Salvárcar, Juárez… 4 años después

04/02/2014 - 12:00 am

El 30 de enero de 2010, un grupo de sicarios asesinaron a 16 jóvenes en una fiesta que se celebraba en Villas de Salvárcar, una colonia al sur de Ciudad Juárez; otros 12 resultaron heridos en el ataque.

Esta masacre es el ejemplo más palpable de la incapacidad histórica de México para hacer justicia durante el actual Siglo XXI.

Es indispensable que las autoridades los declaren Héroes Civiles, porque justicia nunca la recibirán y me refiero a su forma más elemental: identificar y encarcelar a todos los culpables y reparar el daño hecho a las familias.

La fiesta

Aquel día, hace ya más de cuatro años, el grupo de jóvenes, a raíz de un importante triunfo en una liga estudiantil de futbol americano, había organizado una fiesta en una casa sola de aquel fraccionamiento, donde vivía la mayoría.

La información del festejo llegó desde días antes hasta “El Diego”, líder de sicarios de la narco organización La Línea. Los datos obtenidos por el cabecilla señalaban a los adolescentes como miembros de una banda enemiga, los “Artistas Asesinos”.

Organizando el ataque con total cuidado y precisión, “El Diego” decidió matar a todos los que fueran a la fiesta y, para asegurar el resultado, comisionó al comandante operativo de su banda para la orden, quien a su vez pidió apoyo del grupo de homicidas a sueldo, aliados también, “Los Aztecas”.

Para el amanecer del 30 la operación ya estaba en proceso. El encargado de la orden se reunió con los miembros de “La Línea” a su mando y empezó a contactar a integrantes de “Los Aztecas” para terminar de formar el escuadrón de la muerte.

A partir del mediodía se realizaron decenas de llamadas telefónicas entre personajes, varios de los cuales debían estar infiltrados en la Policía. Esa noche iba a pasar algo grande, decían las voces en las filas de “La Línea” y “Los Aztecas”.

Entra las 9 y 10 de la noche, los ejecutores empezaron a encontrarse en un centro comercial que se encontraba a un kilómetro del lugar de la fiesta.

Distribuyeron espías (halcones les dicen por acá) en los principales cruceros de acceso a la colonia y después de las 11:30 de la noche salieron del mall dos vehículos que fueron alcanzados por otros dos en el camino y un quinto que funcionó como protección para el comando.

Más de diez sicarios llevaron a cabo el ataque. Apenas llegaron, empezaron a disparar contra una casa, interrogaron a algunos, se pasaron a otra vivienda y nunca detuvieron la balacera; lograron sorprender y asesinar a unos que pretendían brincar una barda y, en su retirada, dieron el tiro de gracia a los sobrevivientes lesionados que localizaron. La masacre duró casi diez minutos.

Desde el primer balazo los vecinos llamaron a la Policía Municipal, cuyas instalaciones están a 7 minutos de distancia.

Los tiradores salieron de la colonia, se separaron en una calle principal cercana al lugar, pasaron a recoger a sus halcones, lo que les tomó al menos diez minutos más y se alejaron en distintas direcciones. Entre 15 y 25 minutos duró todo el operativo aniquilador.

Los primeros en llegar fueron soldados que escucharon la balacera y circulaban relativamente cerca, la Policía llegó 30 minutos después de la primera llamada de auxilio.

Ya ni siquiera había heridos que trasladar, pues vecinos los llevaron a un hospital cercano.

Las capturas

 

Empezó la investigación. Tres días después, de manera casual el encargado del operativo se enfrentó a policías y soldados, quienes le dispararon y terminaron matando; una persona que lo acompañaba fue detenida. A partir de ese hecho se registraron cuatro arrestos más, uno de ellos el de Israel Arzate quien fue liberado recientemente porque la prueba fundamental en su contra era una confesión obtenida bajo tortura.

Felipe Calderón, en cadena nacional, declaró que las víctimas eran pandilleros y se le vino encima el mundo. Luz María Dávila, madre de uno de los deportistas asesinados, lo enfrentó con palabras sabias: “si fueran sus hijos, buscaría hasta debajo de las piedras a los culpables, pero como no lo son, nunca los va a encontrar”. Así fue.

En el operativo participaron directamente, por lo menos unos veinte delincuentes y se enteraron de la acción otros diez. Muchos de ellos seguían siendo policías municipales o ministeriales ya que es imposible que no haya habido alguna filtración antes del crimen que alertara a policías o al Ejército, pero todos callaron.

De los que participaron, sólo están detenidos y sentenciados cuatro sujetos que pasarán el resto de sus días en la cárcel, pero ¿y los otros veintitantos que tuvieron algo que ver? ¿Quiénes fueron? ¿Dónde están? ¿Están muertos? ¿Siguen activos?

Meses después detuvieron a “El Diego” y aceptó en la inefable rueda de prensa que él ordenó el asesinato en masa, sin embargo no le aperturaron proceso por esta razón; lo extraditaron por otros crímenes a EU y se fue en el avión con todos sus secretos.

La Federación invirtió más de 7 mil millones de pesos en reducir la violencia en Juárez, pero no fue capaz de asignar un verdadero equipo de investigación que aclarara el crimen de los 16 jovencitos asesinados y los otros 12 heridos ese 30 de enero de 2010.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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