En nombre de la familia y la moral se condena a los niños a la marginalidad

24/06/2014 - 12:00 am

Siempre que barbaridades como “los culpables de que haya delincuentes son las familias, porque no educan en valores a los hijos” salen del hocico de sujetos bien vestidos, planchaditos, con corbata y la cara rasurada y blanca gracias a cremas y lociones, revivo la incomodidad y molestia que sentía cuando en mi infancia descubría que el tendero persignado, después de salir de misa, encarecía las golosinas tan necesarias para mí.

En esa conducta contradictoria advertía una profunda hipocresía, y siempre las sensaciones de molestia, los malos olores, sinsabores y miedos de nuestra niñez nos acompañan por toda la vida, escondiéndose en nuestro subconsciente para brincar como tigres hambrientos en los momentos menos oportunos.

Cuento esto porque la misma incomoda sensación me despertó el discurso sobre la familia del presidente de la Comisión de la Familia del Senado. Transcribo y comento una parte del comunicado del legislador José María Martínez Martínez:

“Hoy la importancia de esta Comisión radica en los retos y desafíos que hoy tiene la familia. La familia que conceptualmente hoy no tenemos una distinción que cuando menos jurídicamente nos armonice el sentir o los sentires de todos los mexicanos en concreto respecto del modelo que nosotros queremos”.

Cantinflas le hubiera robado ese párrafo con gran regocijo.

¿Qué los senadores no tienen asesores que editen sus discursos antes de leerlos? Porque es inaceptable que en 22 palabras repita tres veces hoy. Quien cobra sobre todo por hablar, por lo menos debía hacerlo bien.

¿Qué quiere decir “la familia que conceptualmente hoy no tenemos”? ¿Acaso trató de expresar que no existe un concepto de familia? Porque eso no es verdad; tal vez él, en su enorme ignorancia, no tenga un concepto acabado de lo que significa la familia pero por lo menos Google ofrece aproximadamente 160 millones de resultados. No se trata de que no exista un concepto, se trata de que el senador Martínez no revisa ni Wikipedia.

¿Qué significa “una distinción que cuando menos jurídicamente nos armonice el sentir o los sentires de todos los mexicanos”? ¿Cree que los senadores son los encargados de armonizar los sentires de todos los mexicanos? En mis 42 años de abogado he leído más de 500 veces los artículos constitucionales referidos a las facultades de los senadores y nunca encontré eso de “armonizar los sentires de todos los mexicanos”. ¿Nadie le dijo al senador que él sólo puede hacer como funcionario aquello que le está expresamente facultado por la Ley?

¿Tendrá idea de lo que significa armonizar el sentir de 90 millones de mexicanos que actuamos conscientemente? ¿Quién le dijo al senador Martínez que los sentires del pueblo de México se armonizan jurídicamente? Su ignorancia raya en la estupidez.

Pero el senador, sin reparar en las barbaridades dichas (recuérdese que barbaridad es una onomatopeya del ladrido de los perros, bar bar), continuó en el mismo tenor: “Hoy los legisladores se han pronunciado por un concepto”.

Alarmado por semejante afirmación, busqué en las publicaciones del Congreso de la Unión y no encontré que en las últimas fechas se hubiese votado un concepto de familia diferente al del Artículo 4 de la Constitución, que por cierto no está definido puntualmente. ¿Será que el señor Martínez aceptó ser presidente de una comisión de la que desconoce su función?

Aún así, ya tocado por el hado de la insensatez, agregó “hoy la Corte ha metido de más su criterio, y discúlpenme mi atrevimiento, en términos de la familia”.

Pues no se le disculpa tanta ignorancia ni tan pobre lenguaje; la Corte “no mete poco bien o de más su criterio”, la Corte no mete nada sino que “fija criterios de interpretación de la ley”, eso y sólo eso. Las interpretaciones legales no son de más ni de menos, son las que en ciertos casos resultan obligatorias para todos los jueces. ¿De dónde sacaron a este desleído los panistas?

Finalmente, intentó ser más claro: “Hoy algunos estados, en concreto el Distrito Federal ha ido más allá, ha ido incluso a través de modas, tendencias, tratando de adoptar este modelo de familia”.

¿Qué significa ir más allá? ¿Más allá de dónde o más acá de dónde? Pero dejemos de pelearnos con las cantinfleadas de Martínez y entremos al hueso.

El senador pretende afirmar que el Distrito Federal ha adoptado un modelo de familia que no es el modelo de la mayoría de los mexicanos. Eso es muy grave ya que, desde esos obscuros pensamientos (que batalla para verbalizar porque no los tiene claros o teme decirlos francamente) la comisión que él preside pudiera considerar que tiene facultades para decretar un concepto y un modelo de familia obligatorio para todos los mexicanos, y eso es inadmisible.

Los senadores no pueden hacer eso, ni la Constitución se atreve. Entrar en la ordenación de las estructuras de la asociación de los seres humanos es una intervención fascistoide. Nadie puede ordenar, legislar u obligar a que las personas existan conforme a modelos preestablecidos, porque ahí en la relación se da la vida y nadie puede ordenarle a la vida como se dé. Los modelos de familia que practican los seres humanos son derechos fundamentales de ellos y el estado sólo los reconoce.

Puntualmente, así lo dice el artículo primero constitucional: “En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte”.

Finalmente el senador se atreve a decretar, como si fuera el arzobispo primado de México, “hoy la familia debe entenderse como esa comunidad perfecta, esa escuela de solidaridad y de amor, esa escuela de ciudadanía, debe entenderse con la misma sociedad, es aquí donde construimos a ciudadanos de valor y con valores”.

¿De verdad conocerá “muchas comunidades perfectas”? ¿No estará escupiendo para arriba? ¿Conocerá muchas comunidades solidarias y amorosas? ¿Nunca habrá peleado él por una herencia o algo así con sus parientes? ¿De verdad las familias mexicanas son escuelas de ciudadanía? Porque los mexicanos no somos muy buenos ciudadanos que digamos.

Si de verdad en las familias mexicanas se construyen ciudadanos de valor y con valores, entonces ¿de dónde sale tanto empresario que paga un dólar la hora trabajada? Los miles de políticos y negociantes corruptos, cientos de sicarios que asesinan por unas monedas, comerciantes que elevan los precios sin misericordia, ¿acaso esos tipos no tienen familia, son hijos de la tierra o vienen de Marte?

Ese concepto de familia ni existe ni ha existido en México o el mundo. Bien haría el senador en ser más cauteloso con sus palabras, no le vaya a gritar algún mocoso igualito a él “papá”, o alguna secretaria que le diga amorcito. O no vaya a descubrir secretos indecibles en su “comunidad perfecta”.

Eso, pensar que ellos son perfectos en comunidades perfectas, les genera la convicción de que los perfectos de comunidades perfectas pueden discriminar a los que, según ellos, no lo son.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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