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Jorge Javier Romero Vadillo

03/05/2013 - 12:00 am

¿Qué diablos es el Pacto por México?

¿Qué tipo de coalición es el Pacto por México? Desde que se firmó en los primeros días del gobierno, los analistas políticos, sobre todo aquellos con formación politológica, han tratado de desentrañar cuál es el alcance del acuerdo político y lo han interpretado de diversas maneras. No han faltado quienes lo han criticado por ser […]

¿Qué tipo de coalición es el Pacto por México? Desde que se firmó en los primeros días del gobierno, los analistas políticos, sobre todo aquellos con formación politológica, han tratado de desentrañar cuál es el alcance del acuerdo político y lo han interpretado de diversas maneras. No han faltado quienes lo han criticado por ser demasiado amplio, pues si todos los partidos relevantes forman parte del acuerdo ¿quién ejerce la oposición? ¿Quiénes serán los que en las cámaras exijan rendir cuentas? Tampoco han sido pocos los que lo han celebrado como el momento fundacional de un nuevo consenso nacional. En realidad, ni es la gran coalición que ha acabado con la oposición de aquí al final del gobierno, ni a partir de él se va a refundar la nación. Con todo, sus efectos ya han sido positivos en lo que respecta a reformas institucionales relevantes, al mismo tiempo que sus firmantes comienzan a pagar costos diferenciados por su participación.

Lo relevante del acuerdo actual es que se firmó pronto y con una agenda amplia, relativamente jerarquizada en el orden en que se presentarían las iniciativas, lo que muestra el grado de acuerdo existente en los temas incluidos: primero se han desahogado aquellos asuntos en los que se existe un acuerdo amplio, mientras que aquellos con menor grado de concierto han quedado relegados en el tiempo, en el entendido que entre más meses transcurran más probabilidad habrá de que la coalición se rompa, pues los beneficios políticos de actuar de consuno comenzaran a mermar cuando los partidos tengan que prepararse para tener algo que decir durante la campaña electoral de 2015.

En efecto, la amplitud de la coalición formada es de carácter constituyente, aunque limitado. Las reformas propuestas implican cambios sustanciales en el arreglo político heredado de los tiempos del régimen del PRI. En alguna medida, el pacto refleja la disposición del gobierno a modificar parcialmente las fuentes tradicionales del poder de su partido y una intención de recomponer el consenso del Estado con una base más plural. Al mismo tiempo, implica un cambio muy importante en la actitud del principal partido de la izquierda: reconoce claramente la legitimidad del nuevo gobierno y está dispuesto a hacer avanzar una agenda negociada con sus adversarios, para terminar de hacer cuentas con la actitud beligerante y rijosa de su candidato López Obrador. El PAN, debilitado y confuso como está, ha encontrado en el pacto un balón de oxígeno para negociar con el gobierno con alguna fuerza en temas como el de Veracruz, mientras que se ha mostrado incapaz de condicionar su apoyo a la inclusión de reformas de su interés, como las relativos a la reelección legislativa y a la segunda vuelta en la elección presidencial.

Es en la arena de las reforma al régimen formal donde el Pacto muestra sus mayores limitaciones. A diferencia de la claridad con las que de entrada se especifican las reformas de educación o telecomunicaciones, de las intenciones de un consenso amplio en la fiscal o la petrolera, en lo que toca a la reforma propiamente del sistema de representación sólo se dejaron abiertas las puertas para el debate, sin que se establecieran compromisos concretos, por lo que no se vislumbra que antes de 2015 haya algún cambio constitucional relevante y cuando mucho se reglamentarán las candidaturas individuales –pretendidamente independientes– y poco más.

Ahora que el PAN amenazó con su salida y el PRD aprovechó para hacer algún gesto de independencia, quedó claro que el pacto es un acuerdo inestable que en cualquier momento se puede romper, como ha ocurrido con otros intentos de construir amplios acuerdos desde 1994, pues no implica la rendición incondicional de sus firmantes, ni la continuidad del gobierno está sujeta a su cumplimiento de los compromisos con los participantes en la coalición, como ocurriría en un régimen parlamentario.

Los beneficios estratégicos que cada partido ha obtenido de su participación son desiguales y en la medida que se acerquen las elecciones de 2015 –en los que probablemente emergerá como partido el Movimiento de Regeneración Nacional para competir por el voto antipacto, con consecuencias sobre el electorado del PRD, pero también en alguna medida sobre el del PAN–, los incentivos para mantener la amplia alianza serán menores para todos con la excepción obvia del PRI.

Hasta ahora, el gran beneficiado del pacto ha sido el gobierno, pues los términos en los que se estableció la coalición le permitieron a Peña Nieto presentarse ante el país como el gran componedor de acuerdos. Al mismo tiempo, a diferencia de los intentos previos de construir un frente amplio en torno a ciertas reformas, se dejó en manos del gobierno la elaboración de los proyectos, aunque después sean consensuados en la mesa pluripartidista. La iniciativa real la tiene el presidente, por más que formalmente se presenten las iniciativas concretas como producto del consenso. De ahí que en la versión popular el pacto signifique que todos están de acuerdo con el presidente. De hecho, según las encuestas, a más de la mitad de la población el pacto le tiene sin cuidado; es más: ni siquiera ha oído hablar de él.

Con todo, los resultados obtenidos hasta ahora son positivos. El calado de las reformas constitucionales recientes no se había alcanzado desde 1996, cuando se pactó la reforma electoral. La leyes secundarias ya no necesitan de una coalición tan amplia, mientras que los cambios en la Constitución han llegado a detalles muy precisos que dejan poco margen para la enmienda reglamentaria. Siguen dos reformas en las que el nivel de acuerdo y alcances de los que se puede obtener parecen menores: la fiscal y la energética. Se trata de los temas más importantes para el gobierno, frente a las cuáles podrían el PAN o el PRD poner otros asuntos relevantes para ellos, como los relativos a la representación.

Al menos en la imagen, el PAN y el PRD se ven a la zaga del gobierno en la agenda del pacto. Los temas los puso sobre la mesa el presidente desde su discurso de toma de posesión y los opositores no han hecho otra cosa que asentir. En los términos actuales, los réditos electorales del pacto pueden resultar negativos para ambos partidos, mientras el PRI puede presentarse de nuevo en 2015 como el gran gozne de la unidad nacional.

Jorge Javier Romero Vadillo
Politólogo. Profesor – investigador del departamento de Política y Cultura de la UAM Xochimilco.
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