Jesús Robles Maloof
19/06/2013 - 12:00 am
El “Chocho Maldito” y las batallas por la libertad de expresión
Imaginen que un grupo de policías vayan por un locutor de radio a su cabina, lo saquen a golpes, lo torturen en la estación de policía, le hagan pagar una multa, le presenten a firma un documento que no pueda leer y no contentos, amenacen al medio en que trabajaba y a otros medios, para […]
Imaginen que un grupo de policías vayan por un locutor de radio a su cabina, lo saquen a golpes, lo torturen en la estación de policía, le hagan pagar una multa, le presenten a firma un documento que no pueda leer y no contentos, amenacen al medio en que trabajaba y a otros medios, para que no lo contraten más. Todo porque habló por tres minutos sobre la impunidad de la clase política. Quizá ustedes me responderían que en este país todo puede pasar, y ya nada nos sorprende.
Ahora piensen que un juez le imponga a una periodista la prohibición de escribir sobre determinados temas. Algunos dirán que eso sucede en un país totalitario, otros no se sorprenderían de que en los tiempos que corren, sucediera en México. Finalmente imaginen a un corresponsal, al que un servicio gratuito de alojamiento de blogs le suspende en tres ocasiones su página por petición del gobierno. Yo creo que todo esto puede suceder en nuestro país, pero también creo que habría una reacción de la sociedad.
Estos tres casos sucedieron en México en los últimos meses pero no nos enteramos porque, a diferencia de las hipótesis planteadas arriba, sus protagonistas no eran periodistas ni trabajaban para un medio. Simple y sencillamente son ciudadanos que ejercen su libertad de expresión. En un país donde ser comunicador se ha vuelto un oficio de alto riesgo es justificado que gran parte de la sociedad civil y de la opinión pública hayan desarrollado oportunos reflejos ante las amenazas, los riesgos que sufren y la impunidad permanente.
Pero por atender la emergencia hemos descuidado un aspecto central del debate público: que la libertad de expresión nos pertenece sobre todo a los ciudadanos y de su respeto y garantía se puede medir la vitalidad de una democracia. Ya comentamos aquí el caso de los jóvenes de la #Op5Puebla torturados por convocar a una protesta. Hablemos de otros tres casos.
El “Chocho Maldito”
El 5 de abril de este año una divertida banda de jóvenes músicos y activistas que conforman “El Chocho Maldito” fue invitada a las fiestas de Caborca, Sonora. Subieron al escenario y leyeron un mensaje contra la impunidad y por la justicia para la Guardería ABC. Los asistentes escucharon. Iniciaron con una de sus rolas al tiempo que la policía municipal ya se movilizaba. Los municipales aprovecharon la caída del micrófono para subir al escenario y bajarlos a golpes. Sí. Tal cual los interrumpieron y uno a uno los fueron bajando con lujo de violencia. Tomó el micrófono el presentador y dijo “la función tiene que continuar”.
Los asistentes gritaban “¡que hable!”, mientras uno de sus integrantes se hincaba irónicamente frente a los organizadores para que le permitieran la voz. El señor a cargo le espetó en el micrófono: “Ya no tienen nada que decir”, mientras le retiraban. De ahí a la patrulla con su dosis certera de golpes, y luego a los separos de la policía. El periplo terminó tras ocho horas, un pago de ocho mil pesos y la firma de un documento que no pudieron revisar. Desde ese día, “El Chocho Maldito” ha sido parcialmente vetado de todo escenario de Sonora. Fieles a su activismo se presentaron el pasado 4 de junio en Hermosillo en la velada por la justicia ABC. “Podrán bajarnos, sacarnos de tokines, y vetarnos, pero nunca podrán callarnos”, dicen con buen ánimo.
El silencio a Isha Oropeza.
Desde hace años Isha es una entusiasta de los blogs y los medios sociales. Junto a un grupo importante de blogueras, ha utilizado Internet para difundir la lactancia materna y aspectos innovadores de la crianza cosa que el padre de sus hijos veía bien. En meses recientes dio inicio a un litigio por la guardia y custodia de los pequeños. Es claro que atendiendo al interés superior de la infancia durante un proceso la privacidad de los pequeños debe ser preservada, ella siempre tuvo muy en cuenta este punto. Hasta que el juez 40 de lo familiar en DF, Juan Jiménez García, a petición de la ex pareja de Isha le previno de abstenerse: “… publicar en la plataforma digital (Internet y redes sociales) contenidos e información sobre sus menores hijos (…) que puede tener alcances sobre la privacidad e intimidad de dichos menores toda vez que dicha plataforma digital dispone de potentes herramientas de intercambio de información”.
¿En qué momento su ex pareja y el juez se convencieron que bloguear o tuitear era un peligro para los niños?, pregunta Isha. Creo que su ex pareja quiere callarla a toda costa. Lo que no entiendo es que este juez determine sin ponderación alguna, la censura sobre el tema de sus hijos, algo tan fundamental e importante para una persona como Isha, sin realizar ninguna consideración de cómo la libertad de expresión se puede armonizar con la protección preferente en atención al interés superior de la infancia. El auto del juez me recuerda a las declaraciones que les hicieron firmar a Maruchi Pagola y Gilberto Martínez, “tuiteros terroristas” de Veracruz, de nunca más volver a usar Internet.
Los tres blogs de Maritza Díaz.
Maritza Díaz es madre de un pequeño cuyo padre ausente es Enrique Peña Nieto. Contra lo que se cree, fue él quien la denunció el año pasado ante un juez del Estado de México cuando ambos viven en el DF. Más desventaja no puede existir con ese adversario. Han removido a tres jueces en sólo cuatro meses del Juzgado 3 de lo familiar en Metepec. El Tribunal Superior de Justicia del DF, le quemó la papa caliente y regresó su caso al Estado de México. Maritza usó Twitter como único contrapeso, después abrió dos blogs en WordPress y sin ninguna explicación fueron suspendidos. Para evitar esto compró uno y ese no ha sido bajado. Logró abrirse espacio de expresión sólo con un reciente video de YouTube, mismo que ante los casos de censura previa fue replicado por decenas de usuarios. Aun así su batalla será larga y desigual.
Propuesta Cívica, la organización donde colaboro, y Artículo 19 inauguraron el pasado 7 de junio en el Museo de la Memoria y la Tolerancia la exposición “¡No nos callarán! Las batallas por la libertad de expresión” (similar expresión de “Chocho Maldito”). No se la pierdan y no olviden también que las batallas por la libertad son luchas como las narradas, contiendas que también las libramos día a día, en el espacio público, en Internet y en dónde se pueda hablar, porque que hablar, informarse y discutir, es la esencia de una democracia que aunque lejana, es posible.
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