Los bosques y el amor tienen úmbrales, entradas a espacios únicos. Las ramas son piernas y los brazos ramas posesivas, la obscuridad luminosa dentro de los cuerpos es como la noche en el bosque, ámbito del deseo. A los enamorados, un árbol les habla con elocuencia de aquello que los une, que los posee sin remedio. Buscar juntos la sombra de los árboles bajo la lluvia es la intensa imagen tranquila de la convulsión que se aproxima.
Por Alberto Ruy-Sánchez