Después de haber evocado y desbocado los poderes del azafrán, estos amantes, en sus rituales, toman conciencia de los nuevos poderes que les da haber hecho el amor. Descubren que cada palabra que pronuncien llevará en sus sílabas la cosa dicha. Así, la palabra aceite en sus labios se vuelve segunda piel y desliz del beso hacia la parte más obscena del alma amada. Aceite aviva un fuego que ilumina desde adentro a toda piel enamorada.
Por Alberto Ruy-Sánchez