Martín Moreno-Durán
29/05/2013 - 12:01 am
El abuelo incómodo
“Debemos entender que hay reglas que todos aplicamos, y que todos cumplimos”, dijo, severo, el titular de la PGR, Jesús Murillo Karam, durante la reunión de Procuradores de Justicia, el viernes pasado. Tal vez al Procurador se le olvidó agregar: “todos cumplimos… menos mi nieto”. Y más: el lunes 27, ante familiares de desaparecidos, Murillo […]
“Debemos entender que hay reglas que todos aplicamos, y que todos cumplimos”, dijo, severo, el titular de la PGR, Jesús Murillo Karam, durante la reunión de Procuradores de Justicia, el viernes pasado. Tal vez al Procurador se le olvidó agregar: “todos cumplimos… menos mi nieto”.
Y más: el lunes 27, ante familiares de desaparecidos, Murillo Karam les espetó, en una frase con aroma a regaño, rayano en la insensibilidad: “No hacemos magia. Vamos a llegar hasta donde se pueda llegar”. Pero el Procurador omitió una pequeña aclaración: “No hay magia… pero sí pactamos la impunidad”.
Contra lo que pudiera suponerse, la golpiza de Gerardo Saade Murillo –nieto de Murillo Karam–, en contra de Alexia Ímaz, hija del director del Cisen, Eugenio Ímaz Gisper, no es, por mucho, un simple “pleito de adolescentes” ni menos una jocosa “puntada entre juniors”. Va más allá.
Implica la responsabilidad del Estado mexicano encarnada en quien recae, de forma directa, la obligación de impartir y garantizar justicia, de castigar el delito y combatir a la impunidad. Y, hoy por hoy, Murillo Karam abdicó de esa obligación legal.
Lo que ocurrió con la joven Alexia Ímaz fue, nada menos, que la negociación de la ley por parte de quien está, constitucionalmente, obligado a vigilarla, preservarla y cumplirla: el titular de la PGR, ante un delito grave como lo es golpear a una mujer mexicana, con confesión de parte del agresor y todos los elementos legales y suficientes para proceder, en este caso, en contra del nieto del Procurador.
La información obtenida por la periodista Lydia Cacho y publicada en SinEmbargo (23/mayo/2013), es reveladora, valiosa, pero, sobre todo, indignante:
“La chica (Alexia) recibió varias llamadas a su celular, porque unos minutos antes, Jesús Murillo le pidió al padre de la joven que no levantaran cargos, que su nieto ofrecería una disculpa pública y que él se aseguraría de que jamás volviera a molestar a Alexia, de 22 años…”.
¡Ah, bueno! Menos mal. Después de la madriza, pues con un “usted disculpe” ahí muere. Aquí no ha pasado nada. Faltaba más. Y ya no vuelve a suceder, ¿estamos?
Según la investigación de Cacho, Eugenio Ímaz “inicialmente sí quería que su hija denunciara, fue por ello que Alexia llegó a la PGJE (de Morelos) y fue recibida de inmediato”. No obstante, “después hubo un par de llamadas entre el Procurador Murillo e Ímaz, director del Cisen”.
Alexia se desistió de la denuncia y todos a su casa. Cada quien con su golpe.
El caso tampoco es un simple conflicto entre particulares. No. Es grave y alarmante.
¿Por qué? Por tres razones básicas:
1) Es una agresión directa contra una mujer y que debió haber sido castigada. No ocurrió así.
2) Murillo Karam –sin asumirnos como abogados, sino bajo estricta interpretación periodística– evidentemente violó la Ley Orgánica de la PGR (Capítulo 1), que a la letra dice que la Procuraduría debe ejercer “sus atribuciones, respondiendo a la satisfacción del interés social y del bien común”. Murillo Karam no lo hizo así con Alexia.
3) El mismo apartado obliga a que “… la actuación de sus servidores se regirá por los principios de certeza, legalidad, objetividad, imparcialidad y respeto a los derechos humanos”. Hasta aquí el capítulo. Y de acuerdo con la información de Lydia Cacho, es claro también que Murillo Karam tampoco mostró imparcialidad ni respeto a los derechos humanos de Alexia Ímaz.
Murillo Karam, como “abogado de la nación” –calificativo un tanto cursi, aunque válido–, y en uso de su cargo, de sus atribuciones y con intervención directa, evitó que se ejerciera la ley en contra de un golpeador de mujer: su propio nieto.
Hoy tenemos a un titular de la PGR no sólo ante la disyuntiva de que, al parecer, violó la Ley Orgánica de la PGR. Algo más grave: ha perdido ya, a casi medio año de haber asumido el cargo, toda autoridad moral para impartir justicia –¿quién le va a creer o a respetar su palabra?–, o para exigirla y garantizarla.
A Murillo Karam lo obedecerán, pero no lo respetarán.
Lleva tatuado, en la frente, el nombre de Alexia.
¿Qué autoridad moral y respeto se le puede tener a un abuelo (Murillo Karam) que protege a un agresor de mujer, y negocia para que no se le aplique la ley?
¿Y qué autoridad moral y respeto se le puede tener a un padre (Eugenio Ímaz) que por encima de la agresión a su propia hija, antepone sus intereses políticos?
Murillo Karam seguirá en la PGR, pero ha perdido ya toda autoridad moral.
Peña Nieto tiene a un Procurador de Justicia que le será incómodo mientras permanezca en el cargo, ante su intervención directa para proteger a un agresor de mujer. Su nieto.
En cualquier democracia consolidada –estadounidense, inglesa, alemana–, un Procurador que encubre a su nieto golpeador de mujer, ya hubiera sido despedido del puesto. Sin duda.
Nos dicen que el Presidente respeta mucho a Murillo Karam. Hombre, felicidades.
El problema es que los ciudadanos ya no respetan al Procurador Murillo Karam.
Y ese sí es un problema para Peña Nieto.
CASTILLO, EL IRACUNDO. Si usted pide una cita con el flamante Procurador Federal del Consumidor, mejor absténgase. Alfredo Castillo –sí, el fiscal encubridor del caso Paulette–, está de un carácter de los mil demonios, echando pestes contra el gobierno al que ha servido y, lo peor: sin garantizar que tenga un desempeño favorable al consumidor. Castillo anhelaba ser titular de la PGR, pero el Procurador en turno no lo podía ver ni en pintura y se dio su salida.
Twitter: @_martinmoreno
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