Jorge Zepeda Patterson
10/07/2013 - 5:45 am
Gobernadores y narcos, el nuevo elector
Las primeras elecciones del año 1 de la Segunda Venida del PRI, dejan algunas reflexiones. Los comicios en 14 entidades celebradas este domingo siete son de claroscuros, pero en conjunto permiten esbozar algunos recuerdos del futuro. Y digo “recuerdos del futuro” porque las Segundas partes siempre tienen algo de déjà vu. La sensación de que […]
Las primeras elecciones del año 1 de la Segunda Venida del PRI, dejan algunas reflexiones. Los comicios en 14 entidades celebradas este domingo siete son de claroscuros, pero en conjunto permiten esbozar algunos recuerdos del futuro. Y digo “recuerdos del futuro” porque las Segundas partes siempre tienen algo de déjà vu. La sensación de que estamos experimentando un guión vivido anteriormente, aunque con algunos ingredientes adicionales. Veamos.
1.- Los narcos llegaron para quedarse. Esta es la única novedad estrictamente hablando. Una docena de muertos entre candidatos y funcionarios de partido, y un sinnúmero de amenazas en las cientos de alcaldías en disputa, revela que el crimen organizado es un nuevo protagonista en los procesos electorales. Habían participado, desde luego; cómo olvidar el asesinato del candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas o el del PAN a la presidencia municipal de La Piedad. Pero la manera extendida y reiterada con la que se involucraron en esta ocasión nunca la habíamos vivido. Tendríamos que preguntarnos si también habremos de acostumbrarnos a que formen parte de la vida electoral, de la misma forma en que hemos asumimos que muchas carreteras y la vida nocturna ya son de ellos.
2.- El PRI confirmó su mayoría, pero no arrasa. Salvo en Baja California y en la alcaldía de Puebla que no pudo arrebatar al PAN, el partido de Peña Nieto se confirmó como el más fuerte del triunvirato que se disputa el destino de los mexicanos. Mejoró su posición en todos los congresos locales y logró arrebatarle algunas posiciones al PRD. Confirmó los resultados del verano pasado; gana, pero no arrasa. Y sus derrotas en el Congreso de Coahuila revelan que sigue siendo vulnerable a los escándalos. Buena señal.
3.- Peña Nieto no puede controlar a los gobernadores. Tengo la impresión de que eran casi sinceros los llamados que hacía Peña Nieto a los gobernadores para evitar que cometieran fraudes electorales e incurrieran en artimañas ilegales. Peña Nieto estaba más interesado en que el PAN y el PRD no se ofendieran y terminaran retirándose de su pacto, que en arrebatar Baja California a la oposición (única gubernatura que estaba en disputa). El hecho es que sus llamados a la civilidad a sus colegas de partido fueron totalmente desoídos. Sea porque carece de la fuerza suficiente frente a los vicios arraigados o sea porque los gobernadores no creyeron que hablaba en serio. Probablemente una mezcla de ambas cosas. Peña Nieto no quería elecciones escandalosamente sucias, pero tampoco deseaba un retroceso del PRI pues equivaldría a un plebiscito perdido. Así que exigió limpieza a sus correligionarios pero con el entusiasmo de quien no quiere ser escuchado.
4.- Paso atrás en materia de comicios. La sensación es que hemos retrocedido un par de escalones en materia de limpieza electoral. En Baja California se dieron con todo en materia de campañas sucias; y los gobernadores de Veracruz, Quintana Roo e Hidalgo entre otros, operaron con un abuso e impunidad como no se veía hace rato. Queda claro que en las elecciones locales la clase política regional se permiten salvajadas que evitan durante la época de reflectores de las elecciones federales.
5.- El PAN la libró con las justas. El blanquiazul pudo evitar la catástrofe que anticipaba la guerra civil que ha vivido en los últimas semanas entre el calderonismo y las fracciones restantes. La pérdida de Baja California o de la alcaldía de Puebla habrían sido la puntilla para un partido que parece destrozado desde su entraña. Sostener estos dos bastiones le permite salvar la cara, aunque siga podrido por dentro. Y es que sus triunfos en Baja California y en Puebla obedecen más a procesos locales que a méritos del partido nacional. En Puebla ganó gracias a la maquinaria del Gobernador Moreno Valle. Y en Baja California gracias a la mala imagen del candidato priista y al desinterés del PRI federal. Pero el balance de las 14 entidades dejan mal parado al PAN y con heridas importantes.
6.- Retroceso del PRD. Si el PAN puede maquillar sus derrotas con lo de Puebla y Baja California, el PRD ofrece un rostro postelectoral ojeroso y con rímel corrido. Perdió la alcaldía de Cancún y la capital de Oaxaca, las dos posiciones más relevantes en su poder, de las que estaban en disputa. Y si bien querrá esgrimir que ganó Baja California en alianza con el PAN, todo mundo sabe que ahí fue invitado pasivo, no protagonista. El PRD fue incapaz de incorporar a su saldo alguna alcaldía en todo el norte de México. Es muy pronto para saber si este es el primer impacto del desgajamiento que supone Morena y López Obrador, o simplemente uno de los muchos vaivenes a que nos tiene acostumbrados este partido.
7.- El desinterés en las elecciones estatales. La moraleja de estas elecciones es que con 70 por ciento de abstencionismo promedio, las elecciones regionales ofrecen pocas moralejas. Carecen de la suficiente representatividad para extraer lecciones escritas en bronce. Pese al acercamiento obsesivo de la clase política y de los medios de comunicación, son comicios que tienen sin cuidado a la población.
Con todo, el protagonismo del crimen organizado, el abuso de los gobernadores y la incapacidad de los partidos para generar el interés de los ciudadanos quedan allí como enormes nubarrones para el futuro inmediato. ¿Recuerdos del porvenir?
@jorgezepedap
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