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Jorge Zepeda Patterson

17/06/2014 - 12:05 am

Alzati, el hombre que murió dos veces

Es loable que el PRI se haya metido a labores de reciclaje, pero francamente no hay Greenpeace que hubiera aprobado la reutilización de un funcionario tan defenestrado como Fausto Alzati. El problema no es que hubiese sido sorprendido inventándose un doctorado del que aún no tenía el título; total, el hombre simplemente estaba tratando de […]

Es loable que el PRI se haya metido a labores de reciclaje, pero francamente no hay Greenpeace que hubiera aprobado la reutilización de un funcionario tan defenestrado como Fausto Alzati. El problema no es que hubiese sido sorprendido inventándose un doctorado del que aún no tenía el título; total, el hombre simplemente estaba tratando de justificar con florituras el encargo como secretario de Educación Pública que Ernesto Zedillo acababa de hacerle. El PRI debió advertir que en aquella invención de Alzati había mucho más que un asunto de egos y frivolidad. El verdadero pecado residía en la prepotencia grosera y el doble rasero del funcionario al que se dota de poder: resulta que durante sus años como titular de Conacyt fue un ferviente Torquemada contra becarios que mostraban cualquier fisura en su documentación académica y algunos perdieron su beca. Un agravio que muchos recordaron meses más tarde cuando Alzati quiso presumir su título de Harvard. Eso fue en 1995 y lo convirtió en el ministro de Educación más efímero de la historia de México.

Emilio Chuayffet, también zedillista y él mismo un cartucho reciclado por los mexiquenses que llegan a Los Pinos, decidió rescatarlo 18 años más tarde y lo designó Director General de Televisión Educativa en junio de 2013. Un año después mostró que el ser humano es capaz de dispararse al pie dos veces.

Como es sabido, el viernes pasado Alzati suspendió a gritos la inauguración de una exposición en la que se hacía la lectura de un poema escrito por Aurora Reyes en 1948 en honor a Lázaro Cárdenas, al grito de “Aurora mis huevos” por considerar que insultaba a Peña Nieto (así de visionario era mi General Cárdenas).

Los audios que difundió SinEmbargo no dejan duda de la estulticia del personaje (se me ocurren otros adjetivos pero pongo este para que Alzati se tome la molestia de ir al diccionario). Con voz aguardentosa el político gritó: “Basta, no escucho más”. Luego intentó organizar una porra a favor de Peña Nieto que tenía como propósito desagraviar al mandatario de un insulto que sólo el advirtió. He leído el poema en su totalidad y francamente cuesta trabajo encontrar algo que pudiera lastimar con el pétalo  de una rosa la sensibilidad presidencial. Lo cual nos hace preguntarnos sobre los insumos que el ahora ex funcionario habría estado bebiendo o fumando.

Cuando el asunto estalló en redes sociales, Alzati se vistió del mejor goberprecioso para intentar escamotear el golpe. Primero dijo que no era su voz; luego tuiteó “defenderé a EPN como un ebrio”, más tarde aseguró que no estaba borracho, que así sonaba porque andaba agripado. Esta última me parece una explicación verdaderamente incriminatoria de su IQ. Digo, el tremendo “oso” del viernes pudo haberlo atribuido al deber patriótico de festejar el triunfo de la selección, ofrecer disculpas y punto; pero sin atenuantes etílicos la torpeza se vuelve descomunal. Durante el fin de semana y el lunes el todavía funcionario insistió que no permitiría que EPN fuese insultado y para mostrar su devoción envió una batería de elogios y estadísticas favorables al gobierno y a su líder.

Creo que esto último fue lo que acabó condenándolo. Desde Los Pinos se juzgó que el nombre del Presidente y el de Alzati en el mismo trendig topic resultaba muy inconveniente. El lunes en la tarde fue despedido.

El affaire Alzati será comentado desde diversos ángulos en los próximos días. A mí me deja tres reflexiones inmediatas que tal vez ni siquiera son las más importantes.

Primero, cuan patético resulta el servilismo político. Cuando Alzati arengó al círculo que le rodeaba a echarle porras al Presidente en medio de la lectura de un poema se advierte el desconcierto entre sus acólitos. Escuchan a su jefe decir “¡Arriba Peña Nieto! ¡Arriba Peña Nieto, sí o no! El que esté de acuerdo conmigo que diga: ¡Arriba Peña Nieto, ¿sí o no?!” Ellos vacilan, pero al final la vileza se impone; uno tras otro comienza a secundarlo.

Segundo, el peso de las redes sociales. La nota sobre el “pancho” de Alzati comenzó a circular en Twitter desde el viernes pero tomó fuerza hasta el sábado. SinEmbargo lo publicó el domingo y Julio Hernández en su columna Astillero este lunes. Pero la nota pasó inadvertida en la prensa escrita. En otras palabras, la respuesta de Los Pinos el lunes en la tarde fue resultado esencialmente del impacto político de la blogosfera. Un dato por demás revelador (agradeceré se me haga saber si he pasado por alto alguna publicación impresa de manera inadvertida).

Tercero, las reacciones de los círculos de poder son cada vez más rápidas frente a un escándalo político que estalla en las redes sociales. Les tomó semanas responder al desaguisado de la Ibero que dio lugar al #Yosoy132 en la campaña de 2012. El caso de #Ladyprofeco requirió 17 días antes de que “renunciaran” al titular de la dependencia (por cierto y a propósito de reciclajes, el Gobernador Eruviel Ávila rescató a Humberto Benítez. el padre de Lady Profeco, hace cuatro días al designarlo presidente del Colegio Mexiquense). Ahora, en el caso de Alzati, sólo tomó tres días. Interesante, ¿no creen?

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net

Jorge Zepeda Patterson
Es periodista y escritor.
en Sinembargo al Aire

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