Los ingleses saben lo importante que es cuidar una imagen. Saben que si esta imagen se ensucia, se hace inmediatamente más vulnerable. Pierde fuerza. Lo que pasa con los individuos, pasa con los países, de igual modo. Un país con mala reputación pasa de vencedor a vencido. Yo tengo casi diez años viviendo en una colonia británica, Nueva Zelanda, y sé que para los neozelandeses es imprescindible cuidar la imagen que proyecta su país hacia el extranjero, por lo antes dicho. Por eso, no es bueno permitir que la imagen de México se deteriore y menos por los extranjeros que viven aquí. Digo esto porque hace unos días Susannah Rigg, una inglesa que vive en Oaxaca y que es la fundadora de www.mexicoretold.com, escribió un artículo titulado “13 diferencias entre un amigo normal y un amigo mexicano”, en el que hacía una comparación “divertida” (pues muchos en las redes se “botaron de la risa”) entre lo que era un amigo normal, según ella, y un amigo mexicano. Una de esas trece diferencias era, para poner un ejemplo, ésta:
Si expresas interés en un trabajo, un amigo normal te desea suerte o te ayuda con la solicitud. Un amigo mexicano te dice “un amigo del hermano de la exnovia del primo de mi cuñado trabaja ahí, déjame que le llamo”.
Rigg no sólo está considerando anormal, según sus prejuicios culturales, la forma de ser del mexicano, sino, peor aún, su soberbia idiosincrásica la hace creer que la suya (porque es evidente que a quien describe como amigo normal es a un inglés) debe ser la norma que rija toda cultura. Por eso mismo, en tuiter le señalé que las reflexiones vertidas en este artículo (título incluido) eran discriminatorias, y que debía pedir una disculpa pública, porque seguramente a nadie le gustaría que un mexicano residiendo en su país escribiera un artículo titulado: “13 diferencias entre un amigo normal y un amigo inglés”, enumerando, de forma discriminatoria (aunque con apariencia “buena onda”), lo que son simplemente diferencias culturales. Rigg, entonces, me contestó: “sí, ya sé, no tenía opción”, agregando que ella podía asegurarme que tenía “un amor profundo para México”. Como es claro que su boca dice una cosa y su mano escribe otra, no seré yo quien me convierta en lo mismo que crítico. Por eso, desde aquí, le reitero lo que le dije en la red social: nunca me burlaré de tu país como tú lo has hecho con el mío. Porque: “mi casa es tu casa”.