Martín Moreno-Durán
12/03/2014 - 12:00 am
Peña-TV: la verdadera prueba
+ ¿Nuevas cadenas para grupos amigos o críticos? + Ni Televisa ni TV Azteca pierden poder; sólo acotadas Parafraseando a los clásicos: no nos hagamos bolas. Ni Televisa ni TV Azteca pierden poder ni, mucho menos, están aniquiladas. La decisión del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), las acota, en todo caso. Habrá juego más parejo…al […]
+ ¿Nuevas cadenas para grupos amigos o críticos?
+ Ni Televisa ni TV Azteca pierden poder; sólo acotadas
Parafraseando a los clásicos: no nos hagamos bolas. Ni Televisa ni TV Azteca pierden poder ni, mucho menos, están aniquiladas. La decisión del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), las acota, en todo caso. Habrá juego más parejo…al parecer. Sin embargo, es obligado analizar algunos puntos claves.
¿Por qué no pierde poder el duopolio televisivo?
Por una razón indiscutible: mantiene su infraestructura –aun cuando será compartida con sus competidores a futuro- y su influencia en cuanto a presencia y penetración a nivel nacional. Esa queda intocable.
Televisa mantiene bajo su control cuatro canales: 2,4, 5 y 9.
TV Azteca seguirá manejando el 7, 13 y 40.
Seamos claros: mientras Televisa y TV Azteca mantengan en su poder a siete canales, el duopolio televisivo seguirá repartiéndose la mayor rebanada del pastel. No nos confundamos.
El asunto es penoso: México es de los casos únicos –y lamentables-, en el que una sola empresa tiene más de un canal de televisión bajo su control. En Estados Unidos, por ejemplo, se permite que un consorcio maneje un canal de tv, o una estación de radio o un periódico al mismo tiempo, y nada más. Uno de cada uno. Pero no más.
Pero en nuestro país, el PRI (con la cooperación en su momento del panismo de Fox y de Calderón) empoderó, primero, a Televisa, y en los últimos 20 años, a TV Azteca, en un amasiato político-televisivo de conveniencia, consolidado y enquistado con el arribo de Enrique Peña Nieto a Los Pinos.
Hoy, a la luz de los hechos que han marcado el gobierno de Peña Nieto: las reformas, la captura del Chapo Guzmán, la muerte –ahora sí- de Nazario “Chayo” Moreno, y en una administración proclive a los golpes espectaculares que sometidos a una revisión rigurosa y de fondo, son frágiles y tramposos, parecería que el Presidente pretende terminar, de un plumazo, con la leyenda de que fue “el candidato de Televisa”, o que la televisora de Azcárraga Jean es la que realmente dispone y ordena en México.
Parecería, nada más.
¿Por qué?
Porque si realmente el gobierno de Peña Nieto quisiera abrir el juego de la competencia en la televisión mexicana, con medidas más de fondo, útiles e inapelables, se habría tomado una decisión que sería recibida con reconocimiento casi unánime: quitarle un canal de TV a Televisa y otro a TV Azteca.
Imaginemos entonces que el Canal 5 ya no fuera propiedad de Televisa.
Supongamos también que el Canal 40 dejara de pertenecer a TV Azteca.
Ambas son concesiones y, por tanto, podrían entrar en el “paquete de ofertas televisivas”, junto con las dos nuevas cadenas de televisión.
Así tendríamos, en una sola exhibición, cuatro nuevos canales abiertos que podrían ser licitados a cuatro grupos diferentes que, entonces sí, representarían una competencia más directa ante el duopolio televisivo.
Pero, al parecer, no será así.
Televisa y TV Azteca seguirán siendo, aunque acotadas, el poderoso duopolio predominante en la televisión mexicana.
Eso es definitivo.
*****
No nos hagamos bolas.
Ante el aplauso precipitado, comodino e irresponsable que la mayoría de las plumas y voces simpatizantes con el peñismo han lanzado por la “decisión histórica” del IFT para que Televisa acepte que las nuevas cadenas de televisión utilicen sus torres de transmisión y ya no pueda contratar en exclusiva eventos de gran público, el asunto de fondo está en una decisión todavía más importante: a qué grupos se les entregarán las dos nuevas cadenas de televisión abierta.
Allí está la clave.
Allí radica la verdadera prueba de la supuesta apertura televisiva del gobierno de Peña Nieto.
Es sencillo: si las dos nuevas cadenas de TV se entregan a grupos de comunicación o a empresas multimedia afines al gobierno, aliados al peñismo, practicantes de la censura en contra de plumas o voces críticas, amigos de Los Pinos y en busca exclusiva de consolidar su poder político y económico, sin ninguna intención de realizar periodismo de investigación, plural, crítico o de denuncia y al servicio de la población, entonces la tan cacareada apertura televisiva será una gran farsa. Una mascarada.
¿Por qué?
Porque si los amigos o aliados de Peña Nieto son los beneficiados con las dos nuevas cadenas, la “apertura televisiva” no será otra cosa más que un vulgar pago de favores por las atenciones mediáticas recibidas en campaña y durante el gobierno peñista. Nada más.
Si las nuevas cadenas de televisión quedan en manos de grupos que practican la censura y el periodismo servil hacia Los Pinos, todo seguirá exactamente igual. Periodismo al servicio del poder presidencial.
Así podrán licitarse mil nuevas cadenas de TV en México. ¿Y? Si seguirán recibiendo sus órdenes de edición desde Los Pinos, Gobernación o Hacienda, de nada servirá cualquier apertura.
Abusados: la clave está en a quiénes se les entregarán las nuevas cadenas de televisión.
A los incondicionales de Peña Nieto o a grupos profesionales interesados en hacer periodismo no oficialista, plural, crítico y, por tanto, valioso.
Ya lo veremos.
*****
No nos hagamos bolas.
La ambigua y reclamada “democratización de contenidos” en televisión, es algo volátil, incuantificable y hasta riesgoso para las libertades individuales.
Veamos: si un millón de personas (o millones) ven “Sabadazo”, a la “Señorita Laura” o “Cosas de la Vida”, “La Rosa de Guadalupe” o las telenovelas, es una decisión y elección estrictamente personal, libre, y, por lo tanto, inatacable.
¿Quién o quiénes pretenden decidir por millones qué programas deben ver? Eso es absurdo. La libertad de elección debe respetarse. Es cuestión de libertades. Y punto.
“Democratizar a los medios” para que no se repita el fenómeno de Peña Nieto, que acaparó los tiempos de radio y televisión durante las pasadas campañas presidenciales. Eso es otra cosa.
Mayor pluralidad periodística, equilibrio informativo y reparto de tiempos oficiales (ya regulados por la autoridad electoral), solamente se lograrán con una mayor competencia entre los medios, en este caso, la televisión, adjudicando nuevas cadenas a grupos de comunicación plurales e independientes y no a los incondicionales al poder de siempre, a los que no les importan ni nombres ni partidos en Los Pinos, y que tan sólo actúan por un hambre insaciable de poder y de dinero.
Allí está la verdadera democratización en medios: en mayor competencia periodística, y no en que algunos iluminados le digan a la gente qué programas ver y cuales no ver.
Por eso es fundamental saber a qué grupos les entregará el gobierno de Peña Nieto las dos nuevas cadenas de televisión.
De ello dependerá si en realidad estamos ante una verdadera, profesional y desinteresada apertura de la televisión mexicana, o simplemente fue otra mascarada para preservar el poder priista durante los próximos sexenios.
Por lo pronto, el duopolio televisivo vive.
No nos hagamos bolas.
Twitter: @_martinmoreno
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