El gobierno de Enrique Peña Nieto ha dado un duro golpe: detener y encarcelar al más buscado de los narcotraficantes del mundo: «El Chapo» Guzmán.
La captura se da, precisamente, en un momento ríspido entre el gobierno federal y la sociedad mexicana, además de los grupos políticos opositores, debido a la aprobación de la reforma energética, que permite el ingreso de la iniciativa privada (principalmente de USA y Canadá) a nuestro petróleo.
La ayuda del gobierno de USA para la detención de «El Chapo» es irrefutable, como lo es el apoyo que le están dando al gobierno federal para limpiar su imagen (por lo menos en el extranjero: ahí está, ni más ni menos, el reciente «Saving México» de Time). Se cree que con la detención de El Chapo también se acabará el tsunami de críticas a la administración peñanietista desde que fue aprobada la reforma energética.
A USA y Canadá no les interesa que haya paz en México, ni que todos los mexicanos se pongan de acuerdo en un proyecto común. Ni siquiera les interesa la reforma migratoria. A USA y Canadá, y a eso vinieron a México, les interesa el petróleo y el mercado mexicano para vender sus productos, porque los mexicanos nos hemos convertido en consumidores, no en productores, de ahí que en el Tratado de Libre Comercio el más perjudicado haya sido, como siempre, nuestro país.
«El Chapo» se convierte, así, en una moneda de cambio, sobre todo para legitimar al gobierno federal, cuya percepción social se incrementa negativamente.
Todos sabemos que con «El Chapo» encarcelado no acabará ni el tráfico de estupefacientes ni, mucho menos, sus miles de adictos y sus millones de consumidores. Tampoco acabarán, por ende, los cárteles del narcotráfico, ni el tráfico de armas, jugoso negocio del vecino del norte.
Los expertos opinan que será destruyendo los brazos financieros de los cárteles como se acabará con el problema de fondo. Es impreciso. En realidad el principio del fin será a través de un estado de Derecho indoblegable y de una ley incorruptible, de otra manera seguiremos teniendo la misma fórmula: más sangre y menos petróleo.
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