Hoy están ahí y nos seducen. La breve aparición de las jacarandas en la ciudad tiene momentos de esplendor inusitado. Siempre hay quien no las mira o quien las odia. Pero quien aprende a amarlas descubre otra ciudad, compartible, fugazmente bella, admirable, florida.
(La foto final, “Mandala de jacarandas,” es de Estela Treviño.)
Por Alberto Ruy-Sánchez