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Adela Navarro Bello

27/03/2013 - 12:00 am

Los generales no tienen qué informar

Poco a poco, según ellos sin que se perciba en la sociedad, los generales del Ejército mexicano están abandonando las calles. Ya no se les ve en sus convoyes patrullando las ciudades de manera tan constante como sucedió en el sexenio inmediato pasado. Los retenes que ubicaron en carreteras, laderas, valles, cerros y montes del […]

Poco a poco, según ellos sin que se perciba en la sociedad, los generales del Ejército mexicano están abandonando las calles. Ya no se les ve en sus convoyes patrullando las ciudades de manera tan constante como sucedió en el sexenio inmediato pasado. Los retenes que ubicaron en carreteras, laderas, valles, cerros y montes del país, también están desapareciendo. En algunos puntos sólo quedan las hechizas oficinas de triplay, llantas, sacos de arena y madera que hicieron a manera de oficinas de punto de revisión.

De eso damos cuenta en el semanario ZETA en un reportaje que abarca dos estados. La península completita de la Baja California. Donde la ausencia es la misma. Menos supervisión del Ejército, más droga en las calles.

Los retenes del Ejército se instauraron en México luego de que en el 2007 el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa sacara oficialmente a los militares de los cuarteles para cuidar el país y perseguir al narcotráfico. De repente los decomisos en esos puntos de revisión a lo largo y ancho del país, comenzaron a dar resultados. Cientos de miles de kilos de cocaína, mariguana, cristal, metanfetamina, precursores y otras sustancias ilícitas fueron incautadas y por ende retiradas de las calles y como consecuencia una disminución en la ganancia de los cárteles de las drogas.

Luego parecía un concurso entre las regiones militares que concentraron gran parte de sus esfuerzos en asegurar droga más que detener a los poseedores o destinatarios de esos cargamentos. El combate al narcotráfico a partir de la persecución del ilegal producto fue una asignación directa que hoy parece ir en camino contrario.

Con la llegada del 2013 y con la administración de Enrique Peña Nieto más adentrada en la estrategia gubernamental contra el narcotráfico, en el país se dieron los primeros cambios. Generales que en el pasado le apostaron por órdenes de su entonces Comandante Supremo al combate directo al narcotráfico y el crimen organizado, fueron cambiados de adscripción. Los nuevos comandantes llegaron, como es su disciplina, para obedecer, actuar y callarse.

Entonces a la par de la estrategia en materia de comunicación que indica que poco o nada se debe informar de decomisos, capturas, investigaciones y persecuciones, los generales han callado. No tienen nada qué informar. O sí tendrán pero no deben hacerlo.

Ahí está el caso de los retenes o puestos de revisión que han sido desmantelados, será por política o por falta de soldados o por nueva estrategia pero la realidad es que ante la ausencia de inspección, cada vez más la droga llega a las ciudades. Ahí está el caso documentado por los reporteros de ZETA en Baja California Sur, donde un cargamento salió de Sinaloa vía Navolato, pasó por Culiacán, Guasave, Guamuchil, después entró a Sonora por Navojoa, Ciudad Obregón, atravesó Empalme hasta llegar a Guaymas sólo para ser embarcado hasta Santa Rosalía, Baja California Sur y después a tierra una vez más por la vía de San Ignacio, donde finalmente los transportistas se toparon con un retén militar y decomisaron la droga que había cruzado tres estados y diez ciudades.

Pero los retenes están desapareciendo, y con ello la supervisión de carreteras se ha relajado hasta darle una ventaja a los criminales no sólo para transportar droga, acaso armas y personas en su ruta delictiva. Los generales del Ejército mexicano no han dado una explicación. Los generales no tienen, no deben –por política e instrucción– informar lo que hacen y dejan de hacer. En las calles de México el Ejército emprende la retirada.

Y como todo lo que se hace en este país donde no hay respeto por las instituciones, los generales han sido ordenados a no informar, a no actuar, a no ser protagonistas de la historia del día a día y a poco a poco retirarse, sin tener aún una Policía Civil a prueba de cañonazos de pesos y billetes verdes para proveer impunidad a los criminales. Es igual a eliminar o negarse –por lo menos públicamente– a utilizar la figura del arraigo cuando de la aprehensión de criminales se refiere, sin antes haber fortalecido la investigación policial y ministerial para que no haya necesidad de echar mano del recurso del arraigo.

De tajo en este gobierno están eliminando figuras, instituciones, instrucciones, estrategias, sin estar preparados para las nuevas medidas del nuevo –todavía parece nuevo– gobierno federal. La retirada del Ejército es cada vez una realidad, y empezaron por los retenes, de ahí que más droga llegue a las ciudades, y al extranjero.

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