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Javier Solórzano

18/02/2013 - 12:01 am

CCH

Cuando don Pablo González Casanova era rector de la UNAM, abrió la universidad como no se había hecho en mucho tiempo. Una de las alternativas a la cada vez más acelerada crisis escolar fue el diseño de los Colegios de Ciencias y Humanidades: los CCH. El objetivo era descentralizar las prepas de la UNAM y […]

Cuando don Pablo González Casanova era rector de la UNAM, abrió la universidad como no se había hecho en mucho tiempo. Una de las alternativas a la cada vez más acelerada crisis escolar fue el diseño de los Colegios de Ciencias y Humanidades: los CCH. El objetivo era descentralizar las prepas de la UNAM y también abrir nuevos espacios al proceso de enseñanza-aprendizaje, al cual le urgían cambios en medio de escenarios de cuestionamiento que tuvieron un parteaguas en el año 68.

En los años de la fundación del CCH, el mundo se estaba preguntando por los jóvenes y la educación. Los CCH, y más tarde la creación de la Universidad Autónoma Metropolitana, se convirtieron en las salidas más atractivas que ofreció el sistema educativo nacional. Al mismo tiempo estas dos opciones de educación media superior y superior se construyeron con nuevas miradas del sistema educativo. Nuevos métodos de trabajo, nuevas materias, en el caso de la UAMX módulos, y sobre todo la convicción por romper con el esquema clásico del maestro o maestra desde el púlpito como eje casi único del proceso de enseñanza-aprendizaje.

En todo este tiempo, los CCH han vivido muy buenas batallas. Muchas tienen que ver con cuestionamientos sobre al forma en que se dan las cosas al interior de los Colegios, otras forman parte de la inevitable e intensa vida de la política en las instituciones educativas y particularmente en la Universidad. Bajo esta dinámica, muchos estudiantes se incuban y se quedan en el CCH hasta 10 años, con todo el riesgo para el entorno que esto conlleva.

La libertad que se vive en la UNAM da para mucho. Cada quien sabrá qué hacer con ella, pero en el marco de la reglas establecidas en la Universidad una cosa es la libertad y la libre manifestación de todo tipo de ideas y otra es tomarla como rehén. Se está creando un caos sin que quede en claro la razón de ello: al principio era la negativa a aceptar los cambios en algunas áreas de los programas de estudio, las cuales da la impresión que ni siquiera se habían leído; y lo del rechazo a las clases de inglés es algo que a estas alturas no tiene sentido.

Maestros, maestras, el STUNAM y buena parte de la comunidad del CCH se han manifestado en contra del movimiento de un grupo del CCH Naucalpan. Se vierten justificadas razones. Atendamos la del STUNAM, algunos de sus trabajadores han sido agredidos por oponerse a la entrada al Colegio de estudiantes con aliento alcohólico a lo que hay que agregar, según de nuevo el sindicato, que buena parte del problema se deber a que ya no les están dejando vender drogas.

Puede haber algo de verdades a medias, pero lo que no hay que perder de vista es que la situación puede escalar y que hay que sentarse a dialogar. Puede ser dentro del caos una gran oportunidad para todos. Para los estudiantes que legítimamente tienen cuestionamientos es la posibilidad de discutir directamente con las autoridades; para éstas es la oportunidad de saber qué piensan los jóvenes cuando la fuerza de la cotidianeidad muchas veces lo impide. Con todo, veámosle al problema otra cara: puede ser un buen momento para sentarse y para ello los estudiantes del CCH deben hacer a un lado a los que no tienen nada que ver y solo los están usando. Ellos deben ser sus representantes y nadie fuera de ellos tiene el derecho a hablar por ellos y para que esto pase hay que sentarse y no hacer tiempo para buscar representatividad la cual no se asoma en ningún CCH.

Javier Solórzano
Es periodista. Conductor de radio y televisión.
en Sinembargo al Aire

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