Una ciudad engañosa, es esta ciudad perlada en frío.
Extraño el sudor y el olor a taco, el grito pelado, el improperio en la calle de mi querido defectuoso.
No extraño la violencia, por estos lares camino bajo el susto permanente.
El susto del carterista en el metro, en las callejuelas. El susto del grito hosco, de la falta de maneras.
Me siento en las mesas de una plaza y juego al yo nunca, nunca.
Y siempre pierdo.
Y la casa sigue ganando.
Jamón ibérico al vacío y temporada perenne de tomates.
Es que parece que se celebra el día nacional de la seta.
El día de la ostia y del joder.
El día del trámite.
El día del inmigrante.
El día de la crisis. Perdón. La temporada de crisis. Aquí se vive en crisis, y muchos, al parecer, ya se olvidaron de hacerlo de otra manera.
Sin embargo, Barcelona muestra sus mejores galas: las luces iluminan la ciudad por las inminentes fiestas navideñas, en las calles corre agua cada noche para limpiar la mugre del Raval.
Para limpiar y diluir las pisadas de las hordas de turistas.
Para espantar los restos de cerveza, alcohol y semen que manchan algunos espacios del barrio gótico.
Para arrastrar las colillas y los restos de mota del Borne.
Barcelona es un poco decadente, más aún en temporada de invierno. Cuando bajan lentamente los grados, cuando a las cuatro de la tarde se retira la luz. La función se terminó. Arréglatelas como puedas, caliéntate con quien sea, come lo que alcances.
Prepara té y café y sobrevive el invierno.
Procura no quedarte en cama.
Procura no dejar de caminar todos los días, absorber el bona tarda, el merci y el molt be que mascullan por ahí los vecinos, los tenderos, que claro, viven en crisis.
Yo nunca, nunca se ha convertido en mi juego favorito en estos atardeceres improvisados, marcados por el reloj de la computadora y la luz artificial de mi pantalla.
Yo nunca, nunca pensé vivir en un invierno de esos que la luz dura muy poquito. El día es chiquito. La noche inmensa.
Yo nunca, nunca pensé tomar tanto café para cobrar calor. Pensé que lo haría por el puro gusto de darme sobredosis de cafeína.
Yo nunca, nunca pensé en coger el metro. Yo agarro el autobús.
Yo nunca, nunca pensé que pasaría las tardes en la biblioteca, esperando turnos para sacar libros.
Me gusta el nunca, nunca.
Me gusta para esperar la excepción a la regla.
Y saltar como borrachín sobre la oportunidad.
Y ser orgulloso miembro de la Asociación de Sinvergüenzas Sin Fronteras, A.C.
Capítulo Barcelona.
@mariagpalacios