Adela Navarro Bello
24/07/2013 - 12:13 pm
La «Comisión de Aplausos» del Presidente
Si por el entorno los conoceréis, al Presidente Enrique Peña Nieto no le gusta estar solo. Necesita de compañía para estar, de cómplices para actuar, de comparsas para accionar y de patiños para anunciar. Mire usted, no únicamente se trata del Pacto por México, donde metió a los facilitos dirigentes de los partidos políticos como […]
Si por el entorno los conoceréis, al Presidente Enrique Peña Nieto no le gusta estar solo. Necesita de compañía para estar, de cómplices para actuar, de comparsas para accionar y de patiños para anunciar. Mire usted, no únicamente se trata del Pacto por México, donde metió a los facilitos dirigentes de los partidos políticos como el PAN y el PRD, para que en grupo o en bola, le apoyen, le redacten y le aprueben sus propuestas de reforma, sino cada ocasión cuando un anuncio “importante” de la Presidencia de la República se dará, los gobernadores de los estados deben dejar lo que tengan programado para asistir al alumbramiento de la idea presidencial. Ni hablar de los secretarios de Estado, pues todos deben también presenciar el “magno” acontecimiento.
A ese conglomerado de políticos abandonadores de sus trabajos primarios ante el menor llamado de la Presidencia de la República, se le llama «Comisión de Aplausos», pues su presencia en el estrado, el presídium o la tarima, no tiene otro objetivo más allá de aplaudir las frases grandilocuentes, las sentencias de mejoría del entorno, y el final del discurso presidencial.
Verá, hace unos días Enrique Peña realizó la presentación de dos proyectos de gobierno para su sexenio; sintió la urgencia, la necesidad, de justificar la labor realizada en estos ocho primeros meses de administración federal, y convocó a actos informativos. Primero el 15 de julio y después el 22 de julio lo hizo desde la Ciudad de México hasta donde llevó con su convocatoria a los invitados de los rincones mexicanos.
Los gobernadores, solícitos acudieron al anuncio de los proyectos, el primero, “Programa de Inversiones en Infraestructura de Transportes y Comunicaciones”, y el segundo, “Programa para la Formalización del Empleo”, en ambos actos, separados una semana uno del otro, estuvieron presentes los ejecutivos de las entidades federativas. Los gobernados pues en los estados, debieron costear, vía impuestos el viaje del Gobernador y el séquito infaltable en toda comitiva de representante de poder alguno. No sólo eso, debieron en los estados soportar la ausencia por lo menos dos días del mandatario ante el llamado de Peña para conformar la «Comisión de Aplausos».
Total, el lunes 15 de julio el Presidente no pudo aprovechar la presencia de los gobernadores para hacer todos sus anuncios, y el 22 de julio ahí van otra vez a aplaudir los programas presidenciales. Doble viaje, doble gasto, dobles viáticos y doble abandono de los mandatarios sobre sus entidades.
La «Comisión de Aplausos», integrada pues por los gobernadores, los dirigentes de los partidos políticos firmantes del Pacto por México y los miembros del gabinete presidencial, es sólo una figura de ornato, pues en los anuncios presidenciales no tienen ni voz ni voto. Por ejemplo, si un Gobernador no está de acuerdo con las obras contenidas en la mega inversión de cuatro billones millones de pesos de Peña en el estado, pues no puede decir nada, sólo aplaudir es su cometido. De igual manera si sus necesidades no fueron consideradas, callar y aplaudir es cuánto debe hacer.
Aparte no hay otra manera de explicar la presencia de gobernadores, partidos y gabinete en los anuncios presidenciales, pues vaya se trata únicamente de retórica federalista sin abundar en los cómos. Por ejemplo explicó Peña en la primera reunión donde se rodeó de todos el 15 de julio: su programa de inversiones 2013-2018 de 1.3 billones millones de pesos en infraestructura, transportes y telecomunicaciones, tenía tres objetivos –para él muy claros–: disminuir el costo de transporte y la aumentar seguridad vial; desarrollo regional para detonar territorios, mejorar la calidad de vida. No se mencionó el cómo, ni el cuándo, ni dónde el ferrocarril, ni de cuántos kilómetros la carretera, tampoco de dónde y cómo para la seguridad de las vialidades; hoy, muchas de ellas y particularmente en el centro del país, están en manos del crimen organizado y el narcotráfico pues las bloquean cuando les da la gana, cuando la amenaza apremia o cuando los balazos se desatan.
La reunión del 22 de julio fue harto similar. Muchos propósitos y pocos métodos. Las palabras claves en el discurso presidencial de ese día fueron tres: fomentar, promover establecer, todas utilizadas en torno a la necesidad de la aprobación de las reformas hacendaria y financiera incluidas en el Pacto por México, para poder avanzar en la formalización del empleo. 59 por ciento de la población trabaja en la informalidad, descubrió el Presidente, y siguió jalando el hilo negro: 28 millones de trabajadores sin derechos laborales pues “la informalidad es enemiga de los trabajadores”, y ante tan tremenda revelación, magna idea: “establecer bases para un sistema de seguridad social universal”, y por universal debería entenderse para todos, informales y formales.
El Presidente fue más allá con sus testigos de honor: “crear más empleos formales y más productivos”… si se aprueba la reforma financiera, pues “permitirá más crédito y más barato para pequeñas y medianas empresas”, para fomentar… y ahí sígale con los sueños de un gobierno federal gustoso de reunir a la clase política activa de México, sólo para hablar de planes y proyectos y programas, y no de hechos ni de acciones ni de resultados.
Esta situación, el avance de lo planeado y no el anuncio de lo logrado, utilizando a gobernadores, secretarios y políticos como fondo de fotografía de unidad presidencial, es la evidencia de la existencia de una comisión de aplausos. A Enrique Peña Nieto le gusta rodearse de muchos, para decir muy poco.
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