se vuelva a mover, es uno de los ejercicios básicos que no se pueden dejar de lado. Saber matar el balón, aquietarlo, domarlo, convertirse en su imán, otorga una gran confianza en sí mismo que irradia a todo el equipo. En un partido bajarlo con el pecho, o con el pie corriendo, es un mensaje muy claro para el contrincante. Es decirle: “el balón y yo hablamos el mismo idioma; ten”, y el cañonazo va directo al fondo de sus redes.
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P.D. Una opinión para Miguel Herrera alias “el piojo”, una más de las miles que le deben estar enviando: Nos prometimos y dijimos que llegábamos a la final, si Holanda hubiese estado en otro grupo llegaría a la final que tendríamos que jugar contra ellos el 13 de julio. Señores la final es el próximo domingo 29, se nos adelantó, y además nos prometimos ser campeones del mundo, así que enfrentemos a Holanda para cumplir con lo que nos hemos propuesto.
No estaría mal conceptualizar el próximo juego así.
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