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Jesús Robles Maloof

27/08/2013 - 12:00 am

Jean Charles y Juliard Aires, asesinados por soñar

Conocí a María da Gloria Aires Fernandes, mujer brasileña afrodescendiente, el pasado miércoles 21 de agosto en los estudios de la televisora por Internet Rompeviento Tv, en la víspera del tercer aniversario de la primera masacre de San Fernando en Tamaulipas ocurrida en agosto de 2010. En los ojos de María observé lo que he […]

Conocí a María da Gloria Aires Fernandes, mujer brasileña afrodescendiente, el pasado miércoles 21 de agosto en los estudios de la televisora por Internet Rompeviento Tv, en la víspera del tercer aniversario de la primera masacre de San Fernando en Tamaulipas ocurrida en agosto de 2010.

En los ojos de María observé lo que he visto antes en cientos de familiares que han perdido a sus seres queridos en México durante estos días de creciente violencia. Ojos vidriosos con un rostro lleno de indignación y tristeza que surge de lo más hondo del alma. Con palabras claras y una pausada pero enérgica voz, logra transmitir la exigencia de justicia por su sobrino de 20 años, Juliard Aires Fernandes, asesinado junto con Hermínio Cardoso dos Santos y 70 personas migrantes más en el norte de México.

Maria da Gloria carga en sus hombros otro dolor. En julio de 2005, Jean Charles de Menezes, de 27 años de edad, fue asesinado en el Metro de Londres por la policía al supuestamente ser confundido con un yihadista islámico. A Jean Charles le asesinaron en el marco de la política “tirar a matar” que buscaba detener a sospechosos de eventuales atentados en Gran Bretaña. Nueve años después, el brasileño David Miranda, pareja del periodista Glenn Greenwald, fue detenido por horas y horas sólo por ser “sospechoso” de violar la ley.

Como lo ha demostrado la Comisión Independiente para Quejas contra la Policía, contra lo que dice la versión oficial, Jean Charles trabajaba de electricista y ese día había abordado el Metro como todos los días, sin hacer nada que resultase sospechoso. Cerca de diez disparos le fueron hechos por la policía a Jean de Menezes cuando ya estaba sometido. Siete de ellos en el rostro.

Su prima Patricia Armani da Silva narra que por la pobreza Jean había salido a los 14 años del pueblo de Gonzaga en Minas Gerais para estudiar en Sao Paulo. En el 2002, intentó conseguir una visa para Estados Unidos y al no lograrlo decidió ir a Gran Bretaña. A la fecha, ninguno de los policías que perpetraron el asesinato o los mandos que dieron las órdenes han sido condenado por ello. Un colorido memorial de hermosos mosaicos ha sido colocado afuera de la estación de Metro Stockwell Tube donde cayera abatido.

El año siguiente, Juliard Aires, primo de Jean Charles, salió de Santa Ifigenia en Minas Gerais con rumbo a Estados Unidos. Lo motivaba el mismo sueño, el de miles de mujeres y hombres en Latinoamérica: salir de su condición de pobreza y ayudar a sus padres. Después de un largo camino por decenas de países de Sudamérica y Centroamérica, Juliard y Herminio estaban cerca de la frontera.

Fueron secuestrados en San Fernando, Tamaulipas por «Los Zetas». Tras días de extorsionarles infructuosamente fueron asesinados en el ejido de El Huichazal en aquella localidad. Sabemos ahora que la alternativa al pago del rescate era que los migrantes se incorporaran a las filas del grupo criminal a lo que Juliard y Herminio se negaron. El destino quiso que Luis Freddy Lala sobreviviera al horror y diera aviso del hecho. Así como los balazos terminaron con la vida de Jean Charles, un balazo en la cabeza terminaría con la vida de los dos jóvenes y de 70 personas aquellos días, interrumpiendo por siempre su sueño y dando inicio a una vida de pesadilla para sus familias. El gobierno mexicano envió el cuerpo de Juliard a Honduras y fue enterrado ahí. Tras los reclamos de la familia, fue recuperado y enviado a Brasil, dos meses después de la masacre a costa del gobierno brasileño. No hubo disculpas.

«El gobierno mexicano nos regresó una caja con una masa inidentificable adentro que ellos dicen que es el cuerpo de Juliard. Nunca nos llamaron, nunca nos han dado explicación alguna», sostiene María. Felipe Calderón condenó la masacre y como en tantas ocasiones prometió justicia. Al contrario de lo prometido, los secuestros, el reclutamiento forzado y lo asesinatos no sólo continuaron. Seis meses después se encontraron los cuerpos de al menos 193 personas en la misma localidad. Las masacres de San Fernando constituyen el más grave delito de lesa humanidad de nuestra historia reciente, que en cualquier país del mundo ameritaría una transformación radical del sistema de procuración de justicia.

El Estado mexicano no cumplió ni con la más básica obligación procesal: identificar adecuadamente a los cadáveres. «Las autoridades nos dijeron que tenían los mejores aparatos para identificar cuerpos y nos han entregado cuerpos sin pruebas de ADN, sin información. Incluso se nos ha prohibido abrir los féretros», declaró Rosa Neli Santos, madre integrante del Comité de Familiares Desaparecidos de Honduras.

María demanda al Estado mexicano la identificación plena de su sobrino y de todos los que fueron asesinados en San Fernando. Julio Moreyra, integrante de la Asociación Abogados del Pueblo de Brasil, quienes acompañar a la familia Aires, exige también la reparación integral del daño, que incluye el castigo a los culpables materiales e intelectuales, a los servidores colaboraron en este crimen por acción y omisión y el reconocimiento de la responsabilidad que incluye el preservar la memoria: “Deben tener claro que no nos detendremos hasta lograr justicia por Juliard y sus compañeros de viaje”.

Ese día, lo primero que se me ocurrió decirle a María es que me sentía avergonzado como mexicano, que el inútil homicidio de Juliard como el de los miles de migrantes que han muerto en este mi suelo no se me va olvidar, que habemos mexicanos que lucharemos a su lado y que hemos decidido no olvidar como destacadamente lo hace Fray Tomás González en el albergue de Tenosique, Tabasco, erigido en honor a los migrantes asesinados. Y al hacerlo se me hizo un nudo en la garganta, mientras sus ojos se llenaron de lágrimas.

Este gobierno tiene ante sí, la tarea ética e histórica de identificar a las 365 personas que fueron masacradas en San Fernando, de dar con todos los responsables y reparar integralmente el daño, incluyendo medidas de no repetición. Debe además modificar la Ley de Migración para establecer una forma Fm4 de permiso de paso para que todos los migrantes puedan subir a un transporte digno y seguro y evitar tragedias como la que narramos y la que el domingo 23 de este quitó la vida a seis personas migrantes.

Los muros de los que Roger Waters escribió matan a miles de jóvenes todos los años en México y en el mundo, con ellos se llevan sus sueños. Roger Waters dedicó la nueva versión extendida de The Wall en honor a Jean Charles, con seguridad la cantaría a Juliard si supiera de su historia.

Ya por la noche, al salir de la televisora por Internet, María se acercó a mi diciéndome que Jean Charles y Juliard eran dos jóvenes que querían superar la pobreza y la exclusión, que tenían derecho a eso. Tenían derecho a soñar. Se acercó y me susurró en portugués al oído mientras tocaba con su pulgar mi corazón. Quizá no sabe, pero ella ya lo había tocado aún antes de conocerla.

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Jesús Robles Maloof
Defensor de derechos humanos, entusiasta de los efectos transformadores de las tecnologías de la información. Hace años decidí unir mi voluntad a quienes luchan contra la corrupción, la violencia y la impunidad. Desde integro 2010 el colectivo de activistas digitales Contingente Mx. Colaboré como Senior Lawyer en New Media Advocacy Project y actualmente soy responsable del área de Defensa Jurídica de la organización Enjambre Digital que defiende las libertades en internet.
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