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Jorge Zepeda Patterson

17/07/2013 - 12:02 am

El «Z-40» resultó Z-400

Sin duda se trataba de un hombre legendario, si bien por las peores razones. Ahora que han detenido al «Z-40», Treviño, resulta que era una especie de Madre Teresa pero del Averno. Todos los crímenes reales o supuestos de «Los Zetas» se le atribuyen a este sicario devenido en capo. Desde la quema del Casino […]

Sin duda se trataba de un hombre legendario, si bien por las peores razones. Ahora que han detenido al «Z-40», Treviño, resulta que era una especie de Madre Teresa pero del Averno. Todos los crímenes reales o supuestos de «Los Zetas» se le atribuyen a este sicario devenido en capo. Desde la quema del Casino Royal en Monterrey, hasta la ejecución de los 71 ilegales encontrados en un foso en Tamaulipas, pasando por la organización de la logística de secuestros y extorsiones a todo lo largo del país.

Dirán que soy escéptico, y ciertamente no dudo de la mala entraña de este hombre, pero hay algo de infantil en creer que todas las infamias y vilezas proceden de un ser perverso, así sea el temible «Z-40». Me recuerda un poco a los villanos de las tiras cómicas o de las películas de superhéroes, en las que una mente siniestra y poderosa amenaza destruir al planeta. Pinky y Cerebro, pues.

El gobierno de Felipe Calderón inauguró los golpes mediáticos con aprehensiones que eran presumidas por la vía fácil de exagerar la capacidad malévola y destructiva de los capos exhibidos o liquidados. «La Barbie», Heriberto Lazcano, Beltrán Leyva, «El Teo», Los Arellano Félix, y un largo etcétera, fueron mostrados como capos con una capacidad logística y de destrucción que habrían envidiado Al Capone, El Padrino o Walmart.

Pero algo no hace sentido si consideramos que el peso, la organización y la penetración del crimen organizado en la sociedad mexicana han aumentado en los últimos años a pesar de que todos estos capos han desaparecidos o están en la cárcel. Vamos, la eliminación de todas estas “portentosas” mentes criminales no ha provocado ni un traspié en el avance incontenible de los cárteles en la vida nacional. Las elecciones de los últimos días, en que por vez primera los narcos participaron de manera decidida (una docena de funcionarios y candidatos asesinados), muestra que han alcanzado cotas y zonas sin precedente en la historia del país.

Lo que quiero decir es que en el fondo el mal es sistémico y no depende de un hombre o de un dirigente. Desde luego que todo aquél que encabeza una organización criminal se convierte en insignia, pero identificar los crímenes de la organización con aquél que la dirige constituye un reduccionismo que a la larga resulta perjudicial.

El narco se ha expandido en el tejido social y económico del país no por la habilidad de sus líderes sino por la impunidad, la ausencia de un aparato de justicia, la corrupción generalizada y la ineficacia flagrante de las policías.

Creer que el cáncer de los cárteles se convirtió en metástasis por la perversidad de los Lazcano o los «Z-40» es lo mismo que asumir que los monopolios se explican por la personalidad de Azcárraga o Slim. Si no fueran esos apellidos serían otros. Son las condiciones estructurales lo que posibilitan poderes fácticos (legales e ilegales) que están por encima de las leyes. Habría que preguntarnos si es tal el poder de estas fuerzas, que ya escapan a la posibilidad del propio sistema para acotarlos.

Una cosa tengo clara. No es la eliminación de apellidos o la sustitución de cabezas en estos imperios lo que atenuará su fuerza. Dudo que el «Z-40» fuera más inteligente que Amado Carrillo, «el Señor de los Cielos». Sin embargo, el peso del crimen organizado es mucho mayor ahora que hace 15 años. O dicho de otra manera, la personalidad de Emilio Azcárraga es mucho menos impactante que la de su padre, «El Tigre» Azcárraga; pero la fuerza y el poder económico de Televisa es hoy infinitamente mayor. En ambos casos, las condiciones estructurales de la sociedad mexicana son hoy más propicias que hace una década para la impunidad y libertad con la que operan los poderes privados (legales o ilegales).

Celebremos pues que un criminal haya sido aprehendido. Pero no confundamos la causa con el síntoma. No hemos avanzado un ápice en la eliminación de las condiciones que hacen posible la expansión del crimen organizado. ¿No cree usted?

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net

Jorge Zepeda Patterson
Es periodista y escritor.
en Sinembargo al Aire

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