A poco más de un año de que haya iniciado la administración de Miguel Ángel Mancera, resulta evidente que la suya es la gestión más autoritaria e impopular desde que en 1997 los habitantes del Distrito Federal eligieran a su primer Jefe de Gobierno.
En apenas un año de gobierno, el uso desmedido de la fuerza policiaca en las manifestaciones juveniles y la violación de los derechos humanos ha llegado a niveles que rememoran los tiempos en los que el PRI gobernaba esta capital a través de personajes como el Negro Durazo y Oscar Espinoza. Tan solo en el último mes, Mancera impidió a cuatro manifestaciones juveniles avanzar hacia el primer cuadro de la ciudad, instalando para ello, operativos policiacos ilegales y violatorios de las garantías individuales. El reciente desalojo del plantón de la CNTE de la Plaza de la República, muestra por otra parte, que el grupo de funcionarios neoliberales que dirige el gobierno capitalino ha roto completamente con la tradición democrática y de diálogo con los movimientos sociales que al menos de forma moderada conservaban las administraciones perredistas precedentes.
¿Qué ha posibilitado que un gobierno capitalino elegido por millones de ciudadanos para ejercer una política de izquierda, atropelle sin mayor empacho las libertades de manifestación y expresión, mientras la nación es despojada de sus recursos estratégicos? El viraje hacia la derecha en la política del Gobierno del Distrito Federal se produce en una época en la que la crisis internacional del capitalismo arrecia y donde las clases dominantes de todos los países ven a la democracia como un obstáculo para intensificar el ritmo de explotación de los trabajadores en un ambiente de gobernabilidad. En el caso concreto de nuestro país, las libertades democráticas de la Ciudad de México se han convertido en una carga intolerable para un gobierno federal que carece de legitimidad, que es incapaz de mantener el control de vastas zonas del territorio nacional y que al estar compuesto por agentes del capital financiero, ve como única posibilidad de desarrollo la entrega de los recursos estratégicos de la nación al capital extranjero.
En la actualidad el gobierno del DF es dirigido por un cuerpo de funcionarios cuya acción política no tiene nada que ver con la izquierda mexicana (ni siquiera en su versión más moderada e institucional) y que está poniendo en peligro la autonomía de la ciudad y la lucha que millones de ciudadanos dieron en 1997 para acabar con el control que el PRI ejercía a través de los regentes impuestos desde Los Pinos. Ahora bien, el retroceso que actualmente se vive en la Ciudad de México, no inició con la administración de Mancera. Ya desde el periodo de Marcelo Ebrard empezaban a expresarse síntomas alarmantes de criminalización de la juventud y de la protesta social con la complicidad de los dirigentes del partido del sol azteca. Basta rememorar el caso de la discoteca News Divine en junio de 2008, donde un desalojo violento ejercido por agentes de la policía, derivó en una estampida humana que dejó sin vida a doce jóvenes.
Debe decirse también que ni las corrientes de izquierda del PRD ni López Obrador en su momento, opusieron resistencia al fortalecimiento de corrientes neoliberales en el aparato de gobierno del Distrito Federal, y que fue este último el que consintió en 2006 el ascenso de la mancuerna Ebrard-Camacho Solís (ambos reconocidos ex funcionarios priístas ligados por su pasado al salinismo), que junto con el actual director general del Sistema de Transporte Colectivo Metro, instrumentaron la política represiva de “Tolerancia Cero” en la capital.
“Nada funciona bien excepto el miedo” son las palabras que el cineasta sueco Ingmar Bergman puso en boca de uno de sus personajes al finalizar su film El huevo de la serpiente. El retroceso en materia de derechos humanos y libertades democráticas que actualmente padece la Ciudad de México es alarmante; sin embargo, puede ser revertida fortaleciendo unidad de los movimientos sociales desde las bases y aprendiendo las lecciones que un año del Pacto por México nos han dejado. La Ciudad de México ya no es la misma que hace 17 años gobernara el PRI a través de un regente designado desde Los Pinos. El intento de Peña Nieto de regular el procedimiento para suspender las garantías individuales y romper la autonomía del DF, debe ser combatido con una lucha democrática implacable en las calles. Hay que aplastar al reptil ahora que apenas se dibuja su silueta en el huevo y no cuando ya sea demasiado tarde.
Por Nahúm Pérez Monroy.